“¡Oh que esperanza!”, pero ¿esperanza en qué, exactamente?
En la vida de cada Conquistador debe llegar una caminata de diez millas (16 km). Cuando estaba en sexto grado, tuvimos una caminata a mediados de julio. En Wyoming ese es el momento del año en el que era más probable que se hubiera derretido la nieve del lado sombreado de la vieja carretera del Ten Sleep Canyon.
Incluso a esa edad, yo disfrutaba explorar. Me gustaba trepar a los manzanos de mis abuelos o hacer fortalezas entre los troncos caídos en el bosque. ¿Pero marchar por las montañas? No tanto. Pero era un requisito, y los requisitos deben cumplirse.
Algunos de los Conquistadores más cercanos a mí en edad formaron un pequeño grupo, y nos abrimos paso juntos por las sinuosas curvas. Recogimos rosas silvestres, pateamos rocas y cosechamos cerezas silvestres que nos fruncieron la boca con su agrio sabor.
Mientras tanto, muchos de los campistas más jóvenes, ansiosos por terminar la caminata en un tiempo competitivo, corrieron y se animaron unos a otros a llegar a la línea de meta donde nuestras familias nos esperaban con un picnic.
Cuanto más caminábamos y hablábamos, más lento se volvía mi grupo, hasta que incluso los adultos que nos acompañaban se habían adelantado, asumiendo que no estábamos muy lejos de ellos. Y así, los que querían llegar en menos tiempo, los líderes de Conquistadores y los padres, llegaron a la meta y desde allí, alertas, nos esperaron.
Finalmente, nuestra líder se preocupó y sugirió lanzar un grupo de búsqueda de regreso al camino para encontrarnos. Nuestros padres (quienes claramente nos conocían bien) le recordaron que no había tráfico, ni caminos divergentes que pudiéramos haber tomado, pero ella estaba ansiosa e insistió.
Ahora, como una persona que desde entonces ha enseñado en la escuela secundaria y criado hijos propios, me horroriza el recordar que decidimos que sería divertido escondernos del equipo de búsqueda. Por fin, las llamadas cada vez más preocupadas de nuestra líder tocaron nuestras conciencias y nos sacaron de nuestro escondite. Pero, en el momento, eso fue lo más destacado de nuestra caminata. Nos reíamos y nos hacíamos callar mientras nos escondíamos detrás de una enorme roca al costado del camino, encantados con ese poder que poseen los niños que no cooperan.
Esta es una pequeña historia escondida en mis muchos recuerdos con los Conquistadores, pero se me vino a la mente cuando leí el comentario de Ervin Taylor, “Una pregunta a Pablo de Tarso: ¿por qué la demora?” Nosotros, los del Movimiento Adventista, nos hemos encontrado esperando y esperando el “pronto regreso” de Jesús. Hemos estudiado cuidadosamente y procesado los números, repitiendo las “señales y prodigios” y las “guerras y rumores de guerras” que atraviesan nuestra meta escatológica como prueba de que Jesús ya casi está aquí
La insistencia
Cuando Jesús no apareció como estaba previsto en octubre de 1844, enviamos grupos de búsqueda metafóricos para encontrar algunas respuestas. Visualizamos e imaginamos diferentes interpretaciones. Nos aseguramos de que Jesús realmente había hecho algo en ese día: en lugar de regresar, había comenzado el juicio investigador.
Pero una vez que estuvimos listos para el regreso de Jesús, nos resultó difícil relajarnos. Seguimos utilizando nuestros letreros de “el final está cerca”. Después de todo, ¿cuánto tiempo podría tomar para que el santuario sea purificado? Según nuestros cálculos, las señales que habíamos trazado en Apocalipsis y los fenómenos naturales que Jesús describió ya habían sucedido. Así que sólo debíamos esperar un poco más.
Cuando la demora creció lo suficiente como para que quedara claro que Jesús se había “tardado”, aumentamos el volumen de nuestra alarma. La brevedad del tiempo fue el mensaje, y también su combustible. Como ya habíamos esperado tanto tiempo, ahora realmente estaba cerca el final. Tuvimos reuniones y campestres.
Todavía recuerdo cuando adoptamos un himno en particular como nuestra marcha y lema musical: “Una esperanza” (himnario nuevo).
Ahora, hay algo poderoso en nuestro canto corporativo de “Una esperanza”. Es tan conmovedor que titubeo en llegar al punto al que se necesita llegar en esta discusión honesta acerca de la tradición y de la cultura adventista.
Aún así, no se puede evitar el hecho de que la letra misma toca el corazón del problema. “Una esperanza arde en nuestro ser”. Esperanza. . . ¿en qué? “la del retorno del Señor” Ahora, esta no es una mala esperanza para tener. Esa es una esperanza audaz, una esperanza alentadora.
Pero es una esperanza secundaria. Nuestra principal esperanza no está en la venida del Señor. Nuestra principal esperanza está en el Señor mismo.
Ya está con nosotros
Jesús, el autor y perfeccionador de nuestra fe, nos dijo que la elección de fechas y la especulación era algo erróneo. Sólo Dios sabía el tiempo del fin. Jesús conocía el significado de caminar con Dios en el mientras tanto. Él comulgó con Dios en expectativa y modeló el buscar a Dios en el mundo real. Ya sea orando en soledad o en compañía de sus seguidores, inclinó la cabeza en total expectativa de que Dios estaba allí
Si hay un mensaje de “mientras tanto” que resuena, es el de Jesús que vivió y enseñó que el reino está cerca, la realidad de Emmanuel, Dios-con-nosotros. En armonía con esto, Jesús mismo describió su presencia permanente como “el reino”.
Una vez, cuando los fariseos le preguntaron cuándo vendría el reino de Dios, Jesús respondió: “La venida del reino de Dios no se puede someter a cálculos. No van a decir: “¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá!” Dense cuenta de que el reino de Dios está entre ustedes” (Lucas 17:20-21, NVI)
Aún con nuestra gran esperanza de que su regreso físico terminará con el sufrimiento y la muerte para siempre, no estamos siguiendo a Jesús genuinamente si no creemos que está activamente entre nosotros, aquí y ahora. Él permanece en nuestra oración, en nuestro estudio, en nuestras interacciones con los demás, en el derramamiento del Consolador, cada día con nosotros. Nuestra esperanza y confianza radica en su promesa de que nunca nos dejará ni nos abandonará
Hace mucho tiempo que debimos de haber comprendido esto, expandiendo y abrazando el concepto íntegro del advenimiento. Después de cinco generaciones, soy tan profundamente, tan culturalmente adventista que cuando era niña me asombré al encontrar mi primer calendario de adviento. ¿No significaba “adviento” la segunda venida de Jesús? El ampliar nuestra enseñanzas y terminologías podrían abrir una puerta a un Movimiento Adventista más amplio y rico.
Agrandando nuestra identidad adventista no significa perder nuestro entusiasmo por el regreso de Jesús. Principalmente significa templarlo con perspectiva. Después de todo, “Venga tu reino” es un vecino cercano a “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Recibir el el derramamiento del Espíritu Santo y compartir el amor de Dios con el mundo es una forma real de asegurar que se cumplan estas dos frases. Cuando vivimos estas oraciones, Dios está en nuestro medio y el reino ha llegado. De hecho, nos volvemos más completamente adventistas al aceptar tanto la primera como la segunda venida, y estas son buenas noticias.
El rediseño de nuestros planes
Estamos lejos de ser los primeros seres humanos en lidiar con la demora, con nuestra identidad y propósito en el “mientras tanto”. Y nos puede ser de beneficio considerar el consejo dado a Israel en el exilio.
“Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel, a todos los que he deportado de Jerusalén a Babilonia: “Construyan casas y habítenlas; planten huertos y coman de su fruto. Cásense, y tengan hijos e hijas; y casen a sus hijos e hijas, para que a su vez ellos les den nietos. Multiplíquense allá, y no disminuyan. Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad (Jeremías 29: 4-7, NVI)
¿Qué bien podríamos lograr con esta perspectiva? En nuestra prisa por llegar a la meta, hemos descuidado algunas de las cosas que sabemos desde el jardín del Edén
- Hemos descuidado la administración de la tierra en nuestra visión frívola de que la tierra pronto sería destruida de todos modos.
- Hemos descuidado la obligación de ser los guardianes de nuestros hermanos y hermanas.
- Hemos fallado en trabajar y orar para asegurar que otros prosperen como prospera nuestra nación, y que nuestras leyes protejan su seguridad y bienestar.
- Le hemos enseñado al cuerpo/mente/espíritu de la humanidad, mientras que a menudo descuidamos las preocupaciones de la integridad de las personas como el hambre, la falta de vivienda, el abuso y el sufrimiento.
- Nos hemos apoyado en gran medida en “los pobres siempre estarán con ustedes”, dejando que sea un problema que Jesús resolverá porque el “mundo feliz” supuestamente se acercaba.
Construyendo viviendas y plantando viñedos
¿Qué pasaría si los adventistas comenzaran a concentrarse en la construcción de viviendas y la plantación de viñedos? ¿Qué pasaría si nuestro amor y compasión por nosotros mismos y por los demás demostraran que Jesús mora con nosotros? ¿Qué pasaría si nuestro mensaje de Adviento se enfocara más en conectar las ramas de la humanidad a la vid de Jesús? ¿Qué pasaría si todo esto fuera genuinamente la forma de rechazar el dominio bestial del anticristo que insiste en que Dios está lejos y distante de la necesidad humana? ¿No daría tal movimiento de advenimiento más frutos que un esfuerzo constante de cosecha en campos que nunca han sido nutridos o incluso plantados?
Si nuestra esperanza y confianza no descansara en oficinas grandes, en posiciones altas de poder o en campos misioneros lejanos, podríamos nutrir y cuidar los ministerios íntimos en nuestros propios patios de fondo. ¿Qué pasaría si nuestras puertas estuvieran abiertas a conversaciones con personas de otras denominaciones, religiones o a aquellos sin ninguna fe?
Los amigos, los desconocidos, e incluso los enemigos nos parecen diferentes si tenemos a Jesús entre nosotros. Reconocemos que él llama a sus corazones y también mora con ellos. Tal vez este reconocimiento nos ayude a renunciar al afán de que solamente nosotros y nuestras vidas y testimonios perfectos pueden facilitar un advenimiento que ha sido sincronizado perfectamente sólo por Dios.
Quiero ser clara. La segunda venida es una esperanza preciosa. Estuve de pie en un cementerio con mi madre, viendo la tumba donde ella descansaría apenas tres semanas después. La recuerdo claramente mirando hacia las colinas del este, hablando de su cierta esperanza de ver aparecer a Jesús al levantarse de ese mismo lugar. Me aferro a esa promesa, y a la promesa que le hice a ella ese día, la misma promesa que le hice en varias ocasiones a mis abuelos que ahora descansan junto a ella.
Pero también recuerdo que la mayor esperanza de la segunda venida es posible gracias al significado de la primera. Y Jesús me recuerda, todos los días, que anhela hacerme y hacernos compañía a todos en el mientras tanto.
Traducido por OB VS.
Shelley Curtis Weaver vive en la costa del estado de Washington. Es artista plástica, escritora, esposa, madre, abuela y suele cruzar el río Columbia. Ha editado y colaborado en The Journey to Wholeness Addiction Recovery plan de estudios de AdventSource.