¿Por qué rechazo la teología?
Me fascinan las “mentes brillantes” que discuten las interminables y profundas capas de la teología. Se atreven a plantear cuestiones existenciales y a elaborar teorías fascinantes mientras se esfuerzan por comprender la incomprensible divinidad.
Pero en los últimos diez años, más o menos, algo ha sucedido en mi mente. Después que mis padres y los de mi esposa murieron, y luego de que hace ocho años, mi esposa murió a la temprana edad de 65 años, mi perspectiva cambió de a poco.
La teología de mi esposa era sencilla y sigue retumbando en mis oídos: “Todos los sábados por la tarde, ustedes, los sabios, se sientan en el salón a discutir de teología o de política eclesiástica, pero ¿quién cuida de los niños?”.
Sus palabras hacen referencia a las palabras de despedida de Jesús a Pedro “…si me amas, apacienta mis ovejas”.
Esta mañana miré en mi biblioteca. Vi muchos de sus libros de años pasados. Sus libros trataban de la familia, las relaciones y la salud, además de novelas sobre la vida y el amor. Mis libros tratan de tecnología, viajes y religión.
Interminables discusiones
Hace unos meses. Acababa de salir de bañarme y me miré en el espejo del baño. Me sorprendí a mí mismo susurrando las siguientes palabras: “La teología es un grupo de doctos que discuten interminablemente sobre algo de lo que no saben nada”.
Al principio, me sentí como un hereje incrédulo. Pero sólo era un pensamiento sincero. La sinceridad puede ser refrescante, pero también da miedo.
Sin embargo, la honestidad, junto con la curiosidad, es uno de los dones que Dios nos ha dado. Basándonos un poco en esto, intentamos, utilizando también el pensamiento lógico que Dios nos ha dado, averiguar cómo piensa Dios, cuáles son sus motivos y por qué hace las cosas. Intentamos averiguar si Dios es bueno o malo, si está involucrado o no, si se preocupa profundamente por nosotros o si sólo tolera una miseria ilimitada. Arañamos y rascamos en busca de respuestas al incontestable “¿Por qué?”.
Pero todas las discusiones generan aún más discusiones. Más preguntas. Escribir más artículos académicos revisados por expertos. Publicando libros profundamente razonados, que defienden diferentes puntos de vista que ayudan a satisfacer nuestra curiosidad y dan tranquilidad a las desconcertantes realidades de la vida. Esas frases kierkegaardianas irremediablemente largas producen de vez en cuando perlas de sabiduría práctica.
Incluso, cuando todo está dicho y hecho, se dice más de lo que se hace.
No todo es la lógica
Tras recorrer ese camino, y encontrar en la mayoría de los casos interminables callejones sin salida o tortuosos desvíos, ya me atrevo a concluir que la teología no se presta al pensamiento lógico clásico. No se puede demostrar, comprender ni racionalizar. Al trascender las pruebas observables y la lógica objetiva, se adentra en un terreno totalmente distinto, que rápidamente se vuelve tan enredado e incomprensible como las cuerdas de diez dimensiones de la física avanzada.
Quizá a muchos hombres les asuste más, porque quieren ser racionales. Según mi experiencia, al menos, las mujeres suelen estar más dispuestas a confiar en sus sentimientos y a experimentar el misterio de lo Divino. ¿Son sus experiencias trascendentales del misterio de la concepción, el desarrollo del feto y el inigualable espectáculo del nacimiento?
Jesús insinuó cómo no perderse entre los matorrales de las junglas teológicas: “Por sus frutos los conoceréis”. No podemos probar ni refutar las teorías teológicas, pero podemos observar el comportamiento derivado de ellas. Los resultados del amor y el cariño en palabras y acciones. Las palabras de Cristo eran lo bastante sinceras como para dejar boquiabiertos a los teólogos, pero cautivar a las masas y atraer a los niños pequeños. También reveló el límite de nuestra capacidad para comprender lo que está más allá de nuestro ámbito, lo que excede nuestra capacidad para asumir la responsabilidad que conlleva el conocimiento de lo Divino.
Jesús mantuvo una batalla constante con los teólogos de la época. Se divertía con ellos, los seducía, respondía a sus preguntas capciosas con contra-preguntas que los dejaban perplejos. Ellos complicaban mucho las cosas. Jesús simplificó las cosas: “Si no os hacéis como niños…”.
Y esa sencillez provoca pensamientos muy profundos.
Mi teología de principiante
Mi teología, simplista y quizá demasiado ingenua, empieza por reconocer que Dios es enorme y yo pequeño. Debo acercarme a Él con humildad, y mi conocimiento de Él siempre será muy limitado. Muchos aspectos de Dios son y probablemente seguirán siendo un misterio durante mucho tiempo. Muchas preguntas sobre su naturaleza, sus motivos, su poder, su compromiso y su presencia siguen sin respuesta.
A regañadientes, me veo obligado a reconocer y aceptar mis limitaciones. Conozco las advertencias que comienzan en el jardín del Edén sobre el riesgo de que el hombre “se convierta en uno de nosotros”, hasta la torre de Babel, donde la humanidad pensó que podía hacer cualquier cosa.
Estas advertencias aluden al riesgo de esforzarse por saber demasiado sobre Dios, cruzando un límite invisible que puede abrir la caja de Pandora. Nos arriesgamos a obtener un conocimiento insuperable que no podemos manejar al esforzarnos por parecernos demasiado a Dios, sin la sabiduría para manejar ese conocimiento y el poder que conlleva. Es un viaje arriesgado al territorio de la blasfemia.
La teología requiere fe, que desafía a la lógica. Sin embargo, no podemos dejar de esforzarnos por “demostrar” nuestras hipótesis sobre Dios. Al dudoso Tomás, por insistir en las pruebas, se le permitió ver y sentir las heridas de Jesús, demostrando que había resucitado. Y así se destruyó la fe de Tomás. La fe se convirtió en un hecho. Jesús le dio un empujoncito a él y a nosotros: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”.
Por tanto, mi teología de principiante requiere un salto de fe hacia lo incomprensible, evitando al mismo tiempo un salto hacia un pozo sin fondo de presunción o sinsentido. Sometida a la prueba de los buenos frutos, tiene que ser vivida en la vida real. Dice “acepto” a las cosas que no entiendo. Busca más ser que saber. Busca experimentar, no hacer hipótesis. Y también debe vivir dentro de los límites del sentido común que Dios nos ha dado, creando así un espacio para la creatividad sinérgica entre la teología y la vida cotidiana.
Me temo que me he disparado en el pie al crear mi propia teología. En el espejo veo la evidente ironía de mi crítica a la teología. Así que, aunque no rechazo la teología -y admiro enormemente a muchos de sus grandes pensadores que también muestran una compasión realista-, temo que pueda ser una vía de escape del mundo real del amor y el odio, la alegría y el dolor.
Espero vivir la teología, no como un conocimiento teórico de Dios, sino como una experiencia cotidiana. Una experiencia maravillosa y mística del amor de Dios que llena mi vida.
Carsten Thomsen es un ingeniero jubilado activo en la iglesia de Nærum (Dinamarca).