¿Los programas controlan los dones del Espíritu?
Hay algo que no funciona en nuestra comprensión actual de cómo el Espíritu Santo otorga dones espirituales a los creyentes.
Me parece evidente que no estamos experimentando la plena manifestación del poder del Espíritu, al menos tal y como se describe su labor en el libro de los Hechos.
Mientras tanto, cómodamente hemos limitado nuestra comprensión de los dones espirituales para que se ajusten a ciertos parámetros; quizá porque tememos perder el control, detallamos la mayoría de nuestras actividades en manuales, libros de normas y programas.
No hay nada malo en el orden, por supuesto; sin embargo, me temo que corremos el peligro de usar la programación como un sustituto para dejar que el Espíritu Santo trabaje entre nosotros.
Los Hechos de los Apóstoles -de hecho, la mayor parte del Nuevo Testamento- se lee como una película llena de acción. Los relatos se entrelazan con dramáticas muestras del poder de Dios. Observamos cómo Felipe recibe un mensaje directo de un ángel que le informa de una cita inmediata que se había fijado para él, y que acabó con su desaparición poco después de bautizar al etíope (Hch 8, 26). En otra ocasión se dijo que la sombra de Pedro había curado a los enfermos (Hch 5:15-16).
¿Se puede programar al Espíritu?
Lo que quiero decir es que en el Nuevo Testamento estos acontecimientos dependían más de la planificación del Espíritu que de la minuciosa planificación de los apóstoles de Jerusalén. Parecería que el Espíritu tomaba la iniciativa de dirigir, y el principal mandato de la iglesia era reconocer y afirmar la dirección del Espíritu.
Ahora nuestra experiencia congregacional colectiva se ha reducido a una monótona repetición. Creamos una cultura de “cómo hacer iglesia”, que se implementa en programas similares (en algunos casos idénticos) en todas partes del mundo.
En resumen, promovemos la uniformidad en un intento de lograr la unidad.
Como no quiero que piense que sólo estoy siendo negativo, intentaré aclararlo.
¿Cree usted que Dorcas (Hechos 9:36) participó en obras de beneficencia para cumplir con un programa de la iglesia? ¿Quién le sugirió que iniciara su ministerio? ¿Había muchas otras personas involucradas en su trabajo por los pobres, o era su trabajo personal?
Pero ahora, ¿la ayuda social a los pobres se ha convertido en un programa de la Iglesia? En mi parte del mundo tenemos una mujer que ha sido elegida para dirigir la Sociedad Dorcas. Ella y su equipo se inspiran claramente en la Dorcas bíblica e intentan reproducir su trabajo.
El desafío es que, según los términos de nuestra programación, el líder del ministerio es elegido para funcionar durante un período de un año, antes de que haya una elección de un nuevo oficial. Obsérvese la paradoja que esto supone: el ministerio se originó con una mujer que nunca fue elegida para hacer aquello para lo que fue inspirada; de hecho, no se la conoce por nada más, excepto por aquello que definió su vocación.
¿Elección o vocación?
En cierto sentido, el clero es el único al que se le reconoce una vocación de por vida. Salvo algunas excepciones para determinados cargos, no se les elige para entrar y salir de su vocación, como ocurre con el resto de nosotros. Algunos pastores tienen un elaborado relato de cómo llegaron a la convicción de unirse al ministerio.
A los laicos se les niega ese mismo sentido de la vocación. Nosotros, con nuestras votaciones para dirigir programas, parece que sólo tenemos una concesión intermitente de dones espirituales. Mientras que el clero tiene dones espirituales a largo plazo, nuestros dones espirituales tienen una fecha de caducidad preestablecida.
Así, tenemos miembros laicos que dejan trabajos para los que todavía están inspirados, o que son elegidos para cargos para los que no están dotados cuando llega el tiempo de las elecciones.
Incluso conozco algunos que han decidido unirse al ministerio pastoral para obtener un reconocimiento más estable de sus dones.
No hay ministerios pequeños
Pablo deja claro que no hay ministerios pequeños. “Si todo el cuerpo fuera ojo, no podríamos oír. Y si todo el cuerpo fuera oído, no podríamos oler?” (1 Corintios 12:17, TLA). Al Espíritu no se le puede limitar. Pablo escribe: “Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor.” (1 Corintios 12:5, NVI).
Escribo esto para abogar por que pensemos en los dones espirituales de una manera nueva. El Espíritu no está controlado por los programas enumerados en el Manual de la Iglesia, ni por aquellos de los que habla la comisión de nombramientos de la iglesia, ni por los ascensos de los directores de departamento en la oficina de la Asociación. Todos tenemos dones y, por tanto, funciones importantes que desempeñar. ¿Cómo podemos capacitar a todos los creyentes para que utilicen su creatividad guiada por el Espíritu para llegar a los demás de manera más eficaz? He aquí una cita que me gusta de un post de Facebook de Celebrate Recovery:
“Concéntrate en lo que Dios te llamó a hacer, no en lo que la gente cree que Dios te llamó a hacer”.
Arthur Sibanda es enfermero. Él y su esposa, Mercy, tienen una hija, Nobukhosi Tashanta. Le gusta escribir, componer canciones y cantar, y también participa en un ministerio que ayuda a la gente a superar las rupturas de parejas.