Las mujeres que rodearon a Jesús
En general, pensamos en la Biblia como un libro escrito por hombres, sobre hombres y para los hombres. Es como si la iglesia hubiera tratado de hacer invisibles a las mujeres de la Biblia. Y, sin embargo, existen, y no solamente como figuras marginales o personas sin nombre. Necesitamos redescubrirlas y leer la Biblia a través de su punto de vista.
Sabemos que Jesús estuvo rodeado por doce hombres. Sin embargo, las mujeres que siguieron a Jesús, y a sus discípulos, a menudo pasan desapercibidas. Lucas menciona por nombre a varias mujeres que acompañaron a Jesús y a los doce discípulos.
“Después de esto, Jesús estuvo recorriendo los pueblos y las aldeas, proclamando las buenas nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, y de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; Susana y muchas más que los apoyaban con sus propios recursos” (Lucas 8: 1-3 NVI).
Leemos allí los nombres de tres mujeres. Pero también dice “muchas más”, mujeres que siguieron a Jesús y lo apoyaron económicamente. ¿Por qué pensamos en los setenta discípulos que siguieron a Jesús como sólo un grupo de hombres? Y las mujeres que estuvieron con Jesús desde Galilea hasta la cruz fueron las primeras en llegar al sepulcro en la mañana de la resurrección.
Cuando miramos el ministerio de Jesús, vemos que él trató a las mujeres de manera bastante diferente a lo que era costumbre en su cultura. Jesús estaba dispuesto a desafiar las normas culturales. Dios había creado al hombre y a la mujer iguales entre sí; Jesús quería restaurar esta igualdad en el reino de Dios.
Las discípulas
Jesús ignoró las restricciones impuestas a las mujeres y permitió que lo siguieran. Demostró públicamente que las mujeres eran valiosas en los ojos de Dios. Él tenía una estrecha amistad con ellas. Las mujeres registradas en los Evangelios eran mujeres fuertes, y Jesús las apoyó como lo apoyaron a él. Ellas proclamaron las buenas nuevas que las habían liberado de su opresión y les habían devuelto el valor que Dios tenía destinado para la mujer.
Los Evangelios cuentan de algunos encuentros sorprendentes que Jesús tuvo con mujeres. Con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, Jesús habló sobre la salvación e incluso tomó en serio sus argumentos, ¡mostrando que valoraba su conocimiento e inteligencia! Tuvo una discusión teológica con Marta sobre la resurrección. Fue una mujer a quien Jesús comisionó para que les dijera a los discípulos que él había resucitado. Él la había sanado física, mental y espiritualmente y le mostró compasión.
Jesús trató a las mujeres como seres humanos hechos a la imagen de Dios. Para él, no eran tentadoras contra las que los hombres tenían que protegerse, ni objetos sexuales como a menudo se las considera hoy. Para Jesús eran seres humanos preciosos. Acerca de la mujer que le había ungido los pies, Jesús dijo:
“Ungió mi cuerpo de antemano, preparándolo para la sepultura. Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo” (Marcos 14:8-9).
Jesús distinguió a las mujeres y quiso que fueran reconocidas y vistas, incluso la mujer que ungió sus pies, la que avergonzó tanto a los demás, él quiso que ella fuera notada y recordada a lo largo de la historia.
Los rabinos sólo enseñaban a los discípulos varones. El Talmud dice: “Quien enseña Torá a su hija, le enseña obscenidades” (Sotá 20a). Jesús animó a las mujeres a seguirlo como discípulas y a usar sus dones.
Se dice que María de Betania, por ejemplo, se sentó a los pies de Jesús como todos los demás discípulos. El rol tradicional de la mujer era servir a la familia, pero cuando Marta le señaló a Jesús que María no estaba cumpliendo con sus deberes femeninos, Jesús defendió la decisión de María. Al hacerlo, afirmó el papel de las mujeres como discípulas plenas. Jesús no tuvo miedo de reinterpretar las tradiciones y las leyes: “Habéis oído que se dijo… Pero yo os digo…”.
Esta re-interpretación del Talmud incluyó cómo Jesús aceptó a las mujeres como hijas iguales de Abraham.
En la iglesia primitiva
Después de la resurrección y ascensión de Jesús, las mujeres participaron en las reuniones de sus seguidores como algo habitual:
“Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María” (Hechos 1:14, NVI).
La iglesia primitiva era una comunidad de casas abiertas, intercambio económico y comidas comunitarias. Las mujeres eran el corazón de la comunidad. Por supuesto, los hombres también jugaron un papel importante. Los hombres también juegan un papel importante en la iglesia de hoy porque todos están llamados a unirse en Cristo para formar una nueva familia.
En su sermón del Pentecostés, Pedro citó al profeta Joel:
“Entonces, después de hacer todas esas cosas, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente.
Sus hijos e hijas profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes tendrán visiones.
En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los sirvientes, hombres y mujeres por igual (Joel 2:28-29, NTV).
Los discípulos estaban convencidos de que esta profecía se estaba cumpliendo en ese momento. El Espíritu Santo descendió sobre todos los que estaban en el aposento.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos.Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hechos 2:1-4, NVI).
A menudo olvidamos que la Biblia dice esto, y pensamos que sólo los apóstoles hablaron en lenguas. Pero Pedro explicó por qué incluso las mujeres predicaron, citando al profeta Joel del Antiguo Testamento. La idea de que las mujeres no debían participar en la iglesia aún no había surgido. Ahora el derrame del Espíritu Santo sobre todos confirmó su llamado.
El partir el pan en los hogares ciertamente involucraba a las mujeres. Muchas de estas iglesias en casas fueron dirigidas por mujeres como Lydia y Priscilla. El apóstol Pablo muestra su aprecio por sus colaboradoras en sus saludos a la iglesia en Roma al mencionar a varias mujeres por nombre en Romanos 16: Febe, diácono de la iglesia en Cencreas; Priscila; María; Junia, la apóstol; Trifena y Trifosa; Pérsida, la madre de Rufus; Julia, la hermana de Nereo; quienes estaban involucradas en la predicación de las buenas nuevas.
El camino, como se le llamó inicialmente al movimiento, fue una fe que liberó a las mujeres de las cadenas de las convenciones culturales opresivas de la época. No es de extrañar que el cristianismo fuera especialmente atractivo para las mujeres en el mundo romano, que estaba muy orientado hacia los hombres.
Estamos tan acostumbrados a que la Iglesia sea dirigida por hombres hoy que no nos damos cuenta de que las mujeres estuvieron involucradas en el liderazgo litúrgico de la Iglesia primitiva durante varios siglos. Los primeros manuscritos, artefactos y frescos de los primeros tiempos muestran a mujeres realizando ceremonias litúrgicas, con las manos levantadas para bendecir o llevando el incensario.
La imagen de una mujer llamada Cerula, del siglo V, que se encontró en 1971 en la catacumba de San Genaro, en Nápoles, la muestra rodeada de libros y evangelios abiertos y en llamas, lo que simboliza el rol de un obispo.
Entonces, ¿Cuándo perdieron las mujeres su voz y su papel de liderazgo? Muchos padres de la iglesia no comentaron en absoluto sobre la ordenación de mujeres. Clemente de Roma, sin embargo, enseñó que los apóstoles eligieron solamente a hombres como sus sucesores.
Aun así, en el año 494 d.C., en respuesta a los informes de mujeres que servían en el altar en el sur de Italia, el Papa Gelasio I escribió una carta en la que condenaba la participación de las mujeres en la celebración de la Eucaristía y argumentaba que estos deberes estaban reservados exclusivamente a los hombres.
Finalmente, el Concilio de Laodicea (363-364 d.C., canon 11) prohibió la ordenación de las mujeres al presbiterio.
El ejemplo de Jesús
Para mí surge esta pregunta: si Dios creó al hombre y a la mujer como iguales, ¿por qué la iglesia no es pionera de la igualdad? Seguramente quienes siguen a Jesús y lo toman como ejemplo también deben aprender de su relación con las mujeres. La verdadera tarea de la iglesia debería ser llevar las buenas nuevas en el sentido de Gálatas 3:28:
“Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús”
Esta unidad también significa libertad de la opresión para todos, incluidas las mujeres. La iglesia, con su ejemplo, debe empoderar y promover a las mujeres, y guiarlas de regreso a la igualdad ordenada por Dios para toda la humanidad.
¡Cómo desearía que el mundo pudiera ser un mundo para hombres y mujeres, donde ambos géneros sean valorados y respetados, y donde trabajen juntos para cuidar el mundo que se les confió en la creación! Debemos aprender de Jesús, quien nos dio un maravilloso ejemplo de inclusión y vino a salvar a todos los que creen en él.
Hannele Ottschofski escribe desde Hechingen, Alemania.
Para comentar, dale clic aquí.