La sexualidad y el matrimonio en la Torá
La cultura ha jugado un papel importante en la construcción social de la familia y la sexualidad humana. Esto no suele ser aceptado o reconocido por los religiosos, como es el caso de Kwabena Donkor, quien afirma que “el debilitamiento de la sexualidad y la familia” está relacionado con “la erosión contemporánea de los valores bíblicos”. Incluso va más allá al decir que la relevancia ética debe estar sometida o evaluada por la “relevancia teológica de la Biblia”. Mientras se desconoce los factores sociales, políticos, científicos y filosóficos que ayudan a enriquecer la ética. Las Escrituras no son un libro teórico de ética, sino una declaración de fe con algunas vislumbres éticas.
Donkor considera que la Biblia tiene relevancia teológica para regir sobre los problemas contemporáneos del matrimonio. ¿Realmente esto es así? Los estándares actuales sobre el matrimonio, que no tienen un equivalente preciso en la Torá, están ausentes en la Biblia. Al contrario de lo que se suele afirmar, la Biblia reconoce diferentes elementos relacionales que son transversales que afectan a las culturas y esta a su vez influye sobre el arquetípico de la familia.
¿Cómo podemos evaluar la relación de personajes del AT con los estándares actuales sobre sexualidad y matrimonio? ¿Cómo entendieron los hebreos Genesis 1:26-29; 2:18, 21-25; 5:1-2)? ¿La cultura juega un rol importante en el proceso de validación de la sexualidad humana? ¿Cómo aplicamos la ética mientras clamamos por la supremacía teológica?
Las raíces del matrimonio occidental
El Antiguo Testamento es un claro ejemplo de como las culturas modelaron las relaciones familiares, su entendimiento sobre Dios y las relaciones humanas. Si bien los constructos de “esposos” aparecen en el AT, las implicaciones relacionales y éticas no son las mismas que los estándares occidentales, tal como se intenta afirmar muchas veces desde el discurso religioso. Al contrario, hay un choque entre los modelos actuales de familia y los del AT.
La diferencia esencial entre el “matrimonio” actual y el de la Torá, es que en la antigüedad no hay condiciones de libertad o igualdad para las mujeres, tal como se piensa, idealiza y se interpreta. De hecho, en la actualidad esas relaciones no serían aceptadas como matrimonios e incluso algunas conductas serían penadas y castigadas por las leyes civiles actuales.
Gonzalo Flórez sostiene que el arquetípico del matrimonio occidental proviene de la cultura greco-romana tardía, caracterizado por el “matrimonio monógamo, contraído mediante el consentimiento de los contrayentes en orden a formar un matrimonio y una familia”. Manuel Vial Dumas en su tesis doctoral sobre las familias cristianas mediterráneas, reafirma el principio de affectio maritalis, el matrimonio “comenzaba a existir cuando ambos conyugues consentían en ello y hacían de esa relación un hecho notorio”. Si bien, en la antigüedad la virginidad y la pureza de la mujer adquiere un valor incalculable y místico.
En las culturas de la Grecia arcaica y la Roma clásica, la virginidad de la mujer era el preámbulo para la procreación de hijos legítimos, desligándose de la mentalidad semítica sobre el aumenta del precio de la joven virgen.
La situación de la mujer
La figura de la mujer en la construcción narrativa semítica, es una pieza clave, determinada por su pureza sexual y la capacidad para procrear. Ella no tiene los mismos derechos e igualdad con el varón, sino que ella nace siendo parte de las propiedades de su padre, para luego pasar a ser comprada por su esposo, como veremos más adelante. La autodeterminación de la mujer hebrea se restringió a la influencia que podía ejercer sobre la toma de las decisiones de su esposo o la de su hijo primogénito, pero no por su propia cuenta. Aunque hubo mujeres que fueron excepciones, no era la regla o el común de la sociedades influenciadas por la cultura, después de la caída y el pecado.
De manera que la virginidad o la pureza sexual se le exige únicamente a la mujer, como garantía de su estatus social. Olga Ruiz Morell y Aurora Salvatierra Osorio, exploran la Tosefta Nashim o los tratados rabínicos sobre las mujeres. La virginidad determinaba el valor de una mujer, tanto por su precio como su condición social, y a partir del Éxodo será de carácter jurídico. La pureza sexual de la mujer es la garantía legal de que ella dará hijos legítimos al esposo que la compro. Además de aportar valor económico al padre, quien la entrega según el precio de “las vírgenes”. La impureza sexual de una joven comprada, le quita no solo valor social, sino también valor a su vida. Si el novio descubría en su primer contacto que la novia no era virgen, sencillamente la devolvía al padre donde moría lapidada (Deuteronomio 22:13-21).
Francisco Rodríguez resume la situación de la mujer en la antigüedad:
Era en el antiguo matrimonio, evidentemente, una situación de subordinación. La cautiva en la guerra, la mujer entregada por su padre con una dote, dependía económicamente de su marido, no tenía acceso al sexo foráneo mientras que él sí, tenía restringida terriblemente la libertad de movimiento, encerrada en el hogar como estaba, con limitadas excepciones.
La adquisición de una mujer por compra, violación o secuestro
Los procesos para adquirir a una mujer y convertirse en esposa, pasaba por el deseo del varón en poseer o adquirir a la mujer. Y no necesariamente por el deseo o la voluntad de ella. La categorización de una mujer como esposa aparece en las diferentes formas de coito, ya sea como consumación de la compra/venta, la violación o el rapto. La joven virgen pactada entre dos clanes o familias mediante la compra, es considerada “esposa” aunque no haya contacto sexual.
Por muy duro que parezca, la mujer no estaba al mismo nivel social que el varón y como veremos en la Torá, ella pasa a tomar la posición de propiedad, sea del padre o el patriarca y luego del esposo que la adquiere. Hoy estas conductas, son penadas por las leyes civiles en el mundo occidental y condenadas desde la ética.
La adquisición de una mujer se daba por:
(a) La compra: En la época patriarcal, los clanes buscaban perpetuar su descendencia. La compra estaba delimitada por el mohar, o literalmente “rescate”, que consiste propiamente en el pago de un precio o valor monetario, para adquirir a una persona. Frank M. Hasel lo define como “el pago de un precio”; no obstante, Hasel se niega a profundizar en la dimensión de la dote y lo asume (incluso contra el propio texto semítico) como un “compromiso” donde la mujer tenía libre elección. Hasel, tomando a David Jacobson (una interpretación talmúdica), intenta descartar la idea de la compra de la esposa como propiedad.
La Encyclopaedia Judaica, reconoce que la práctica del mohar, fue sustituido por el entendimiento talmúdico del Ketubbah. Reconoce al mohar, como una transacción:
…la costumbre de la nedunyah se definió claramente e institucionalizada sólo en el período talmúdico. En la época bíblica, el mohar (mohar -por el que el novio compraba su esposa a su padre – [Gn. 24:53; Ex. 22:15-16; Os. 3:2]), era la práctica aceptada.
Laban fijó el precio para Raquel; si bien Jacob se enamoró de ella, esto no fue un argumento válido para concertar un matrimonio, sino el pago del precio fijado por el padre (Genesis 29:18-19). Algo evidente en el dialogo de Raquel y Lea: “y después de habernos vendido [məḵārā·nū], derrochó el dinero que tú le pagaste por nosotras” (Genesis 31:15, NTV). Además, los precios para la adquisición de una esposa estaban regulados en la Torá. La idea de propiedad se verá reafirmado en los otros mecanismos para la adquisición de una esposa. Lo que valoriza la virginidad o pureza sexual como requisito solo para la mujer y no para el varón.
(b) La violación/engaño: La violación de una joven virgen –por ejemplo–, conllevaba a la indemnización del padre (siempre y cuando la joven no estuviera ya comprada), el violador debía indemnizar al padre de la joven y “luego deberá casarse con la joven por haberla violado y jamás en su vida podrá divorciarse de ella” (Deuteronomio 22:28-29, NTV). También, aparece el engaño o seducción de un varón hacia una joven virgen, para tener sexo (Éxodo 22:16-17), en tal caso, igual debía indemnizar al padre de la joven, quien decidía si se la entregaba o no como esposa. Estas legislaciones se enfocaban en la restitución de la propiedad dañada.
Sin embargo, la violación a una joven virgen que ya había sido comprada por otro varón, la rāśāh o la comprometida (Deuteronomio 22:25, 27). El varón que abusó sexualmente de la joven era penado a muerte. Ya que, no solo deshonró a la mujer, sino que le hizo un daño al honor de su prójimo, el hombre que compró a esa mujer. La violada podía ser apedreada en caso de que ella no gritara o pidiera auxilio.
(c) El rapto/secuestro: En Deuteronomio 21:11-14, se estipula los mecanismos para que un varón hebreo tome como su mujer a la prisionera de guerra. La motivación proviene del varón, quien la “codicia” como botín de guerra y la toma para él. Ella no tiene entidad como persona, es cautiva, solo puede llorar a sus padres, posiblemente muertos en la guerra. Para luego ser tomada como mujer del hombre cuyo ejercito destruyo su tierra y su familia. Incluso, si el hombre después de haberla sometido sexualmente no la deseaba, debía dejarla en libertad, “por cuanto la humillaste”.
La poligamia y el concubinato
A diferencia de los estándares occidentales, la Torá describen con naturalidad la poligamia, la endogamia y el concubinato. Dios se le apareció a Abraham y le dijo: “anda delante de mí y sé perfecto” (Genesis 17:1), en ese camino de fe, el patriarca practico la poligamia y Dios intervino en favor de Agar al prometer que haría de Ismael una gran nación (Genesis 21:18). Esaú el hijo primogénito de Isaac tuvo varias esposas (Genesis 26:34; 28:6-9). Y Jacob no solo se casó con Lea y Raquel (Genesis 29:15-28), también tuvo dos concubinas: las esclavas Bilha y Zilpa. De todas estas mujeres salieron las 12 tribus de Israel.
La práctica de la endogamia era algo habitual entre los patriarcas o el matrimonio entre primos hermanos. Entre familias nómadas y patriarcales que viven del ganado y la agricultura, las relaciones endogámicas no eran diferentes a las de la cultura Mesopotámica. Estas prácticas perpetuaban el linaje y la supervivencia. Además, de preservar las herencias, las dotes y los recursos. En Egipto, las practicas incestuosas eran parte de la cultura y los hebreos absorbieron esta realidad, como el caso de Amram, quien se casó con su tía Jocabed y de esa relación nacieron Moisés, María y Aarón (Éxodo 6:20).
Tamar se hizo pasar por una prostituta para seducir a su suegro Judá, quién no tuvo problemas en estar con ella. Nótese que Dios había intervenido en favor de Tamar y castigo a Onan con la muerte. Pero Dios no la condenó por lo que ella hizo con su suegro. Respetando así la integridad sexual de la cultura mesopotámica. De hecho, de esta relación que no cumple los estándares occidentales de matrimonio, nació Fares, antepasado de Jesús.
Cuando el pueblo de Israel paso a convertirse en una nación, Dios delego leyes bajo la Teocracia. Se regulan las relaciones endogámicas, declarándose ilegales ciertas uniones incestuosas, mientras que las relaciones entre primos hermanos son permitidas. Además, YHWH regulo y permitió la poligamia como relaciones familiares válidas. De la misma manera que Dios no prohibió la esclavitud, sino que la legisló, hizo lo mismo con la poligamia en diferentes contextos: la esclava (Éxodo 21:10-11); la herencia de los hijos de diferentes esposas (Deuteronomio 21:15-17); el rey puede tener varias esposas, pero “no demasiadas” (Deuteronomio 17:17).
El Ángel de Yhwh le dijo a Gedeón: “¡El Señor está contigo, guerrero valiente!” (Jueces 6:12). Con la bendición de Dios, Gedeón logro vencer a los enemigos de Israel y convertirse en un juez de la nación. Pese a que tuvo varias esposas y algunas concubinas (Jueces 8:30-31).
Conclusión
Los códigos y los comportamientos sexuales son complejos. El relato bíblico aporta la perspectiva de la cultura. Más allá de intentar mostrar “uniformidad” y “coherencia” en los principios bíblicos, deberíamos aceptar que la cultura y la ética son válidos para la construcción de las relaciones familiares. En vez de clamar la “supremacía teológica” teniendo modelos opuestos y condenados por las leyes civiles en occidente.
De hecho, la poligamia hebrea pierde fuerza con la entrada de las culturas griegas y romanas. Como afirma Manuel Vial Dumas, “no hay compra de la novia ni poligamia como en otras culturas del mundo antiguo. La monogamia además se apoya en el mismo carácter consensual del matrimonio”. La ética y la cultura deben ser tomadas en cuenta y respetadas debidamente, al igual que los relatos bíblicos muestran un respeto por sus entornos culturales. Las relaciones matrimoniales están bien equiparadas y resguardadas en las legislaciones civiles.
La iglesia debería buscar resaltar los puntos de reciprocidad, igualdad, la dignificación y el respeto en las relaciones de parejas. No es cierto que la sexualidad de hoy es más “desenfrenada” que los modelos del AT. Tampoco es cierto que podemos clamar una superioridad teológica por encima de la ética, cuando hay modelos bíblicos, especialmente en la Torá, que claramente son contrarios a la sociedad occidental y no representan los valores sociales.
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Daniel A. Mora, es el editor para AToday Latinoamérica..
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