La influencia protestante y evangélica en el Himnario Adventista
Los himnos que solemos considerar adventista, son una compilación de himnos producido por diferentes compositores, protestantes y evangélicos. El 80% del Himnario Adventista son cantos hechos por no adventistas. Y esto ha sido así, desde que en 1855, James White compiló el primer Himnario Adventista con música que tenía 435 himnos.[1] A partir de allí se incluirían diferentes revisiones, algunas veces ampliadas y otros suplementos.
Además, hay diferencias grandes entre el Seventh-Day Adventist Hymnal, que tiene 695 himnos y el Himnario Adventista que tiene 614 himnos, de los cuales compartimos 262 himnos (43%).
Por otro lado, hay muchos himnos que tienen protección o copyright, por lo que la Iglesia Adventista paga a los propietarios o custodios de estos himnos. En 2011, escuche en la Universidad Adventista del Plata en Argentina, al Dr. Carlos Steger, quien también fue miembro de esa comisión, explicar lo tedioso del proceso. Algunos himnos no pudieron ser incluidos porque no contaban con los permisos correspondientes.
En forma sencilla: sí, la Iglesia Adventista paga por usar los himnos protestantes y evangélicos en su Himnario. Miguel Valdivia, PhD., formó parte del comité de editores que trabajaron sobre la revisión de 2009 del Himnario Adventista, explico que de los 187 himnos para poder usarlos con permisos, 115 himnos eran de autores no adventistas, 59 eran de compositores adventistas y otros eran de dominio público como “Sublime Gracia” (#303).[2]
Por supuesto, los himnos tanto adventistas, como protestantes y evangélicos, utilizan melodías populares o folclóricas. También, los primeros acompañamientos musicales de los himnos adventistas estaban influenciadas por las tonadas de marcha militar del Ejército de Salvación en la década 1890.
Lilianne Doukhan, PhD., en su contribución sobre “La música de la iglesia a través de la historia”, explica como los movimientos de reavivamiento del siglo XIX, de los cuales surgió el adventismo: “produjeron la mayor contribución norteamericana a la himnodia cristiana: los cantos de los campestres y la música góspel. Las palabras de estas canciones usaban un lenguaje sencillo, melodías de tipo folclórico, fáciles de enseñar y contagiosas”.[3]
Las músicas de los himnos no son de origen sagrado, sino propias de las culturas seculares. Por supuesto, con modificaciones melódicas en muchos casos.
Las canciones protestantes y la identidad adventista
Los adventistas no somos la única iglesia que reclama tener una identidad distintiva y única (ej. Mormones, Testigos de Jehová, católicos, etc.). Nuestra identidad adventista se centra en enunciados escatológicos propios, pero no en la música o sus elementos.[4] En el Himnario Adventista tenemos un corolario de himnos, incluso con creencias muy opuestas a los adventistas, pero cuyas letras evocan similitudes con las creencias de base que compartimos.
Tampoco somos los únicos en entornar himnos tradicionales y ser conservadores en nuestro Himnario, de hecho, nuestros cultos son parecidos a otras iglesias protestantes y evangélicas conservadoras. Aquí puedes ver una Iglesia Bautista cantando el himno “Dios descendió”. Por supuesto, ningún adventista se escandalizaría porque tenemos la misma liturgia que otras iglesias anglosajonas conservadoras. Menos se atreverían a decir: “estamos copiando los estilos de otras iglesias, debemos ser diferentes”.
Lo más llamativo es que los himnos tradicionales que entonamos, provienen de autores que afirmaban la inmortalidad del alma, guardaban el domingo, niegan y condenan el juicio investigador, y aunque varios de ellos fueron contemporáneos con Ellen White, no la aceptaban como profeta, y al igual que sus iglesias la verían como charlatana y estafadora.
Sin embargo, compartimos con ellos los puntos de base sobre la Doctrina de Dios, la Doctrina de la Salvación y la autoridad de las Escrituras. Además, como las vivencias propias de la vida cristiana: oración, esperanza, amor, iglesia, entre otras.
Por ejemplo, el canto “Cuando suene la trompeta” (#169), fue compuesto en 1893 por James Milton Black (1856-1938), y se basa en una historia real. Siendo maestro de la escuela dominical, James había invitado a una jovencita pobre de 14 años llamada Bessie. Todos los domingos ella asistía a la Escuela Dominical, hasta que un domingo James paso lista y ella no respondió, había enfermado de neumonía, lo que le causaría la muerte.
Pero James creía en la inmortalidad del alma, como todos los metodistas. Su canto lo entonó en el funeral de Bessie, con la certeza de que ella estaba ya en el cielo. El canto era para dar esperanza a los que están vivos y sean llamados en la Segunda Venida. Alguien podría argumentar que la segunda estrofa del himno dice: “resucitaran gloriosos los que duermen en Jesús”, sin embargo, es una alteración hecha por los adventistas. En el himno original no aparece esto.
Otro caso es Fanny Crosby (1820-1915), una escritora prolifera de himnos metodista, escribió el himno “No te olvides nunca del día del Señor” (#543), el titulo original es: “Don’t Forget the Sabbath”. Los adventistas asociaríamos esto con el sábado, pero en ingles arcaico el sustantivo Sabbath significa un día de observancia religiosa, descanso del trabajo. Fanny escribió este himno pensando exclusivamente en el domingo, como el verdadero día de reposo. En el Himnario Adventista hay 27 himnos de Fanny: “En Jesucristo, mártir de paz” (#360), “A Dios se a la gloria” (#147).
Si bien en 2009 se hicieron algunas alteraciones y supresiones de estrofas a varios himnos, por no concordar con puntos de la fe adventista, por ser largos o repetitivos. Pero esto no influenció la identidad de los adventistas.
Por más de un siglo, los adventistas venimos cantando himnos de autores que no comparten nuestras creencias distintivas y de hecho las rechazan, pero esto no altero la identidad adventista. ¿Por qué ahora si sería diferente cantando canciones contemporáneas protestantes o evangélicas?
Cantos contemporáneos
La revisión del Himnario Adventista en 2009, incluyo algunos himnos de autores protestantes y evangélicos contemporáneos. Concuerdo con Valdivia cuando afirma que estas selecciones de himnos, “refleja en buena medida la edad de los miembros del comité (que oscilaba entre los cuarenta y los sesenta años)” y “si los miembros de la comisión inicial y la comisión interna que hizo d trabajo editorial en ACES hubieran pertenecido a otra generación, indudablemente habrían reflejado otras preferencias en la elección de los himnos”.[5]
John W. Peterson (1921-2006), quien tuvo una influencia en la musica evangélica entre 1950 y 1970, compuso varios himnos y era un bautista conservador. En el Himnario Adventista se incluyeron: “Fue un milagro” (#72), “Dios descendió” (#308) y “Te envío a ti” (#573).
También se incluyeron cantos de Bill y Gloria Gaither, “Cristo, Cristo, Cristo” (#130) y “Él vive hoy” (#436). Por supuesto, estos esposos son famosos por los Homecoming, o conciertos donde hay cantantes cristianos invitados y hacen sus cantos en vivo. Los Gaither se congregan en la Iglesia de Cristo de Anderson, Indiana. Son un movimiento cristiano de santidad con raíces en el arminianismo wesleyano y también en las tradiciones restauracionistas.
Otra destacada cantante evangélica, Doris Akers (1923-1995), nacida de un matrimonio interracial, y compositora góspel/black góspel destacada del siglo XX. Uno de sus himnos más famosos está en el Himnario Adventista: “Dulce Espíritu” (#197). Aquí puedes ver la forma correcta y estilo musical de ese himno, cantado por la propia Akers.
Entonces ¿por qué los problemas?
Los adventistas en Latinoamerica fuimos prejuiciados con la noción de que nuestra identidad se basa en los estilos musicales. Cambiar los himnos tradicionales supone una alteración de la identidad, por lo que la música juega un rol importante. Mientras las tonadas conserven el folclore anglosajón y country, sentimos que estamos dentro de lo correcto. Sin importar si esa musica en el siglo XVIII y XIX, está fuertemente modelada por la cultura secular.
De hecho, hubo resistencia cuando salió la edición de 2009 del Himnario Adventista. Me encontré con varios miembros adventistas adultos que consideraban mejor el Himnario de 1969. En algunas iglesias locales, la resistencia llegó a un punto en que se entonaba solo el Himnario apodado “Antiguo” y no el “Nuevo”. Como si “Nuevo” fuera sinónimo de traición a la identidad adventista.
Hay un desarraigo cultural entre los adventistas latinos, despreciamos y miramos con malos ojos nuestras propias identidades culturales y riqueza folclórica latina. Por supuesto, los primeros misioneros anglosajones que trajeron el mensaje adventista, no vinieron solos, introdujeron sus costumbres e identidad cultural, que coloquialmente le llamamos la “cultura del cielo”.
El resto fue reforzado en el camino por los primeros adventistas nativos, quienes elevaron la musica a lo sacramental como los católicos, dónde los miembros adventistas creen que usar música actual, equivale a apostatar, o que los instrumentos tienen poderes místicos.[6]
Se desarrolló un etnocentrismo, que solo nos ha aislado, y esto solo puede producir una desconexión de nuestro entorno, corriendo el peligro ya presenté de ser irrelevantes en nuestros entornos. El etnocentrismo es la “tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades”.
Algo que, Ellen White no apoyaría, sino en mostrar puentes hacia los otros cristianos, respetando sus creencias. Y evitando cualquier hostilidad o comentarios mordaces al compartir nuestras creencias distintivas. De hecho, Ellen White no tenía problemas en asistir a iglesias metodistas, cantar junto a ellos y compartir puntos de creencias en común.[7]
Lilianne Doukhan identifica los dos extremos sobre al considerar la pregunta de la musica como neutra: “Hay dos puntos de vista principales sobre este asunto. Una de ellas lo aborda desde una perspectiva casi mística y, sobre todo, supersticiosa, otorgando a la música un carácter mágico. La otra adopta una postura materialista: la música no tiene ningún efecto moral sobre el ser humano”.[8]
Mientras que Daniel Plenc, PhD, tiene razón cuando dice:
“¿Qué hay del estilo? ¿Existen orientaciones sobre los estilos musicales más adecuados para la música cristiana? Si por estilo se entiende un género musical específico (balada, blues, clásica, country, criollo, pop, rap, rock, etc.), es evidente que no se encontrarán prescripciones en la Biblia o en los escritos de Elena de White. Ahora, si por estilo se quiere significar una forma de hacer música, o las características que la identifican, sí es posible extraer de la Revelación algunas orientaciones útiles”.
Conclusión
Lo cierto es que los adventistas entonamos cantos protestantes y evangélicos, incluso con trasfondos contrarios a las creencias distintivas de los adventistas. La música juega un rol importante en la adoración, pero no es el centro. Estamos enfocados tanto en los estilos musicales, la procedencia de cantos protestantes o evangélicos, la vestimenta de quienes cantan, pero estamos alejados del centro que es Cristo.
Si hay algo que ha demostrado el tiempo, es que los adventistas seguirán progresando sobre sus comprensiones musicales, puede que en algunas regiones sea a pasos de tortuga, pero los cambios ya se están dando. La identidad adventista no se basa en la música, si fuera por esto, hay varias iglesias protestantes y evangélicas, que son conservadoras en sus Himnos y liturgias.
El que canta himnos del Himnario Adventista no es más adventista del que entona otros cantos protestantes o evangélicos, sea de Marcos Witt, Lilly Goodman o Hillsong. Ya que, siempre hemos cantado y nutrido de la experiencia de otros cristianos que no son adventistas. Por supuesto, siempre será necesario una revisión, pero nuestra identidad no depende de la música, sino de Jesús (Apocalipsis 12:17; 14:1-13).
[1] Daniel O. Plenc, La música que agrada a Dios: Criterios y orientaciones para el Ministerio de la Música (Buenos Aires, Argentina: ACES, 2013), 91; el resumen histórico es sacado de Wayne Hooper y Edward E. White, Companion to the Seventh-day Adventist Hymnal (Washigton, D.C.: Review and Herald, 1988; James R. Nix, Early Advent Singing (Washigton, D.C.: American Division Office of Education, 1988).
[2] Para un breve repaso de la revisión y edición del Himnario Adventista en 2009, véase Miguel A. Valdivia, “El Himnario Adventista del Séptimo Día, su contenido y significado” en En Espíritu y en Verdad: La música y la adoración en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ed. Adriana Perera (Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association, 2013), 53.
[3] Lilianne Doukhan, “La música de la iglesia a través de la historia” en En Espíritu y en Verdad, 28.
[4] Aunque ahora teólogos adventistas como Fernando Canale, PhD. y el filosofo Dr. Raul Kerbs, están intentando afirmar la originalidad del adventismo, deconstruyendo la teología del cristianismo, ver Fernando L. Canale, “Deconstrucción y teología: Una propuesta metodológica”, DavarLogos 1/1 (2002): 3-23; Raúl Kerbs, Deconstrucción de la teología cristiana, vols. 3, 4a y 4b (Libertador San Martín, Argentina: Universidad Adventista del Plata, 2022).
[5] Valdivia, “Himnario Adventista”, 54-55.
[6] Homero Salazar y André Reis, “Filosofía de Himnovasión con respecto a la música como arte cristiano”, En defensa de la musica: Análisis Críticos a la serie: “El Poder Oculto de la Música” de Oliver Coronado, eds. Miguel Ángel Nuñez y André Reis (Ministerio Himnovasió, 2012), e-book, 11.
[7] Véase, Ellen White to James White, Letter 33a, June 23, 1880; Ellen White, “Travels and Meetings in Oregon and Washington,” Manuscript Releases, vol. 16 [Nos. 1186-1235] (Silver Spring, MD: Ellen G. White Estate, 1990).
[8] Lilianne Doukhan, In Tune with God (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2010), 73.
Daniel A. Mora, es el editor para AToday Latinoamérica.
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