El poder de las palabras
¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? (Santiago 3:11)
El martes por la tarde, al entrar con el auto en la entrada de su casa, Crystal sonrió. Había sido un día perfecto. La conversación con su hermana a primera hora de la mañana había sido divertida, ya que ambas habían compartido palabras de aliento sobre las obras de arte de la otra. Más tarde, en el trabajo, su supervisor la había felicitado por un informe que había entregado, y la comida con su esposo, Gary, había estado llena de palabras cariñosas. Crystal se sintió inundada de sentimientos cálidos, casi bailó hasta la puerta principal y entró feliz en casa, preparada para una noche maravillosa.
El miércoles por la tarde, al entrar con el auto en la entrada de su casa, Crystal rompió a llorar. No había sido un buen día. Justo después de comer, uno de sus compañeros de trabajo había hecho, sin previo aviso, un comentario sarcástico dirigido directamente a ella. Más tarde, Crystal escuchó a dos personas enfadadas discutiendo a gritos en el aparcamiento. Siendo una persona sensible, sintió pavor ante las palabras e insultos fuertes. En el almuerzo, Gary había mencionado que Crystal no estaba tan animada como de costumbre. Sintiéndose triste, Crystal se acercó a rastras a la puerta principal y se desplomó en la casa preguntándose cómo era posible que en sólo 24 horas hubiera tanta diferencia en cómo se sentía.
El poder de las palabras influye en nuestras vidas y, para decirlo suavemente, lo subestimamos. Las palabras negativas o positivas pueden cambiar el día de una persona y, muy posiblemente, la trayectoria de toda su vida. Lo sabemos desde hace tiempo por estudios realizados por científicos como J. Lodge y sus colegas, que descubrieron que las palabras negativas sobre uno mismo en niños preadolescentes contribuyen a aumentar la ansiedad. (1)
Piense en lo que ocurre cuando un niño no rompe con este patrón de autoconversación negativa y lo traslada a su adolescencia y edad adulta. Según la neurociencia, incluso una sola palabra tiene la capacidad de elevar nuestro estrés a nivel biológico. Andrew Newberg, M.D., y Mark Robert Waldman, autores de Words Can Change Your Brain, han identificado 12 estrategias diseñadas para reducir o interrumpir los ciclos de pensamiento negativo. Habilidades como desarrollar la paz interior, reflexionar sobre los recuerdos felices, mostrar gratitud y hablar de forma amable ofrecen un plan de juego útil para interrumpir el pensamiento negativo.
El hecho de concentrarse en una palabra positiva activa las porciones lingüísticas del córtex frontal, con el subsiguiente efecto en cadena en otras áreas cerebrales a medida que seguimos concentrándonos en esa palabra. Según los autores, las estrategias de comunicación con las que crecimos son inadecuadas para promover una buena comunicación y no son más que meros restos de nuestros años de infancia y adolescencia. Para aumentar la compasión y la eficacia en la comunicación, necesitamos reeducar nuestro cerebro. (2)
Otros dos puntos llamativos de la lista de Newberg y Waldman eran “hablar brevemente” y “escuchar profundamente”, porque mis valores bíblicos me dicen que mis palabras sean pocas (Ecl. 5:2). Siendo alguien a quien le encanta contribuir a conversaciones profundas, la primera me ofrecerá muchos retos. Como profesora, escuchar es una habilidad que cultivo desde hace tiempo, pero siempre se pueden desarrollar habilidades para escuchar más a fondo.
- Exceso de palabras (hablar demasiado): Cuando somos prudentes en el uso de nuestras palabras, conservamos el poder y la bondad en nuestras vidas.
- Palabras imprudentes: Cuando dejamos de usar palabras imprudentemente ignorando cómo afectan a los demás, experimentamos más paz en nuestras relaciones.
- Palabras negativas y de queja: Cuando cambiamos las palabras negativas por las positivas, reflejamos paz y bondad en nuestras vidas.
- Críticas o juicios de valor: Una vez que dejamos de hablar de los defectos de la gente de forma poco constructiva, liberamos potencial para que la bondad y la esperanza vuelvan a brotar en nuestras vidas.
Si nos ocupamos de estos cuatro aspectos del uso que hacemos de las palabras, podremos empezar a vislumbrar un camino más prometedor en nuestras vidas. Este cambio, a su vez, hará que nuestra visión pase de la tristeza a la alegría. Para que quede claro, no estoy sugiriendo un estilo de vida “Pollyanna” sin una base adecuada en la realidad, sino más bien un nuevo hábito controlado por principios en lugar de sentimientos. Una vida así, creía el apóstol Santiago, está impregnada de abundancia tanto social como espiritual.
Aunque es difícil controlar la lengua, Santiago afirma que hacerlo no sólo es posible, sino también esencial. Es probable que su exhortación atemporal haya ayudado a muchas personas a cambiar su vida de monotonía o impotencia por otra de vitalidad y fortaleza. Saber que podemos hacer este valiente cambio debería avivar nuestros corazones con esperanza, incluso mientras practicamos estos principios de comunicación. Entonces, como afirma Santiago, tendremos un caudal continuo de agua dulce en lugar de salada.
1 Lodge, J., D.K. Harte, and G. Tripp. “Children’s Self-Talk Under Conditions of Mild Anxiety.” Journal of Anxiety Disorders. 12.2 (Mar-April, 1998), 153-76.
2 Newberg, Andrew and Mark Robert Waldman. Words Can Change Your Brain: 12 Conversation Strategies to Build Trust, Resolve Conflict, and Increase Intimacy. New York: Avery, 2012.
3 Schneider, Kirt A. “How Words Control You.” YouTube. Uploaded by Discovering the Jewish Jesus. 19 Feb. https://www.youtube.com/watch?v=ZSZX9-WP2qQ.
Melissa Brotton enseña Literatura y Lengua en la Universidad de La Sierra. Sus áreas de especialización son la literatura británica del siglo XIX y los estudios religiosos. Ha publicado sobre la poetisa Elizabeth Barrett Browning y la ecología bíblica. Pasa mucho tiempo al aire libre, pinta y escribe cuentos y poemas sobre la naturaleza.
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