El peligro de vivir presos de la escatología
Le escribí cartas a toda prisa. Tenía que hacer todo lo posible por salvar al mundo.
Era julio de 1998, y el Papa Juan Pablo II acababa de escribir una epístola apostólica llamada Dies Domini, que pretendía animar a los católicos a redescubrir la importancia del “Día del Señor”, el domingo. A mí, que acababa de cumplir 13 años, me parecía que todas las piezas del rompecabezas encajaban perfectamente. Esta era la señal que todos habíamos estado esperando, el pronunciamiento de la ley dominical, ¡y el comienzo de la persecución de los que van a la iglesia en sábado! Todos nos pusimos ansiosos: ¡el mensaje tenía que llegar a todos los observadores del domingo!
Comenzaba mi primer año de secundaria. Estaba creciendo físicamente, y también aprendiendo nuevos conceptos educativos que mi mente absorbía como una esponja. Me sentía muy presionada para tener éxito en mis estudios, para sacar buenas notas en este nuevo entorno escolar adventista.
El mundo estaba inundado por la alarma del “año 2000”. Había predicciones aterradoras: se produciría un apagón mundial, los ordenadores colapsarían y el caos general se apoderaría de la sociedad. En el mundo religioso se le dio un significado profético. Algunos también vieron un significado escatológico en la aparición del nuevo milenio. ¿Podría regresar Jesús en el año 2000?
Mi nueva escuela estaba involucrada en esfuerzos evangelísticos en el campus. Inspirados por nuestra creencia en el inminente regreso de Jesús, celebramos semanas de oración, reuniones diarias de oración y otros esfuerzos evangelísticos para ganar almas para Cristo. Un grupo de nosotros formó una especie de club de predicadores. Leíamos los libros del Espíritu de Profecía más de lo que estudiábamos los libros de la escuela, incluso durante la hora de estudio escolar. Dejamos de ver las películas “mundanas” que se proyectaban cada sábado por la noche en el comedor. Pedimos permiso para ver sermones en vídeo en la biblioteca, una serie que presentaba a un popular televangelista que estaba celebrando reuniones en el Caribe. El televangelista tenía una voz potente y un porte imponente, características que intentamos imitar. Era muy directo al lanzar verdades sin pelos en la lengua a su público y tenía una presencia electrizante. Asimilamos sus métodos todo lo que pudimos.
Teníamos un fuerte deseo de salvar a la gente de las leyes dominicales y de la persecución, lo que estábamos seguros que ocurriría en los próximos meses. Aprovechábamos todas las oportunidades para predicar, ¡y vaya si predicábamos! Teníamos muy poco tacto.
Ofendiendo a nuestros amigos
Diseñamos nuestros sermones para dirigirlos a los estudiantes no adventistas. Les dijimos con toda claridad que debían abandonar sus iglesias dominicales y unirse a nuestra verdadera iglesia remanente o, de lo contrario, estarían eternamente perdidos. Pusimos de relieve todos los defectos que pudimos encontrar en sus denominaciones y tratamos de mostrarles cómo todas ellas estaban conectadas con la bestia de Apocalipsis 13, que pronto gobernaría el mundo. Cada sermón era una oportunidad para empujar a la gente a tomar una decisión. Algunos estudiantes de otras denominaciones se quejaron a nuestro director del internado de que les estábamos insultando en nuestros sermones. Pero cuanto más se ofendía la gente, ¡más creíamos que habíamos sido eficaces! A veces me horrorizo al pensar cómo debía de quedar yo intentando utilizar el miedo y la manipulación psicológica para instar a la gente a que se uniera a mi iglesia y se salvara.
En mi celo amplié mi evangelismo más allá de la escuela, escribí cartas a uno de mis vecinos, a un amigo de mi padre y a un amigo por correspondencia que acababa de hacer desde Canadá. Las cartas rebosaban celo juvenil, entusiasmo y sentimientos pateticos. No recuerdo la naturaleza exacta de las palabras que utilicé, pero estoy seguro de que eran duras e insensibles. Mi amigo por correspondencia nunca respondió, mientras que el amigo de mi padre y nuestro vecino confirmaron con cierta reserva que habían recibido las cartas. No se convirtieron al adventismo; siendo adultos y con criterio, ignoraron mis ataques ofensivos, pero siguieron manteniendo una estrecha relación con mi familia.
Creo que es importante mencionar que estas dos últimas familias fueron una fuente de ayuda económica y tangible durante mis años de bachillerato, ¡y aquí estaba yo, en mi inmadurez, escribiendo ataques personales contra su fe! ¿Cómo olvidar que, más tarde, nuestro vecino, a pesar de mi provocadora carta, me regaló su camisa personal cuando me quedé sin uniformes adecuados para ir a una nueva escuela de nivel avanzado? Ellos demostraban cualidades cristianas, mientras que yo parecía radicalizado en mi fascinación por las especulaciones escatológicas. Estoy seguro de que sentían lástima por mí, en mis incesantes desplantes y discusiones.
Que yo sepa, la mayoría de los no adventistas a los que predicábamos en aquella época no se convirtieron al adventismo, e incluso algunos de mis amigos que formaban parte del club de predicadores acabaron encontrando sentido fuera de la fe adventista del séptimo día.
Nueva luz
La elección del nombre “Adventista del Séptimo Día” por parte de nuestros pioneros reflejaba la confusión emocional del gran movimiento millerita que había sacudido al mundo. Pero el Gran Chasco asestó un duro golpe a los que habían estado anticipando el regreso de Jesús, y el movimiento se enfrentaba a una posible desaparición.
Sigo creyendo firmemente en la segunda venida de Jesús. Sin embargo, descubrí que éste no es el mensaje más importante que tenemos los adventistas. Tenemos una historia más hermosa que contar, más importante de lo que describe nuestro nombre denominacional. En 1888 la iglesia encontró un mejor fundamento en el mensaje de Waggoner y Jones, que fue plenamente apoyado por la propia Ellen White. Estos jóvenes visionarios aportaron una perspectiva más clara sobre cuál era el mensaje esencial para aquella época. Elena de White escribió,
“Frecuentemente se alude a la brevedad del tiempo como un incentivo para buscar justicia y hacer de Cristo nuestro Amigo. Para nosotros éste no debería ser el gran motivo, porque tiene sabor a egoísmo. ¿Será necesario que los terrores del día de Dios se tengan que colocar delante de nuestra vista para que nos decidamos a hacer el bien movidos por el temor? Esto no debería ser así. Jesús es atractivo. Está lleno de amor, de misericordia y compasión. Él se ha propuesto ser nuestro Amigo, y caminar con nosotros a través de todos los senderos difíciles de la vida.”. Ellen White, Exaltad a Jesús, pp. 92. (Énfasis añadido).
Los dirigentes de la Iglesia se resistieron inicialmente a este mensaje porque representaba un cambio radical en lo que se estaba predicando. Ellen White estaba diciendo que el Segundo Advenimiento no debía convertirse en el tema principal. No debía eclipsar a la persona, el conocimiento y la relación con Cristo. La Segunda Venida sólo era importante cuando se relacionaba con una fe vivencial. No podía haber una Segunda Venida sin Cristo. Esta nueva luz estaba restaurando a Jesús como la verdad central del mensaje del Adviento.
¿Cómo conocer la verdad?
La Biblia dice que aparecerán falsos Cristos antes de que venga el verdadero Cristo. Esto significaría que necesitamos familiarizarnos adecuadamente con la naturaleza del verdadero Cristo si queremos protegernos de caer presas de los engaños del falso. Preocuparnos por lo que creemos que es falso no nos protegerá del engaño. La Biblia dice que incluso los mismos elegidos, si es posible, podrían ser engañados (Mateo 24:24).
Supongamos que la mayoría de la gente nunca ha visto un billete de cien dólares. Un día, una persona llega a la ciudad para decirles que pronto habrá billetes de cien dólares en los bancos locales. Pero no quiere que caigan en la trampa de los billetes falsos. ¿Bastaría con proporcionar numerosos ejemplares de billetes falsos para proteger a los residentes de caer presa de los billetes falsos? Por supuesto que no. Les enseñaría cómo es un verdadero billete de cien dólares. Tienen que estudiar el auténtico billete de cien dólares hasta que conozcan todas sus características. Sólo así se puede estar a salvo de una falsificación.
En lugar de buscar lo genuino en Jesús, pasamos demasiado tiempo estudiando el mensaje falso. Tenemos que dejar de actuar como si cada movimiento en el Vaticano fuera escatológicamente significativo. Más bien, deberíamos seguir al Cordero dondequiera que él va, no al Papa (ver Apoc. 14:14). Tenemos que poner fin a nuestra preocupación por los jesuitas infiltrados entre nosotros, así como por los mensajes subliminales, los obeliscos y las teorías conspirativas. (Yo dejé de preocuparme por los obeliscos una vez que descubrí que la tumba de Ellen White tiene uno). Incluso si hubiera algo de verdad en algunos de estos temores, engendran paranoia, ansiedad y absorben la alegría de la vida cristiana.
Dejemos de intentar salvar a otras personas. Tenemos un único Salvador, que es Jesús el Cristo (ver Fil. 3:20). “Jesús salva” debe resonar en todas partes, sin distracciones. Jesús es el imán que atrae a todos hacia él, y no nuestro nombre denominacional extravagante, ni nuestras dietas veganas: sólo Jesús. Nuestro mensaje central es presentar al mundo el hermoso carácter de nuestro Dios como testimonio (véase Mateo 24:14). Este es el mensaje que puede resistir la prueba del tiempo, aunque el advenimiento siga retrasándose.
¿Cómo conocer la verdad?
La Biblia dice que aparecerán falsos Cristos antes de que venga el verdadero Cristo. Esto significaría que necesitamos familiarizarnos adecuadamente con la naturaleza del verdadero Cristo si queremos protegernos de caer presas de los engaños del falso. Preocuparnos por lo que creemos que es falso no nos protegerá del engaño. La Biblia dice que incluso los mismos elegidos, si es posible, podrían ser engañados (Mateo 24:24).
Supongamos que la mayoría de la gente nunca ha visto un billete de cien dólares. Un día, una persona llega a la ciudad para decirles que pronto habrá billetes de cien dólares en los bancos locales. Pero no quiere que caigan en la trampa de los billetes falsos. ¿Bastaría con proporcionar numerosos ejemplares de billetes falsos para proteger a los residentes de caer presa de los billetes falsos? Por supuesto que no. Les enseñaría cómo es un verdadero billete de cien dólares. Tienen que estudiar el auténtico billete de cien dólares hasta que conozcan todas sus características. Sólo así se puede estar a salvo de una falsificación.
En lugar de buscar lo genuino en Jesús, pasamos demasiado tiempo estudiando el mensaje falso. Tenemos que dejar de actuar como si cada movimiento en el Vaticano fuera escatológicamente significativo. Más bien, deberíamos seguir al Cordero dondequiera que él va, no al Papa (ver Apoc. 14:14). Tenemos que poner fin a nuestra preocupación por los jesuitas infiltrados entre nosotros, así como por los mensajes subliminales, los obeliscos y las teorias conspirativas. (Yo dejé de preocuparme por los obeliscos una vez que descubrí que la tumba de Ellen White tiene uno). Incluso si hubiera algo de verdad en algunos de estos temores, engendran paranoia, ansiedad y absorben la alegría de la vida cristiana.
Dejemos de intentar salvar a otras personas. Tenemos un único Salvador, que es Jesús el Cristo (ver Fil. 3:20). “Jesús salva” debe resonar en todas partes, sin distracciones. Jesús es el imán que atrae a todos hacia él, y no nuestro nombre denominacional extravagante, ni nuestras dietas veganas: sólo Jesús. Nuestro mensaje central es presentar al mundo el hermoso carácter de nuestro Dios como testimonio (véase Mateo 24:14). Este es el mensaje que puede resistir la prueba del tiempo, aunque el advenimiento siga retrasándose.
Escatología y mi realidad en África
Hablo como joven adventista africano que trata de encontrar sentido a la pobreza extrema, al desempleo y a los duros retos económicos que son nuestra realidad cotidiana en este continente. Desde que el mensaje fue predicado por primera vez a mis antepasados, existía la esperanza de que pronto llegaría un día más esperanzador. Sin embargo, las penurias y la inestabilidad de África no han terminado. El Segundo Advenimiento se ha retrasado, si se evalúa según las expectativas de las personas a las que se proclamó entonces.
Me temo que el inminente Advenimiento se utilizó como excusa para ignorar el dolor y evitar buscar soluciones para los males de África. La lucha perpetua de África necesita algo más que lo que los escépticos han tachado de “pastel en el cielo por y para”. Necesitamos una base firme para nuestra fe, no evasiones santificadas. El Segundo Advenimiento no debe utilizarse como un placebo que ignora las realidades presentes y engendra preocupaciones narcisistas. No podemos descuidar la participación activa en cualquier proceso que pueda mejorar nuestro bienestar actual porque esperamos lo que aún está por venir. Esa es una forma de existencia precariamente sombría y existencialmente caótica.
El conocimiento personal del carácter de Dios es reconfortante incluso en medio de realidades caóticas. Dios es nuestro amigo personal que “…está lleno de amor, misericordia y compasión”. Un Dios que quiere que busquemos soluciones a los problemas de la pobreza, el desempleo y las duras condiciones económicas, no que nos limitemos a ignorarlos. Puede que no resolvamos totalmente estos problemas, pero cuando los mejoramos ayudamos a los indigentes a tener un anticipo del cielo.
Ojalá el mensaje del carácter de Dios se convirtiera en nuestra creencia fundamental principal y fundacional. Nos ayudaría a detectar los principios “bestiales” de la coerción, el miedo y los incentivos punitivos cuando y dondequiera que se apliquen. Exorcizaríamos a estos demonios cuando surgieran entre nosotros, en lugar de intentar localizarlos en una catedral en algún lugar de Europa. Este es el mensaje que daría lugar al equilibrio adecuado y al énfasis de otras creencias fundamentales.
No nos servirá de nada seguir predicando el mensaje desde el punto de vista de que Dios es arbitrario, vengativo, exigente, implacable y severo, un Dios que obliga a la gente a creer lo que no entiende. No podemos pensar sinceramente que la gente se sentirá atraída por la pronta venida de un ser tan tiránico y monstruoso.
Pero se sentirán atraídos por Jesús. “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. Juan 12:32
Arthur Sibanda es enfermero especializado en salud mental en Victoria Falls (Zimbabue). Él y su esposa, Mercy, tienen una hija, Nobukhosi Tashanta. Le gusta escribir, componer canciones y cantar, y también participa en un ministerio que ayuda a las personas a superar la ruptura de parejas.