El diezmo y la prueba de mercado
Considera por un momento las diversas formas en que gastas el dinero.
La forma más familiar, porque también es la más frecuente, es comprar algunos “bienes”. Pongo esa palabra entre comillas porque se usa con frecuencia, en economía, como parte de la frase “bienes y servicios”. Un “bien” es algún artículo tangible que compras, a menudo para el consumo, como un refresco o una pizza. Y, por lo general, tienes una selección de marcas competidoras, entre las cuales eliges en función de una variedad de factores como el precio, el sabor, la disponibilidad, etc. Por ejemplo, me encanta un refresco en particular, Vernor’s Ginger Ale, que históricamente se ha hecho en Detroit, Michigan. Ahora está más disponible, pero aún es difícil de encontrarlo donde vivo. Y estoy dispuesto a pagar un precio superior por ello, dentro de ciertos límites.
El punto clave es que con los “bienes” estamos eligiendo, y muchas veces las compras son discrecionales.
El término “servicios” generalmente significa pagarle a otros para que trabajen para ti. Tales servicios pueden ser: el cuidado de niños, el cuidado del césped, la ayuda legal, la consulta para los impuestos, el trabajo de los camareros de restaurantes, etc. Pensamos menos en esta categoría porque la utilizamos con menos frecuencia, pero se aplican las mismas ideas. Elegimos entre opciones y, si existe la posibilidad de repetir el trabajo, probablemente también tengamos en cuenta la satisfacción al decidir si volveremos a contratar al mismo proveedor de servicios. Entonces, si la niñera adolescente se dedica sólo a su teléfono y deja que tu hijo se quede despierto hasta la mitad de la noche comiendo bocadillos, puedes elegir a otra persona la próxima vez.
Pero hay otra categoría de cómo gastamos el dinero.
En realidad, mi uso de la palabra “gastar” es problemático porque creo que esa palabra típicamente connota elección. La categoría en la que estoy pensando ahora involucra obligaciones. Tal vez pueda entenderse más claramente a través del ejemplo de los impuestos. En este caso pagamos sin mucha elección. Supongo que podemos evadir impuestos pero, a menos que tengas un abogado inteligente y turbio, es probable que te atrapen. Los impuestos, sin embargo, son sólo un ejemplo. También hay obligaciones más comúnmente llamadas cuotas, como lo que uno debe pagar a una comunidad de propietarios o a un club. Hay más opciones involucradas en la sub-categoría de cuotas, pero la idea clave es que lo que estamos pagando es algo obligatorio. Así que la satisfacción es mucho menos un factor.
La prueba de mercado
Como mencioné anteriormente, gastar en bienes y servicios implica una elección, que está impulsada por una variedad de cosas, pero que incluye de manera crucial la satisfacción. Entonces, si compramos algo que no nos fue satisfactorio, vamos a tratar de elegir a un competidor la próxima vez. Un término que se emplea a menudo, en economía, para esta idea de elección y competencia, es la prueba de mercado. Es decir, los bienes y servicios compiten en un mercado abierto y se ponen a prueban. Y, en un mercado idealizado, el consumidor decidirá en última instancia el destino de los productores. La calidad y el rendimiento son los recompensados.
El diezmo
Entonces, ¿qué pasa con el diezmo? Hay por lo menos dos aspectos a considerar: la Biblia y la iglesia. Sospecho que, si tienes un conocimiento bíblico, el primer versículo relacionado con el diezmo en el que piensas es Malaquías 3:8:
“¿Robará el hombre a Dios? ¡Pues ustedes me han robado! Pero dicen: ‘¿En qué te hemos robado?’. ¡En los diezmos y en las ofrendas!” (RV, 2015)
Luego, el versículo que probablemente sigue de inmediato es Malaquías 3:10:
“Traigan todo el diezmo al tesoro y haya alimento en mi casa. Pruébenme en esto, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, si no les abriré las ventanas de los cielos y vaciaré sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde” (RV, 2015)
Y si has pasado mucho tiempo en una iglesia que enfatiza el diezmo, como la adventista, estos versículos han sido fuertemente interpretados para sacar dos conclusiones:
- El diezmo es obligatorio, por lo tanto, es como los impuestos.
- La iglesia es el tesoro, así que si no se paga el diezmo a la iglesia, se le está robando a Dios.
Diferenciar entre Dios y la institución
La frase “Me han robado [a Dios]… en los diezmos…” da fuerte evidencia bíblica de que Dios considera el diezmo de alguna manera obligatorio. (También encuentro interesante que “diezmos y ofrendas” son semánticamente iguales, pero me estoy desviando). Sin embargo, el adventismo también vincula a Dios y a la institución, a través del término “tesoro”. Y dado que debes pagar este diezmo ordenado por Dios en algún lugar, tu iglesia institucional es de hecho una opción obvia y razonable. Pero, ¿es este el destino ordenado por el mandato bíblico, sin considerar alternativas? Dicho de otra manera, ¿debes enviar el diezmo a la denominación sin considerar el concepto de una prueba de mercado?
Bueno, el adventismo ciertamente piensa que sí. Aquí está el texto que se encuentra en el sobre de ofrendas de mi conferencia, colocado de manera ubicua en los bancos de la iglesia local.
“Dios es el dueño de todo lo que tenemos. Él nos ha pedido que separemos el 10% de nuestro aumento para reconocer Su propiedad y apoyar el ministerio de Su evangelio en la Conferencia [XYZ] y en todo el mundo”.
Así que el diezmo está ligado a la organización. Pero, en este caso ¿nos basamos en la teología, el pragmatismo y/o tal vez el patriotismo denominacional? Obviamente, es pragmático. Las iglesias tienen obligaciones, desde pagarle al pastor local hasta proporcionar varios tipos de operaciones a nivel mundial. Estas son necesidades legítimas. Pero, ¿no deberían competir con otras opciones (conectadas con la iglesia o quizás humanitarias seculares), mientras aún satisface el principio de un diezmo obligatorio? Los paralelos entre los candidatos al “tesoro” en el mundo de Malaquías y en el denominacionalismo moderno son problemáticos, por decirlo suavemente (ver: Deuteronomio 14:24-26). La falta de una analogía firme debería al menos darnos pausa al considerar el argumento que los une en el sobre de las ofrendas.
La desviación del diezmo
Esta frase se ha utilizado a lo largo de mi experiencia adventista para etiquetar la idea de re-dirigir el diezmo desde la iglesia a cualquier otro lugar. Pero es problemático porque la palabra “desvío” puede tener dos significados distintos: uno descriptivo y el otro condenatorio. La palabra puede simplemente describir lo que sucedió. Por ejemplo, si un río cambia de curso, el agua se ha desviado, a menudo por causas naturales, como una inundación breve. Pero si un carterista “desvía” mi billetera, tenemos un evento moral: el robo. Dentro de la subcultura adventista, la frase “diezmo desviado” generalmente agrega la premisa silenciosa de que algo malo ha sucedido. Así, al desvío se le ha dado un componente moral y, por lo tanto, está prohibido. Como mínimo, creo que es importante notar esto, ya que las premisas ocultas pueden hacer que saquemos conclusiones injustificadas. Solo cuando tales implicaciones se expongan como explícitas, mejorará la objetividad. En esta situación, la pregunta es si pagar el diezmo a algún otro lugar que no sea el adventismo institucional es una violación moral. ¿Estaríamos, de ese modo, “robándole a Dios”?
La complejidad del diezmo adventista
Antes de tratar de considerar si una prueba de mercado es aplicable para el diezmo, es necesario reconocer que, en el adventismo, el diezmo, una vez recibido, se distribuye de acuerdo con una fórmula un poco compleja. Explora el enlace si lo deseas, pero el punto destacado es que puede que apoyes algunos de los destinos del diezmo pero no otros.
Sin embargo, no hay a la carta. Esta distribución es, por supuesto, razonable. Es casi seguro de que cualquier organización que consideres asignará una parte de su donación a la ayuda directa y la otra parte a la administración. No obstante, si planeas aplicar una prueba de mercado a su donación de diezmos, esto podría complicarlo más.
Una razón obvia y generalizada por la que un adventista de tendencia progresista podría enviar su diezmo a otra parte es que no está satisfecho con la dirección en la que los administradores —probablemente a nivel de la Asociación General— están dirigiendo a la iglesia. Pero pueden estar muy contentos con el trabajo de su pastor local. A pesar de ello, el diezmo se divide y financia ambos destinos, en diversos grados. Por el contrario (aunque quizás con mucha menos frecuencia), podría imaginarme a un adventista de tendencia tradicional que apoye plenamente el énfasis central de la iglesia, pero que desee que su pastor local sea reemplazado.
Opciones para quedar satisfechos
Si un dador de diezmo adventista está totalmente satisfecho con la denominación, el tema de la aplicabilidad de la prueba de mercado podría pasar desapercibido. Sin embargo, si hay una insatisfacción, ¿cuáles son las opciones? Oficialmente, el gobierno de la Iglesia Adventista sigue el modelo de democracia representativa. Tenemos reuniones electorales cada pocos años donde los líderes son re-elegidos y se pueden hacer cambios en la organización. Y he participado en muchas de esas reuniones, además de haber servido en comités a nivel de Conferencia y de Unión.
La dura verdad es que este mecanismo es casi totalmente impotente para afectar un cambio transformacional, ya sea doctrinal u organizacional. Los intereses arraigados y el estancamiento ideológico impiden movimientos importantes. De modo que la inercia es severa y el cambio institucional procede de manera extremadamente lenta. Nada de esto constituye necesariamente mala fe entre los participantes. Pero, en tal situación, ¿cómo puede alguien demostrar su insatisfacción?
Creo que sólo queda una opción seria: el dinero. Si tu no quieres dejar la iglesia, pero quieres un cambio, puedes “votar” con tu billetera. Y esta perspectiva, comprensiblemente, genera miedo real dentro de la iglesia institucional. Lo cual es una de las principales razones por las que la organización histórica y consistentemente ha tratado de conectar la entrega obligatoria del diezmo con un destino adventista obligatorio.
Sólo una pregunta
Lo que deseo que mi lector se lleve de este ensayo es bastante simple.
¿Por qué el concepto bíblicamente evidente, pero general, del diezmo, debe vincularse necesariamente por deducción a la posición menos obvia de que se debe enviar a la denominación, o de lo contrario es una violación moral? Los destinos dados en las Escrituras son variados y no tienen similares cercanos en la modernidad. Entonces, como mínimo, creo que es saludable separar estas dos partes y preguntar si la segunda parte de la posición adventista está justificada.
Si no, se abre el camino para que se aplique una prueba de mercado al diezmo.
Rich Hannon es ingeniero informático jubilado. Entre sus pasatiempos más populares figuran la filosofía, la geología y la historia medieval.