Billy Graham y la Gran Mitología Adventista
Por Loren Seibold | 8 marzo 2018 | Translated from English |
La muerte de Billy Graham trajo a mi mente una historia de la primera iglesia donde serví como pastor. Recuerdo que estaba comenzando mi trabajo allí cuando escuché en una discusión durante la Escuela Sabática una afirmación interesante acerca de que, antes del tiempo del fin, Billy Graham aceptaría el sábado y se uniría a la Iglesia Adventista del Séptimo Día. No escuché esto solo una vez, ni tampoco de pasada, sino que era algo repetido frecuentemente. No conozco el origen de esta creencia (personalmente sospecho de Emilio Knechtle, quien conocía a Graham) pero era expresada como si fuera un hecho, y nunca era cuestionado: las personas simplemente afirmaban con la cabeza como si fuera algo que todos los adventistas sabían.
Nosotros, los adventistas del séptimo día, generamos una activa mitología. Generalmente estas historias llegan a la existencia con el objetivo de apoyar nuestras creencias. La conversión de Billy Graham es un ejemplo bastante inofensivo: si, de hecho, una iglesia que tiene menos de 20 millones de miembros se ha de convertir en la catálisis que polarizará a un población mundial de más de 7 mil millones, entonces nos vendría bien tener una respetada figura cristiana de nuestro lado.
No todos nuestros mitos son benignos. Un historia que me ha perseguido por años me fue contada por un empleado de la Asociación General llamado Ben Liebelt, quien predicó en mi iglesia natal cuando yo era niño. El predicador conocía a alguien que conocía a alguien que conocía a alguien que conocía a un pastor que había hecho un tour turístico en una catedral católica recientemente construida en una gran ciudad. Durante el tour, él se alejó del grupo en busca de un baño y accidentalmente abrió una puerta detrás de la cual se sorprendió al descubrir una vasta cantidad de armas y elementos de tortura. En ese momento alguien lo encontró, un sacerdote que sabía que él era un pastor adventista, según recuerdo la historia. “¿Pero que hace todo esto en su iglesia?”, tartamudeó el pastor. “Esto”, le dijo el sacerdote mientras lo sacaba de esa zona prohibida, “será eventualmente usado contra ustedes”. (Mi esposa escuchó la misma historia en otro continente, excepto que en esa versión el hombre era un albañil que entró en una sección sellada de un convento).
Esta anécdota (que tiene todas las características de un mito, incluyendo un origen imposible de rastrear) pareciera decir que, sin importar lo pequeños que seamos, somos una amenaza para el mayor cuerpo cristiano en la tierra, lo cual confirma nuestras creencias y, por lo tanto, implica que todas nuestras afirmaciones (y miedos) deben ser verdaderos.
A veces, con el objetivo de promover nuestra fe, no hemos especialmente cuidadosos en analizar nuestras fuentes. La misma congregación que mencioné al principio se reunía los sábados después del almuerzo para escuchar casetes de John Todd, quien en su tiempo era popular por afirmar que poderes satánicos habían dominado a la mayoría de las denominaciones cristianas, que él había sido el “brujo” personal del presidente norteamericano John F. Kennedy, que los illuminatis (de los cuales él había sido miembro) era la fuerza impulsora detrás de la dominación satánica del mundo y otras cosas sin sentido similares. (He escuchado que Todd fue invitado algunas veces a hablar en iglesias adventistas, aunque no he sido capaz de confirmar ese rumor). El “Padre” Alberto Rivero es otro cuentacuentos que fue utilizado para apoyar la escatología adventista. Rivera ha sido completamente expuesto como un fraude, aunque aún es citado para probar la inexpresable maldad y el inimaginable poder de la iglesia católica.
Uno de los mitos adventistas de mi tiempo era que el arca de Noé había sido encontrada. Ron Wyatt, un enfermero adventista, levantó un popular ministerio basado en el supuesto descubrimiento del arca de Noé y del arca del pacto. En una ocasión, él afirmó haber raspado un poco de la sangre seca de Jesús que estaba sobre el arca del pacto que había descubierto en una cueva secreta bajo el Gólgota. Cuando el ADN fue analizado genéticamente, dio como resultado que solo poseía la mitad de los cromosomas de una persona normal. (Cómo es que las autoridades israelíes, que controlan cada moneda y fragmento de cerámica que se excava, han dejado que un amateur excave bajo uno de los más importantes sitios turísticos nunca ha sido explicado).
Además de la cuestión de qué es lo que motiva a las personas a inventar estas historias, el asunto mayor es por qué tantos de nosotros estamos dispuestos creerlas, y por qué descuidamos temas bíblicos fundamentales como un comportamiento correcto, relacionas pacíficas, fidelidad, y la salvación eterna para seguir lo que solo pueden ser clasificado como “fábulas artificiosas” (2 Pedro 1:16).
Son fábulas porque, oh casualidad, siempre algo impide que sean confirmadas. Las autoridades evitaron que Ron Wyatt regresara a esa montaña en Turquía. Las fotos del arca del pacto salieron borrosas, probablemente por intervención divina. Por supuesto que los católicos, grande mentirosos como son, niegan conocer a Alberto Rivera. Y, ¿realmente esperas que ellos confirmen que tienen ametralladores y cámaras de tortura en los sótanos de las iglesias? Ellos son demasiado inteligentes para hacer eso.
Es esta falta de evidencia que algunos encuentran especialmente convincente. En un artículo online en Adventist Today (un documento que desafortunadamente se perdió debido a problemas con nuestros servidores) yo ataqué la afirmación de Colin Standish acerca de que hay infiltrados jesuitas en la iglesia adventista del séptimo día y le pedí que los mencione por nombre. El Dr. Standish respondió: “Si yo especulara acerca de quiénes son, probablemente me equivocaría. Ellos son demasiado inteligentes como para que yo los identifique”. Pareciera que la imposibilidad de presentar evidencias es una evidencia. De Alberto Rivera escuche decir: “La iglesia católica está detrás de los esfuerzos para desacreditarlo. Por eso sabemos que está diciendo la verdad”. Aunque sabemos que John Todd, más o menos cerca del mismo tiempo, estuvo en prisión por crímenes sexuales (él murió en un hospital mental después de pasar varios años en una prisión de South Carolina por violación), quienes escuchaban sus casetes en mi iglesia insistían que Satanás estaba orquestando una conspiración contra John Todd porque él estaba trayendo cosas ocultas a la luz.
Aunque estas historias tienen el objetivo de reforzar nuestras creencias, en realidad provienen del mismo pozo de idioteces que los secuestros de ovnis, mansiones embrujadas y brazaletes magnéticos terapéuticos. Una de las últimas invenciones de la mitología adventista, acerca que el mundo antediluviano estuvo habitado por científicos con conocimientos avanzados de genética que eran capaces de modificar el ADN de una manera que incluso actualmente no es posible, tampoco es original. Erich von Däniken en su libro Chariots of the Gods? [¿Carrozas de los dioses?] recogió información arqueológica (la mayor parte de la cual resultó que era falsa) para mostrar que los primeros humanos poseían un conocimiento científico avanzado; solo hay que dejar de lado la conclusión de von Däniken de que este conocimiento provino de alienígenas.
Esta clase de cuentos no tiene nada que ver con la Biblia. Son introducidos para impulsar ciertas interpretaciones de la Biblia y hacer algunos de sus detalles más vívidos. Pero de hecho son extra-bíblicos y no merecen que depositemos nuestra fe en ellos de la misma manera en que confiamos en la Biblia. Estos mitos no presentan evidencia real, sus orígenes son sospechosos, si es que pueden ser conocidos, y no son dignos ni de una pizca de fe.
El problema, me gustaría recordarles, no ha sido con los ha sido llamados adventistas progresistas, esos que son acusados de carecer de fe porque no insisten en una coherencia perfecta entre una interpretación verbal literal de las fuentes inspiradas y el mundo real; sino que nuestra cambiante mitología muestra una crisis de fe entre un grupo de adventistas conservadores que parecen estar dispuestos a mezclar en la narrativa casi cualquier cosa que les permita interpretar la Biblia y los escritos de Elena de White en sus propios términos. Mientras que la mayoría de nosotros cree que la Biblia dice la verdad, ellos confían en historias increíbles en un esfuerzo para hacerlas más aceptables para ellos, revelando de esa manera su propia incapacidad de creer en las verdades de la Biblia a menos que estén enmarcadas dentro de sus fantasías.
Esto debe ser de lo que Pablo estaba escribiendo cuando dijo: “Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír. (2 Timoteo 4:3)
Es demasiado tarde para que Billy Graham se convierta en adventista del séptimo día, y esto indudablemente será una decepción para algunos (Aunque no me sorprendería si escuchara la especulación de que secretamente él era uno de nosotros: los mitos como estos son tan importantes que casi cualquier rumor es utilizado)
Sin embargo, dudo mucho que él no llegue al cielo por no unirse a nuestra denominación; si ese fuera un criterio para la salvación no estoy seguro de que me gustaría estar en ella.
Loren Seibold es pastor y se desempeña como el Editor en jefe de Adventist Today.