Tragedia, trauma y animales que hablan
Durante un reciente proyecto de redacción para Adventist Today, el editor Loren Seibold y yo tuvimos una discusión sobre mi uso de la palabra “sublimación”. Ambos teníamos razón, pero él tenía más razón, porque una vez que una palabra poco conocida requiere ese nivel de discusión, es evidente que su uso podría hacer que algunos lectores se perdieran.
Perder lectores no es el objetivo de los escritores, en general.
Este es el tipo de debates que tienen los profesionales y los aficionados sobre las cosas que les gustan, y los aficionados a las palabras no son una excepción. Así que agradezco que Loren haya utilizado sus palabras para luchar contra la tragedia y la pérdida en su artículo: “Lo siento, pero ahora mismo estoy muy enfadado con Dios”. Es valiente y sensible en un tema en el que los comentarios a menudo manipulan la verdad o nos inducen a negarla.
Tiene un precio
Es difícil hablar de la tragedia, y se me ocurre que las palabras trabajan cuando nos enfrentamos a cosas que nunca debieron suceder. Esto se ve ampliado especialmente ahora, cuando todas las catástrofes del mundo están tan cerca de nosotros como la pantalla de nuestro teléfono móvil. Tantas pérdidas, tantos heridos y muertos. Esas cifras pueden llegar a insensibilizarnos hasta que vemos los rostros de los que buscan entre los escombros, de los heridos y de los que lloran. Si prestamos atención, nuestro corazón empieza a hacer cuentas. Cada rostro equivale a una tragedia multiplicada. Muchos de nosotros estamos calculando el coste, pero pocos son lo bastante valientes para decirlo. Hay que decirlo.
Uno de los escritores/investigadores esenciales en el estudio del trauma es el Dr. Peter Levine, cuyos esfuerzos han servido para determinar la forma en que tratamos los daños psicológicos en soldados, víctimas de crímenes, supervivientes de catástrofes y otras personas que sufren el síndrome de estrés postraumático. Descubrió que el cuerpo tiene una respuesta sistemática al trauma y que los peores efectos del trauma se producen cuando este proceso se bloquea o interrumpe. Descubrió que los mecanismos de afrontamiento humanos pueden sofocar la respuesta fisiológica natural al trauma.
Un don y una carga
Cuando leí por primera vez la obra de Levine, me maravilló lo poco práctico y a la vez magnífico que puede llegar a ser nuestro don del lenguaje. Nos lleva a negar y reducir nuestras respuestas traumáticas para poder razonar y resolver problemas y salir del desastre. Sin embargo, esto significa que nos perdemos las fases de afrontamiento que la mayoría de los demás animales procesan normalmente. Como resultado, sufrimos y a menudo nos quedamos atrapados en el trauma.
El lado positivo es que nos permite analizar y tratar nuestras lesiones psicológicas cuando la respuesta traumática propia de los reptiles [término utilizado por Levine para referirse a los mecanismos primitivos de adaptación] falla en nuestros sofisticados cerebros.
Como persona apasionada por las palabras y las inquietudes espirituales, esto me lleva a plantearme algunas preguntas importantes: ¿es el lenguaje en cierta manera sagrado? ¿Es el lenguaje la prueba definitiva de nuestra creación a imagen de Dios, y qué posibilidades hay en esa distinción? ¿Aportan algo las palabras de las historias de Dios y de la humanidad a la forma en que procesamos una pérdida asombrosa?
Trasfondo literario
C.S. Lewis recurre a la fauna para abordar estos problemas. En Narnia hay mamíferos que hablan y razonan como los humanos. Parece superficial hablar de un cuento infantil en el contexto de una catástrofe natural y de un gran número de víctimas, a menos que tengamos en cuenta que Lewis escribía desde una situación similar. Sus hijos Pevensie fueron literalmente enviados a casa de familiares que vivían en el campo para evitar que las bombas los sepultaran entre los escombros de Londres.
Peter, Susan, Edmund y Lucy viven un gran trauma infantil. Están separados de sus padres. Temen la muerte y la separación permanente. Lewis escribe en una época en la que el derrumbe de la cordura y de la sociedad civil en Europa también envió a miles de niños judíos como refugiados a Inglaterra. Tras su huida, casi todos los miembros de sus familias fueron asesinados.
De modo que cuando Lewis plantea una historia de animales que se comportan como humanos, se dirige a un mundo en crisis. Responde con una historia de un mundo oculto que también se encuentra en un conflicto existencial entre el bien y el mal. La victoria se materializa en la alianza entre los ciudadanos de ese mundo, los niños adoptados en ese reino y un León salvador que se entrega a las manos violentas para desvelar una magia más profunda.
Más adelante en la serie, Lewis describe un regreso a Narnia, donde los hermanos se encuentran con animales que han olvidado cómo hablar. Reducidos al instinto y al modo de supervivencia, están debilitados, son violentos y ya no se relacionan. Se nos muestra que la incapacidad de razonar y procesar la verdad puede despojarnos de nuestra humanidad. Frente a la propaganda y el odio que se apoderan de los corazones y las mentes, alimentando una guerra mundial y un holocausto, se trata de una poderosa parábola.
Revisando el trauma
Los lectores sinceros descubren lo que enseñan los profesores de literatura: que cada vez que nos encontramos con una historia, ésta cobra vida. Para cada lector, esta historia sucede por primera vez. Cuando leí sobre la terapia del lenguaje y la imaginación del Dr. Levine en el marco de su terapia de revisión del trauma, sentí un eco en la teoría literaria y en el modo en que el lenguaje da forma a nuestras almas.
El cerebro que interactúa con las palabras no discrimina inmediatamente entre la imaginación y la realidad. Esta es la razón por la que podemos leer un libro y convertirnos tan profundamente en parte de la experiencia al punto de tener que sacudirnos para despertarnos cuando hacemos una pausa o terminamos de leer. Es la razón por la que un breve pasaje o descripción puede crear todo un mundo en nuestra mente y llenarlo de personas que podemos visualizar y llegar a conocer.
Los métodos de lectura
Esta característica del lenguaje no siempre se tiene en cuenta cuando leemos la Biblia. Suele haber dos formas principales de leer y procesar el relato bíblico. En la primera, se toma estrictamente como una lección literal y un libro de normas. Si hacemos esto, los desastres y las guerras se convierten rápidamente en nuevos traumas. Cuando construimos una torre de comprensión literal, sufrimos por ello. Dios se enfada con nosotros. Dios inunda el mundo, ahogándolos. Dios lanza diez plagas, lanza fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, hiere de lepra a hermanas beligerantes, aniquila naciones enteras. Dios nos ordena matar a los vecinos incómodos y a la descendencia de nuestros enemigos.
La aceptación literal de lecciones, leyes y normas supone también que la obediencia perfecta y el conocimiento exhaustivo nos protegerán de todo mal y nos mostrarán el estrecho camino de la salvación. Es una fórmula aparentemente sencilla, pero nunca se consigue en la narración de muertes, exilios y conquistadores del Antiguo Testamento, ni en las persecuciones y ejecuciones del Nuevo Testamento. La Biblia como libro de reglas representa un fracaso.
El segundo método, un enfoque histórico crítico, excava un terreno más profundo. Descubrimos relatos paralelos de la creación y el diluvio en las historias de otras culturas. Identificamos que Job es un registro más antiguo que el Génesis, y que la descripción de los ángeles y la resurrección (muy importante para el adventismo) son un regalo de los zoroastrianos persas. Es importante y estimulante descubrir las raíces de cómo la cultura aclara la historia, pero adoptar una visión estrictamente histórica del contexto sociológico se convierte rápidamente en su propia versión del literalismo.
En un modelo histórico-literal estamos limitados a lo que podemos desenterrar de un mundo deteriorado y dañado. Puede que nos obsesionemos con los mecanismos, en lugar de con el misterio de cada milagro. Podemos exigir un donante de esperma humano para Jesús, lo que desinfla el Magnificat y la intersección que expande el alma de Dios hecho carne. La fe como evidencia de lo que no se ve requiere una libertad que el historicismo por sí solo no proporciona. Entonces, ¿Cómo podemos evitar las limitaciones de estos dos enfoques?
Podemos dejar que la palabra respire. Podemos dejar de luchar con las palabras y dejar que Dios se acerque a nosotros en el texto. Respetando lo instructivo y apreciando lo histórico, podemos experimentar el lenguaje como un conducto sagrado de la palabra viva.
De este modo, entramos en una relación tan antigua como la humanidad. Accedemos al vínculo fundamental con nuestros orígenes como “animales que hablan”: mamíferos, primates, concebidos, nacidos, vivos y moribundos como ellos, pero con la capacidad de describirlo y relatarlo todo. El hecho de que nos diferenciemos de otros animales se lo debemos principalmente al lenguaje, a la expresión detallada de la imagen de Dios que llevamos en nuestras palabras. En ese contexto, tenemos la capacidad de reflexionar tanto sobre la batalla por el universo como sobre nuestras opciones morales cotidianas.
Los ecos sobre el sentimiento de pérdida
Cuando la Biblia aborda directamente esta relación, se convierte para muchos de nosotros en la mejor fuente de esta conversación espiritual divina. Pero esa expresión también está presente en otras palabras: las tensiones entre el bien y el mal, la compasión y el sufrimiento, el amor y el odio, la paz y la violencia, aparecen en las historias, novelas, películas, obras de teatro, poemas y canciones del llamado mundo secular. Se percibe lo que se ha perdido y lo que puede perderse. Hay un choque entre la inhumanidad de la humanidad y nuestras expectativas de justicia. Las historias del mundo contienen el mismo anhelo de amor, rescate, familia y hogar.
Todos estos temas dan testimonio de un significado que va más allá de lo literal o lo histórico. Cada vez que los leemos, en la Biblia o en cualquier otro lugar, la verdad se enciende. La brecha se cruza por un momento, y la experiencia de una realidad mayor se canta millones de veces, una y otra vez. Los textos profanos, tejidos con los elementos sagrados del lenguaje, también tienen sus chispas de inspiración.
Similitudes sugerentes
Si existe una gran controversia entre el bien y el mal en toda la literatura universal, ¿no podría ser un contexto válido también en la Biblia? Si es así, un segmento del texto de Ezequiel 28 puede ser la descripción de un monarca humano despótico, y también el recuerdo de un hermoso ser espiritual convertido en malo por rebelión. La guerra y el conflicto literales descritos en Isaías 14, también pueden ser una batalla espiritual entre el bien y el mal. Comparte el mismo concepto de principados y potestades que luchan por aplastarnos, del que se hace eco Pablo en Romanos 8.
De la misma manera que Dios habita el texto para iluminar conflictos históricos y espirituales, estos textos también pueden conmovernos esta mañana. Reconocemos nuestro orgullo, nuestras trampas y nuestra propia arrogancia cuando leemos Ezequiel, Isaías y Romanos. Con esa conciencia, la palabra viva puede convencernos de que aprovechar nuestro propio poder para triunfar a toda costa causa daños a escala personal y universal.
Los relatos bíblicos no son los únicos que hablan de una tierra frágil y de un apocalipsis inminente. Es un concepto que resuena en las historias seculares de desastres, monstruos y héroes para salvar el día. ¿Cómo se resolverá el problema, quién acudirá al rescate, la espera será corta o larga y cómo nos las arreglaremos mientras tanto? En las historias de conflicto, la necesidad de que prevalezca la justicia es fundamental y urgente. Esta es también la base de por qué el desastre en Turquía y Siria nos parece tan poco amoroso e injusto.
Si no viéramos que Dios tiene que ocuparse de las circunstancias de este mundo, ¿cómo responderíamos? Si éste fuera sólo un mundo físico, si los seres humanos muertos por un terremoto fueran simplemente la intersección de la gravedad y la vida -como insectos atrapados bajo los neumáticos de un camión-, renunciaríamos rápidamente a enviar recursos y ayuda.
Pero nos preguntamos, reflexionamos y persistimos. Con todas nuestras palabras y reflexiones, cada día optamos por seguir siendo humanos, animales parlantes capaces de llorar lo que Dios no parece hacer ante el desastre y la muerte. Cuando nos preocupamos y ayudamos, cuando usamos nuestras palabras para protestar por el reino perdido, lo acercamos. Por ahora nos hacemos eco de las palabras de Pablo y reconocemos que vemos a través de un cristal oscuro. Un día, nos uniremos a la narración de los niños Pevensie, y aquel a quien conocemos sólo en parte “ya no parecerá un León”, sino que será conocido, como nosotros somos conocidos.
Bibliography
Levine, Peter A., In an Unspoken Voice: How the Body Releases Trauma and Restores Goodness. North Atlantic Books. First Edition, 2010.
Lewis, C.S. The Lion, the Witch, and the Wardrobe. London. Geoffrey Bles, 1950.
Lewis, C.S. Prince Caspian— the Return to Narnia. London. Geoffrey Bles, 1951.
Shelley Curtis Weaver vive en la costa del estado de Washington. Es artista de la arcilla, escritora, esposa, madre, abuela y aficionada a cruzar el río de Columbia. Ha editado y colaborado en el programa de recuperación de adicciones The Journey to Wholeness de AdventSource.
Para comentar, dale clic aquí.