Teologías populares
Durante mucho tiempo observé lo que yo llamo “teologías caseras”, es decir, nociones que los creyentes asumen comúnmente, aunque nadie demuestre tener pruebas que las respalden. Se trata de conceptos sencillos que surgen por razones ajenas a la Biblia, pero que se instalan en la mente colectiva de la comunidad cristiana.
Algunos de los que voy a describir aquí no son demasiado dañinos, e incluso pueden tener algún valor como lecciones para los niños. Pero no son bíblicas.
Y, como señalo al final, las teologías populares no siempre son tan inofensivas.
Libros sobre la Biblia
Hace años, cuando era un joven pastor, hablaba con una mujer que consideraba (con bastante justificación) que no había vivido una vida cristiana muy productiva. Mientras enumeraba las tragedias y pecados que se sumaban a su historia personal, añadió lo siguiente: “Pero pastor, en toda mi vida, nunca puse otro libro encima de la Biblia”.
Este es un ejemplo de teología tradicional. No hay nada en la Biblia sobre el orden en que se deben colocar los libros. En los tiempos bíblicos no había libros como los que tenemos hoy. Esta idea proviene de las lecciones que se daban a los niños pequeños en la Escuela Sabática para enseñarles a respetar la Biblia. Sin embargo, a ella le había quedado grabado: era lo único a lo que podía recurrir para reivindicar un poco su conciencia espiritual, aunque admitía que no había asimilado muy bien el contenido del libro.
A mí también me enseñaron cómo colocar la Biblia. Recuerdo que me preguntaba, a temprana edad y de forma bastante literal, si podía llevar mi Biblia junto a mi tesoro de primaria, porque si la sostenía a mi lado, uno de las dos no quedaba arriba claramente. ¿O qué pasaba cuando ponías tu Biblia en posición vertical en una estantería? ¿Podrías poner dos Biblias una encima de la otra?
Posteriormente escuché a un pastor decir que había que deshacerse de las Biblias viejas mediante una ceremonia especial de cremación, lo que me llevó a plantearme más preguntas sobre la naturaleza de la Biblia como libro impreso.
La idea de que la Biblia debía ser venerada como un objeto surge de la creencia de que el mensaje de la Biblia es singular y esencial desde el punto de vista espiritual. La instrucción de que “cuando pongas tu Biblia sobre la mesa, no pongas encima nada” es una expresión tangible de la importancia de la Biblia. ¿Recuerdan cuando el maestro de la Escuela Sabática dijo: “¿Cuántos de ustedes tienen sus Biblias hoy? ¿Levántenlas”? Algo parecido: trozos de papel impreso unidos con pegamento y forrados de cuero constituían la personificación de las verdades contenidas en el libro.
Pero, por supuesto, el objeto es mucho más fácil de honrar que el contenido.
Si hay una base para esta idea, probablemente sea la forma en que los judíos tratan la Torá y los musulmanes el Corán. Los rabinos enseñan “la escalera de la santidad”, que tiene que ver explícitamente con colocar los libros en orden.
Como expresión física de esta escalera de santidad, el Talmud prescribe que un Sefer Torá [una Torá copiada a mano] puede ponerse encima de otro Sefer Torá, pero un solo libro de los Cinco Libros de la Torá no puede ponerse encima de un Sefer Torá. Del mismo modo, un libro individual de los Cinco Libros podría ponerse encima de libros de los Profetas o libros de los Escritos, pero no viceversa.
También el Islam impone restricciones en cuanto a la manera de manejar el libro. Considerarían “inapropiado, por ejemplo, colocar un libro de texto general encima del Corán en un montón y nunca lo tirarían ni lo tratarían con descuido”.
Es bueno tratar con cuidado una Biblia -de hecho, cualquier buen libro-, aunque me parece que respetar la Biblia en su aspecto físico es una consideración menor comparada con tomarse en serio el significado de las palabras que contiene.
Estrellas en tu corona
Mi esposa cuenta que, de niña, se sentía preocupada porque no tendría estrellas ni piedras preciosas en su corona en el cielo, porque no había sido capaz de ganar un alma para Cristo. Su madre acudió al rescate: “Tendrás al menos una”, le dijo ella, “porque fuiste responsable de tu propia decisión de seguir a Jesús”. Eso bastó para tranquilizar el corazón de su hija.
Aunque hay muchas referencias a coronas en la Biblia, no aparece la frase concreta de ganar piedras preciosas de la corona a cambio de almas.
Daniel 12:3 dice:
Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.
Aquí los creyentes sabios son metafóricamente estrellas, pero no hay nada sobre que se les conceda premios a los santos por ganar almas. Este texto se refleja en el himno de William Cushing de 1856: “Cuando venga Jesucristo” [Himno no. 600], en el que las almas son piedras preciosas de la corona de Cristo.
Cuando venga Jesucristo
en busca de joyas,
todo niño redimido
su gema será.
Coro
Como estrellas que brillan
son los niños que le aman;
son tesoros que adornan
al Rey y Señor.
Los adventistas podemos buscar un fuente de esta idea un poco más cerca de casa. En el libro de Elena de White de 1846, The Daystar, ella describe una escena de los 144.000 reunidos en el cielo, y dice: “Algunas coronas aparecían llenas [cargadas] de estrellas, mientras que otras tenían muy pocas”.
Unos años más tarde, en Testimonios, Volumen 3, ella escribe: “Es su privilegio tener estrellas en su corona por las almas salvadas por su intermedio”.
Dirk Anderson, en un excelente ensayo sobre el tema, señala que existen fuentes anteriores. Una es el libro de 1845 de Phoebe Palmer, líder metodista, Entire Devotion to God (Toda devoción a Dios), que estaba en la biblioteca de Elena de White. Escribe Anderson
Palmer aclara ampliamente que las “estrellas” en la corona son la recompensa de quienes trabajan diligentemente para el Señor. La falta de estrellas indica que alguien no trabajó mucho para el Señor. Como prueba de su teoría, ella menciona a un hombre que supuestamente tuvo una visión celestial: “Él notó que las coronas diferían grandemente en brillo. Algunas estaban bellamente adornadas con estrellas, mientras que otras carecían casi por completo de ellas”.
Sabemos que Ellen White se caracterizo por tomar muchos prestamos literarios, ¿podría haber tomado esta idea de Palmer? Posiblemente, pero parece igual de probable que esta pequeña teología popular estuviera flotando por ahí, tal vez como una manera de enseñar a ganar almas a los jóvenes -como dijo una vez Elena de White- para “inspirar [a los niños] con el deseo de ganar estrellas para su corona ganando muchas almas para convertirlas del pecado a la justicia”. (Anderson menciona una referencia al tema en una revista metodista de 1787).
Los himnos reflejan y perpetúan nociones presentes en la cultura. Obsérvese la segunda estrofa del himno 555 “Hoy gozoso medito”, de E. E. Hewitt, de 1897.
Coro
¿Una bella corona de estrellas tendré
por las almas que a Cristo llevé?
Cuando llegue al hogar
de la dicha sin par,
¿la corona de estrellas tendré?
2
De la fuerza de Dios esperando el poder,
trabajar quiero siempre y orar
por las almas, y al fin, cual estrellas, saber
que en mis sienes irán a brillar.
La Biblia dice que los santos serán recompensados por su fidelidad (“Bien, siervo bueno y fiel… ¡entra en el gozo de tu señor!” Mateo 25:21), pero que la recompensa por las almas ganadas se mostrará en coronas cargadas no parece tener apoyo bíblico. Es más probable que los que sean contados como santos hayan hecho su trabajo por Jesús, y no por joyas.
Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos. (Lucas 17:10).
¿Inofensivas o malas?
Muchas de estas teologías populares se originaron cuando alguien intentó que las enseñanzas de la Biblia tuvieran sentido para los niños, y estas sencillas lecciones se incorporaron posteriormente a la teología de los adultos. La gente se aferra a ellas, sospecho, porque tantas de las complejidades de los teólogos son, en el mejor de los casos, poco útiles para la gente normal, y tienden a saturar nuestras mentes con simples distracciones.
Los ejemplos anteriores no tienen nada de malo, y es posible que aporten algunas lecciones útiles. Sin embargo, otras teologías infantiles no son tan benignas. Los niños que se han criado con la teología popular de que Dios sólo ama a los niños obedientes y se enoja con los desobedientes tienen una imagen equivocada de Dios. Elena de White escribió cierta vez:
Dios odia a los niños traviesos que se portan mal y son malcriados. No los salvará en el tiempo de angustia. -junto con sus padres, añade.
Esto hace que Dios pase de ser un ser amoroso, de carácter amable y bondadoso, a ser un ser severo y colérico, lo que no es casual que muchos adultos adventistas sigan viendo a Dios más como un ser de juicio que de gracia, y traten a los demás como tal. Las teologías del legalismo y del miedo, las teologías que son triviales y excluyentes e incluso de odio, son también teologías populares que atraen a las mentes sin madurez.
Tales ideas están lejos de ser inofensivas. Nadie va a ver afectada su felicidad por el hecho de que las Biblias estén bien colocadas, pero sí por el hecho de que se nos enseñe que Dios está enfadado y es exigente con las cosas pequeñas, un Ser interesado sobre todo en lo que comemos o a qué iglesia pertenecemos o si vamos a nadar el sábado por la tarde. Ninguna clase de crecimiento espiritual depende del tipo de corona que uno espera en el cielo, pero sí influye si uno cree en un Dios insignificante que valora más las pequeñas apariencias que el carácter y la bondad.
Me temo que los adventistas nos hemos familiarizado demasiado con esta visión poco madura de Dios. ¿Qué hará falta para que más de nosotros veamos a Dios como grande, bondadoso y comprensivo, en vez de caprichoso y desagradable?
Loren Seibold es el Editor Ejecutivo de Adventist Today. Este artículo se publicó originalmente en Intersections, la revista regional de la iglesia de Glendale, California.
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