Una perspectiva sobre las mujeres en el ministerio adventista
En 1968 se registró un cambio decisivo para el adventismo. No sólo fue el comienzo de la revista Adventist Forum & Spectrum (es decir, el inicio de la prensa autónoma del adventismo), sino que también fue el año en que se re-descubrió una importante declaración de Ellen White.
Setenta y tres años antes cuando Ellen White vivó en Australia, fue testigo del trabajo que estaban haciendo las mujeres en el entonces nuevo territorio de la Unión Australasia. Ella escribió la siguiente declaración de en 1895:
“Aquellas damas que tienen voluntad de consagrar algo de su tiempo para el servicio a Dios debieran ser encargadas para visitar a los enfermos, atender a los jóvenes y ministrar a los pobres. Debieran ser separadas para esta tarea por la oración y la imposición de manos. En algunos casos necesitarán el consejo de los dirigentes de la iglesia o del pastor”. Pero si son mujeres consagradas que mantienen una comunión vital con Dios, serán un poder para el bien en la iglesia. Este es otro medio para fortalecer y hacer crecer la iglesia. Necesitamos agregar nuevos métodos de labor… No se debe atar ninguna mano, no se debe desalentar ningún alma, no se debe callar ninguna voz; que cada individuo trabaje, privada o públicamente, para ayudar a llevar adelante esta gran obra”.
Esta declaración fue redescubierta en 1968, más o menos al mismo tiempo que la División Noreuropea pidió orientaciones a la Asociación General sobre la posibilidad de ordenar a mujeres cualificadas que estaban teniendo éxito como pastoras en el territorio de su División (Finlandia). A principios de la década de 1970 llegaron a la Asociación General peticiones similares de líderes de la Iglesia en China.
Así fue como la Asociación General creó en 1973 el “Comité sobre el Rol de la Mujer en la Iglesia” (formado por catorce mujeres y trece hombres), que se reunió en Camp Mohaven (Ohio) para estudiar estas cuestiones. Fueron convocados para tratar la declaración de 1895 redescubierta y las recientes peticiones específicas. La comisión incluyó 26 documentos de estudio que reflejaban diversidad, aunque hubo un notable consenso sobre lo siguiente:
- Que las mujeres sean ordenadas como Diaconisas y Ancianas;
- Iniciar un programa para que las mujeres sirvan en el ministerio pastoral y evangelístico en áreas seleccionadas y que se les otorguen licencias ministeriales;
- Si la reacción de las iglesias locales era positiva al cabo de dos años, se debería llevar una moción en la Sesión de la Asociación General de 1975 para aprobar la ordenación de mujeres como pastoras en los lugares apropiados;
- No existe evidencia bíblica que impida la ordenación de mujeres como pastoras.
El Concilio Anual de 1973 “recibió” el informe y pidió que se siguiera estudiando. En el siguiente Concilio de 1974, se dijo que “no había llegado el momento” y animó a que se siguiera estudiando. Luego, en la Reunión de Primavera (marzo) de 1975 se decidió que:
Las mujeres pueden ser ordenadas como Ancianas y Diaconisas de la iglesia local con las siguientes estipulaciones: cada iglesia debe consultar con su Asociación local, y cuando se pueda demostrar que las necesidades espirituales de la iglesia local se satisfacen mejor con ancianas, y que las ancianas no crean desarmonía en la iglesia, y cuando una clara mayoría esté a favor de la ordenación de ancianas, se puede proceder.
La “iglesia no estaba preparada para avanzar” con respecto a la ordenación de mujeres pastoras. Pero las cosas no se detuvieron ahí. En esa misma reunión, se cambió la política para que las mujeres pastoras ya no pudieran recibir licencias ministeriales. Sólo podían recibir credenciales de misioneras, lo que significaba que ya no estaban en el camino hacia la ordenación.
Uno podría preguntarse por qué hubo tal desconexión entre las recomendaciones del Comité Mohaven y la Reunión de Primavera de 1975. Y volveremos a esa pregunta. Sin embargo, la pastora Josephine Benton, una mujer ministra de la Asociación de Potomac a quien se le revocó su licencia ministerial debido a esta decisión de 1975, planteó una pregunta diferente. ¿Cuánto tiempo hacía que las mujeres pastoras de la Iglesia Adventista tenían licencias ministeriales?
Mujeres pastoras en el adventismo del siglo XIX
Benton comenzó a investigar en los Archivos de la Asociación General con la ayuda de un joven asistente de investigación, Bert Haloviak. En su investigación se enteró de que las mujeres pastoras adventistas habían estado recibiendo licencias ministeriales durante más de 100 años, desde al menos el año 1870 (y dentro de los siete años siguientes a la creación de la denominación).
Dado que, para 1881, las mujeres pastoras habían estado recibiendo licencias ministeriales durante más de una década con ministerios exitosos, pero no habían sido ordenadas (y por lo tanto no podían llevar a cabo bautismos y otras ceremonias), las siguientes resoluciones de la sesión de la Asociación General no son sorprendentes:
- Resuelto, Que los candidatos para licencias y ordenación sean examinados con referencia a su aptitud intelectual y espiritual para el desempeño exitoso de las tareas que les recaerán como ministros licenciados y ordenados.
- Resuelto, Que las mujeres que posean las calificaciones necesarias para ocupar esa posición, puedan, con perfecta propiedad, ser apartadas mediante la ordenación para trabajar en el ministerio cristiano” (Signs of the Times, 5 de enero de 1882, p. 8.)
Mientras que la primera resolución fue aprobada, la segunda no volvió a mencionarse. Historiadores y administradores de la Iglesia discuten sobre el significado de este silencio. Pero, teniendo en cuenta esta historia de 100 años y las recomendaciones de Mohaven, ¿por qué las acciones retrógradas de 1975? En lugar de avanzar cuidadosa pero decididamente, la Iglesia en realidad retrocedió y retiró las licencias ministeriales a las mujeres pastoras después de 100 años de concederlas. ¿Por qué? ¿Qué estaba ocurriendo?
Al menos parte de la respuesta a la pregunta radica en nuestra ignorancia sobre la historia adventista – una triste ignorancia sobre las muchas mujeres que durante el siglo anterior habían servido a la iglesia como ministras con licencia. Pero hay otro aspecto importante de la respuesta sobre lo que ocurría en la iglesia en 1975. Esta parte de la respuesta tiene que ver con el dinero. En la División Norteamericana se estaba desarrollando un conflicto de fondo.
Hasta 1975, la Iglesia Adventista tenía una interpretación común del papel y la función del ministro. Recibía formación ministerial (la misma para hombres y mujeres), y durante un “tiempo de prueba” recibía una licencia ministerial. Si el ministro demostraba el fruto de lograr bautismos y no había problemas particulares, entonces, después de varios años, un ministro era ordenado y recibía credenciales de ordenación que le daban autoridad para bautizar, celebrar la comunión, matrimonios y servicios funerarios. Aunque no hay pruebas de que el “tiempo de prueba” de las mujeres ministras llegara a su fin, sí tenemos pruebas de que la Sra. White recibió credenciales de ordenación.
No estoy sugiriendo que Elena de White participo en un servicio en el que ministros varones le impusieran las manos. Pero sí estoy sugiriendo que la gente levantó la mano para votar sus credenciales de ordenación año tras año. En lo que respecta a la política publicada de la iglesia y como se evidencia en muchos documentos de la iglesia, las pastoras ya en 1870 recibían la misma formación que los pastores. Se les pagaba con los fondos del diezmo y llevaban licencias ministeriales, y al menos una mujer tuvo credenciales de ordenación durante varios años.
El problema del dinero
Durante la década de 1960, los dirigentes de la iglesia se enfrentaron a un problema de dinero cada vez mayor en relación con su ministerio. La Agencia Tributaria (IRS) había notificado a la denominación en Norteamérica que los ministros con licencia debían estar autorizados y ser capaces de hacer todo lo que un ministro ordenado podía hacer para que se les concediera el subsidio eclesiástico y otros beneficios fiscales. Si los ministros licenciados que aún no han sido ordenados no son iguales que los ordenados, no pueden beneficiarse de las deducciones fiscales. De hecho, la denominación tendría que pagar impuestos atrasados por todos los años anteriores en los que había reclamado el subsidio para los ministros con licencia. Esto se habría producido durante muchos años en el pasado y amenazaba con ser una posibilidad muy costosa… en millones de dólares. Algunas conferencias ya habían recibido demandas del IRS amenazando con el embargo de sus propiedades.
En 1966, cuando Robert Pierson se convirtió en presidente de la Asociación General y Neal Wilson en presidente de la División Norteamericana, heredaron el problema del IRS. La cuestión era, ¿cómo podía la iglesia definir a aquellos con licencias ministeriales pero aún no ordenados de una manera que cumpliera con las normas del IRS? Este problema tardó más de una década en resolverse. Pero la necesidad de resolver el problema llegó en un momento crucial – al mismo tiempo que las recomendaciones de Mohaven.
Justo cuando la declaración de Ellen White de 1895 estaba siendo redescubierta y justo cuando Mohaven estaba recomendando que nada en las Escrituras o los escritos de Ellen White prohibía que las mujeres fueran ordenadas (de hecho, la declaración de 1895 alentaba la ordenación de las mujeres al menos como Diáconos y Ancianas), y justo cuando la Comisión Mohaven sugería que la iglesia avanzara cuidadosamente con las mujeres pastoras con el plan de su eventual ordenación como ministras del Evangelio, los pastores Pierson y Wilson sentían una gran presión para solucionar el problema del IRS.
Si los deberes del pastor licenciado y del pastor ordenado se fusionaban, el IRS quedaría satisfecho; pero entonces las pastoras licenciadas podrían desempeñar los mismos deberes que los pastores ordenados. Esto resultó ser un problema. Recordemos que, en la Reunión de Primavera de 1975, se consideró necesaria la revocación de las licencias ministeriales de las pastoras porque se ampliaron las funciones de los ministros licenciados. En esa reunión se resolvió que cuando las mujeres “con calificaciones y experiencia adecuadas puedan desempeñar funciones ministeriales, sean asignadas como pastoras asistentes, siendo sus credenciales licencia misionera o credencial misionera”.
Así de fácil, después de haber tenido licencias ministeriales durante más de 100 años, las mujeres pastoras ya no podían tener licencias ministeriales. Ya no estaban en el camino hacia la ordenación. Al mismo tiempo, los hombres con licencias ministeriales en camino a la ordenación podían realizar servicios de comunión, bautismos y funerales – siempre y cuando fueran ancianos de la iglesia local.
El presidente de la División Norteamericana, Neal Wilson, escribió al IRS en diciembre de 1975 declarando que: “el papel del ministro licenciado ha sido redefinido por la Iglesia ASD”. Lo que podría haber añadido era que las mujeres ministras también habían sido redefinidas por la iglesia. Cuando este cambio en la definición de un ministro licenciado tuvo que ser ratificado por el Concilio Anual en 1976, la propuesta del Pastor Wilson decía: “Un ministro licenciado está autorizado por el Comité Ejecutivo de la Conferencia para desempeñar todas las funciones del ministro ordenado en la iglesia o iglesias donde esté asignado”. Pero los Presidentes de Unión y los oficiales de División del campo mundial más allá de los Estados Unidos no estuvieron de acuerdo y devolvieron la propuesta “para estudio adicional”. Más tarde, cuando el informe regresó, lo hizo con la disposición de que los Comités de División podrían asignar funciones a los ministros licenciados cuando “circunstancias especiales” exigieran una “consideración especial.” Esto se votó el 20 de octubre de 1976 permitiendo a las divisiones flexibilidad a la hora de definir los deberes de los ministros adventistas.
En una sesión por la tarde de ese mismo día, los delegados del Concilio Anual de la División Norteamericana -sólo la División Norteamericana, reunida como parte de su reunión anual- votaron “sí” a la propuesta del pastor Wilson. La definición de ministro sería diferente en la División Norteamericana que en cualquier otro lugar dentro de la iglesia mundial. Esta acción no se mencionó en el informe sobre el Concilio Anual de la Conferencia General publicado en la Review (11 de noviembre de 1976). Sin embargo, en un artículo posterior de la Review (30 de diciembre de 1976), el pastor Wilson explicó que “con el fin de preservar la unidad y la fortaleza de la iglesia”, el Concilio Anual había “votado enmendar la política que regula a los ministros licenciados para proporcionar la libertad y flexibilidad apropiadas dentro de cada División de la Asociación General”. Al parecer, la iglesia mundial tendría que convivir con una diversidad de políticas a la hora de definir al ministro, al menos cuando había tanto dinero de por medio. La cuestión de los beneficios fiscales se había resuelto para los pastores varones, a expensas de las pastoras. Nuestra teología del ministerio y la práctica de la ordenación estaban determinadas por la economía, no por las Escrituras.
Por supuesto, la mayoría de la iglesia no conocía esta historia; la mayoría no la conoce ni siquiera hoy. Pero a medida que las iglesias locales se fueron enterando del cambio de política para permitir la ordenación de mujeres como Diaconisas y Ancianas, el tema pronto se convirtió en el centro de atención, especialmente cuando las iglesias locales se esforzaron por conseguir una “mayoría clara” de sus miembros a favor de las mujeres Ancianas. Quienes estuvieron en primera línea de estas discusiones congregacionales tienen muchas historias que podrían contar sobre la primera mujer anciana ordenada y cómo la feligresía lo celebró, o se tomó su tiempo para aceptarlo. Tal vez recuerde cuando una mujer ocupó por primera vez el cargo de primera Anciana de su iglesia. A finales de la década de 1980, en Norteamérica serían ordenadas 960 mujeres como Ancianas y servirían en sus iglesias locales.
Mujeres pastoras en el bautisterio
A mediados de los años 80, la atención volvió a centrarse en las mujeres pastoras. El 11 de febrero de 1984, el Comité Ejecutivo de la Asociación Potomac autorizó a ocho ancianos locales ordenados -entre ellos tres mujeres- a realizar bautismos en sus iglesias locales. No he encontrado nada que sugiera que los cinco hombres que realizaron bautismos en ese momento crearan alguna controversia. Sin embargo, en la década de 1980 las mujeres pastoras que bautizaban causaron bastante revuelo. Hay una larga y compleja historia detrás de los acontecimientos del verano de 1984, y se puede leer en Spectrum, que ha seguido este tema durante décadas.
Ese otoño, el Consejo Anual votó a favor de convocar una Comisión sobre la amplia cuestión del “Papel de la Mujer en la Iglesia”. La primera reunión de esta nueva Comisión tuvo lugar en marzo de 1985, concluyendo de nuevo que se necesitaba más estudio. El pastor Wilson declaró en esta Comisión que sus puntos de vista habían cambiado sobre esta cuestión. Mientras que inmediatamente después de Mohaven veía con buenos ojos la ordenación de mujeres, ahora había cambiado de opinión. Me parece curioso porque fue a mediados de los años 80 cuando me pidieron que diera una semana de oración en la Asociación General para los empleados. Yo asistía a la universidad local de día y ocupaba el cargo de pastor de la asociación de estudiantes. (Yo tenía alrededor de 17 años.) Recuerdo haber compartido historias de los evangelios esa semana en el culto matutino. También recuerdo al pastor Wilson hablando conmigo una de esas mañanas después de dar la charla en el culto. Me animó a no rendirme. Me dijo que se estaban produciendo cambios y que no tardaría mucho. Seguramente para cuando terminara la universidad, me aseguró.
En 1988 tuvo lugar el segundo Comité sobre el Rol de la Mujer, y luego en 1989, el tercer Comité sobre el Rol de la Mujer. Mientras la Asociación del Sureste de California comenzaba labores de su Grupo de Trabajo para la Inclusión de Género, el tercer Comité recomendó una interesante combinación de sugerencias para la siguiente Sesión de la Asociación General: “no” a la ordenación de pastoras, pero “sí” a permitir que las pastoras no ordenadas realicen bautismos y matrimonios. Esto último se convirtió en una política después de la Sesión de la Asociación General de 1990 en Nueva Orleans.
Yo había terminado la universidad en 1989 y acepté una invitación para unirme al equipo pastoral de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Kettering (Asociación de Ohio) en mayo de ese año. Esto significaba que al final del verano siguiente, por primera vez, podría bautizar a alguien a quien había preparado para el bautismo.
Votación para permitir que las Divisiones decidan
En la siguiente Sesión de la Asociación General en Utrecht (1995), la División Norteamericana pidió a la iglesia mundial que permitiera a cada división decidir sobre el asunto. Fue denegada (673 a 1.481; 31% a 69%). El sábado siguiente, en la clase de Escuela Sabática que Roy Branson impartía en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Sligo (Takoma Park, Maryland), escuché a un grupo de delegados que acababan de regresar de Utrecht. Informaron sobre lo que habían presenciado en la sesión. En el transcurso del debate en clase, los miembros de la iglesia empezaron a convencerse de que, para nuestra congregación local, “había llegado el momento”. Siguieron muchas conversaciones y sesiones de oración, incluida una sesión de trabajo en la que se votó abrumadoramente a favor de seguir adelante con un servicio de ordenación local. Esta congregación había acogido a pastoras desde 1973. Había llegado el momento.
El 23 de septiembre de 1995, la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Sligo ordenó a tres mujeres al ministerio evangélico en un culto de la iglesia local el sábado por la tarde. Norma Osborn, Penny Shell y yo fuimos ordenadas. No recibimos la aprobación oficial de la Asociación de Potomac ni de la Unión de Columbia. Más tarde ese mismo año, las tres volamos al sur de California para participar en los servicios de ordenación de Madelyn Haldeman y Hallie Wilson (Iglesia de la Universidad de La Sierra) y Sheryl Prinz-McMillan (Iglesia Victoria de Loma Linda). En 1996, Margo Pitrone fue ordenada en la Iglesia ASD de Garden Grove. En dos años, siete mujeres fueron ordenadas como pastoras en el contexto de sus iglesias locales.
En 2005, presencié mi primer servicio de ordenación-comisión aquí mismo, en este lugar, cuando las pastoras Chris Oberg y Devo Kritzinger participaron juntos en un servicio que les otorgó credenciales idénticas.
Sesiones constituyentes de dos Uniones en 2012
En 2012, dos Uniones en su sesión constituyente votaron a favor de ordenar ministros calificados sin tener en cuenta el género. En la Unión de Columbia, una mayoría del 80% votó a favor de esta recomendación. En la Unión del Pacífico, una mayoría del 79% votó a favor de esta recomendación. A continuación, en estas dos uniones comenzaron a celebrarse servicios de ordenación. Y en la Unión del Pacífico, los ya comisionados o los que habían pedido licencias de comisionados en solidaridad con sus colegas mujeres recibieron credenciales de ordenación.
En 2013, la Asociación del Sureste de California eligió a Sandy Roberts como su presidenta (72% a favor). Ese mismo año, el Comité Internacional de Estudio de la Teología de la Ordenación (TOSC) se reunió por primera vez en Laurel, Maryland. Se informó a los 106 delegados de que se trataba del primer comité de estudio de este tipo, con una delegación internacional representativa. Al final de los dos años de estudio, en un aparente cambio de opinión diseñado al parecer para disminuir su influencia, se nos dijo que incluso este grupo estaba formado mayoritariamente por delegados de la División Norteamericana.
Lo que a menudo no se entiende sobre la TOSC es que simultáneamente cada División tenía Comités de Investigación Bíblica (BRC) que se reunían regularmente para discutir la cuestión de la ordenación de mujeres. El plan era que cada División compartiera documentos con el Comité Internacional, que presentaría una declaración de consenso al Concilio Anual en 2014, y luego tal vez a la Asociación General en 2015. Los informes de las Divisiones incluyeron a seis Divisiones que dijeron “sí” a la ordenación de mujeres pastoras cualificadas en sus territorios. Seis divisiones dijeron “no”, pero estaban abiertas a que otras Divisiones lo hicieran. Y una División dijo “no” para ningún territorio. La discusión en la Sesión de la Asociación General en julio de 2015 en San Antonio no reflejó el énfasis general de los informes de las Divisiones que habían llegado a la TOSC.
Conclusión
Lo que ha quedado claro es que, desde San Antonio, algunos de los documentos de la TOSC han permitido que la teología aberrante sea abrazada por segmentos de la iglesia, incluyendo la teología de la jefatura con su elevado enfoque jerárquico y tendencias antitrinitarias. En los últimos meses, dirigentes de dos Uniones diferentes han expresado su preocupación por el hecho de que muchos de sus pastores estén tratando ahora con miembros que abrazan puntos de vista antitrinitarios.
En 2016, la conversación pasó de la cuestión de la ordenación a una de gobierno y disciplina, ya que las Uniones vieron el voto “no” en San Antonio como una manera de mantener el statu quo, es decir, la ordenación sigue siendo decidida a nivel de Unión (que fue la redacción real de la votación), pero el liderazgo de la Asociación General entendió que el voto “no” es una declaración de que las Uniones ya no pueden tomar esta decisión.
En el Consejo Anual de 2017 se debatió un documento de “unidad” que contemplaba medidas disciplinarias por “incumplimiento” por parte de las Uniones. La pregunta clave subyacente fue: ¿Quién puede destituir a los ministros? Los delegados del Consejo Anual votaron para devolver el documento al Comité por inconsistencias.
Este artículo fue publicado en inglés por Spectrum, traducido y adaptado con permiso.
Referencias
Benton, Josephine. Called by God: Stories of Seventh-day Adventist Women Ministers (Smithsburg, MD: Blackberry Hill Publishers, 1990).
Dwyer, Bonnie, ed. Spectrum “Women’s Ordination: Historic Votes in the North American Division,” Fall 2012 (40:4), pages 21-49.
Haloviak, Bert. “Longing for the Pastorate: Ministry in 19th Century Adventism” (unpublished manuscript, Center for Adventist Research, James White Library, Andrews University, Berrien Springs, MI, 1988).
Haloviak, Bert. “Money and Theology: IRS and the Redefining of SDA Ministry” (1996). http://whyperish.upa7.org/wp-content/uploads/2010/08/money_theology-sdas.pdf
Haloviak Valentine, Kendra. “Ordination: Disentangling the Gordian Knot” (Pacific Union Conference Online Sources) http://session.adventistfaith.org/uploaded_assets/424939
Haloviak Valentine, Kendra. Online presentation version of this paper https://spectrummagazine.org/news/2018/live-stream-50th-anniversary-adventist-forum-conference
Maxwell, C. Mervyn. “How Money Got Us Into Trouble,” Adventist Affirm (1998). http://www.adventistsaffirm.org/article/140/women-s-ordination-faqs/3-how-money-got-us-into-trouble
Watts, Kit. “Appendix 5: An Outline of the History of Seventh-day Adventists and the Ordination of Women,” The Welcome Table, Patricia A. Habada and Rebecca Frost Brillhart (Eds.), (TEAM Press, 1995), pages 334-358.
Kendra Haloviak Valentine, PhD es especialista en Nuevo Testamento y Decana de Educación General de la Universidad Adventista de La Sierra.
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