¿Mi iglesia es un buen samaritano?
Desde pequeños, conocemos esta historia. La hemos visto retratada en ilustraciones y pinturas. Incluso hay una estatua del Buen Samaritano en el campus de la Universidad de Loma Linda.
Es una historia maravillosa. Enseña una buena lección. Queremos que nuestros hijos la escuchen.
Pero nos resulta difícil hacerlo.
Anoche volví a escuchar la historia mientras mi esposo la leía de El Deseado de todas las gentes. Esta vez me llegó al corazón de una manera diferente y profunda.
Sé que puede haber sido uno de los textos que “ella” copió de otra fuente. Pero no me importa. El mensaje es verdadero, tan verdadero hoy como cuando se contó por primera vez.
Mientras escuchaba, me preguntaba por qué, en tantos aspectos importantes, no veo que mi iglesia viva la historia del Buen Samaritano.
Ha sido mi iglesia desde que era niña, fue la iglesia de mis padres, abuelos y bisabuelos quienes la oyeron hablar hace tantos años.
Pero, ¿durante cuánto tiempo podrá ser mi iglesia si no actúa como un vecino, como un “buen samaritano”?
¿Quién es mi prójimo?
- ¿Es mi hermano-sí, mi verdadero hermano de carne y hueso-quien luchó toda su vida tratando de ser “heterosexual”; quien se puso en contacto con el Dr. Harold Shryock, entonces el gurú de la sexualidad adventista; todo en vano, hasta que finalmente se dio por vencido? ¿Qué murió sin que ningún “ministro” adventista estuviera dispuesto a atender sus necesidades espirituales o las de su familia?
- ¿Son los hijos trans de mis amigos los que ya no encuentran una iglesia adventista como familia, sino que encuentran la tan necesaria familia espiritual dentro de otra comunidad que los acepta?
- ¿Es la joven adolescente embarazada por un pastor de la iglesia y que ahora necesita abortar?
- ¿Son los hijos homosexuales de amigos que ya no encuentran seguro adorar en una iglesia adventista?
- ¿Es la joven que revela que un familiar abusó de ella, pero a la que no quieren creer?
- ¿Es la mujer que lo único que desea es ministrar y compartir Evangelio que ama desde el púlpito, pero que las políticas de la iglesia se lo impiden?
- ¿Es el líder eclesiástico que oculta su propia sexualidad para no perder su posición, su influencia, su medio de vida y, sin embargo, predica contra otros como él?
¿Quién es mi prójimo?
Cuando volví a escuchar la historia, el viento que golpeaba con fuerza nuestra casa anoche no era nada comparado con la tormenta que soplaba en mi corazón. Ellen White escribe,
No tenían dudas en cuanto a los paganos y los samaritanos; éstos eran extranjeros y enemigos. Pero ¿dónde debía hacerse la distinción entre la gente de su propia nación, y entre las diferentes clases de la sociedad? … Se pasaban la vida en un sin fin de ceremonias para purificarse.[1]
¡Oh!, los adventistas sabemos quién es el enemigo; ciertamente se nos ha descrito con bastante detalle en el pasado. Incluso ahora, en el presente, estamos añadiendo una gran cantidad de nuevos “enemigos”, personas que no encajan en nuestra idea de miembros aceptados en nuestra comunidad de santos.
A veces se expresan en políticas eclesiásticas -políticas tras políticas que los hombres elaboran en largas y tediosas reuniones, pensando que con eso nos van a purificar. Las declaraciones de credo y las políticas adventistas cuelgan como pilastra de las vestiduras justas que pasan al otro lado de la sociedad.
El otro lado. Lejos de aquellas mujeres que tienen un llamado justo de su Señor para compartir el Evangelio. Lejos de aquellos categorizados por las iniciales LGBTQ+ como si esto minimizará su humanidad y nuestra obligación de tratarlos como prójimos. Lejos de los que más necesitan el amor de Cristo, nuestro amor.
¿Quién es mi prójimo?
Cristo demostró que nuestro prójimo no es solamente el pertenece a la misma iglesia o tiene nuestra misma creencia. No tiene que ver con distinción de raza, color o clase. Nuestro prójimo es toda persona que necesita nuestra ayuda. Nuestro prójimo es toda alma que está herida y maltratada por el adversario. Nuestro prójimo es todo aquel que pertenece a Dios.[2]
La lección no se necesita menos hoy en el mundo que cuando salió de los labios de Jesús…Muchos de los que profesan su nombre han perdido de vista el hecho de que los cristianos deben representar a Cristo. A menos que practiquemos el sacrificio personal para bien de otros, en el círculo familiar, en el vecindario, en la iglesia, y en dondequiera que podamos, cualquiera sea nuestra profesión, no somos cristianos.[3]
[1] Ellen White, El deseado de todas las gentes, 461.
[2] Ellen White, El deseado de todas las gentes, 464.
[3] Ellen White, El deseado de todas las gentes, 465
Patricia Johnston es profesora emérita y ex decana de la facultad de Salud Pública de la Universidad de Loma Linda. Nutricionista jubilada, participó activamente en el desarrollo de los Congresos Internacionales de Nutrición Vegetariana y es una apasionada de la divulgación de los posibles beneficios y/o problemas asociados a las dietas basadas en plantas. Está casada con Joe Humble, también educador jubilado