Mahoma, Abraham y Jesús: Así se cuentan las historias
Los narradores expertos entienden que contar historias es el arte de moldear vidas humanas. En manos de un hábil retórico, puede ser la herramienta de transformación más afilada de nuestra caja de herramientas ideológicas. Los narradores saben que el cómo se cuenta una historia es indisociable del por qué se cuenta.
Sin embargo, cuando nos relacionamos con las historias, a menudo las evaluamos a través de nuestras preferencias culturales y religiosas. El resultado inevitable es la aceptación de lo familiar y la indiferencia o el rechazo de lo desconocido. Imaginemos lo que podríamos aprender sobre nuestros prejuicios culturales si pudiéramos, aunque sólo fuera por un segundo, mirar las historias de los demás de otra manera.
Un estudio comparativo
¿Qué podemos aprender sobre nosotros mismos y “el otro” a través de los métodos del narrador comparando las biografías de Mahoma, Abraham y Jesús el Mesías?
Los seguidores del islam, el judaísmo y el cristianismo tienen una larga historia de enemistad mutua, y no faltan escépticos militantes de las tradiciones religiosas de los demás. Por desgracia, en los países no islámicos, la mayor parte de lo que sabemos sobre Mahoma procede de escépticos, comentaristas tendenciosos y políticos.
En esta breve investigación sobre las técnicas de narración, me centraré en Mahoma, ya que sus historias son menos conocidas en el mundo occidental que las de Abraham o Jesús. Veremos que técnicas similares marcan los relatos de estas figuras fundamentales de la historia.
La técnica de la predicción
Una técnica narrativa consiste en presentar a los héroes como individuos cuya vocación estaba proclamada “en las estrellas”. El objetivo es convencer al oyente de que la misión del protagonista estaba grabada en piedra antes de tiempo y que, por tanto, no podía hacer otra cosa que aceptarla. En esta técnica, siempre hay un aura mística que salpica la vida del protagonista.
En el caso de Mahoma, los antiguos narradores dicen que una luz se manifestó en la frente del padre de Mahoma. La luz desapareció tras un encuentro sexual con Amina, la madre de Mahoma, después de lo cual Amina vio la misma luz en una visión. La luz brilló desde su vientre de embarazada e iluminó toda Siria. Una voz le ordenó que consagrara al niño varón y le pusiera el nombre de Mahoma.
Al-Tabari, un historiador antiguo, relata un encuentro que tuvo Muḥammad, a la edad de nueve o doce años, con un monje cristiano llamado Bahira mientras acompañaba a la caravana de los mecanos a Siria, donde se dice que el monje le reveló el destino profético de Mahoma.
Los narradores bíblicos utilizaron una técnica similar en la historia de Jesús. Su nacimiento y su destino mesiánico fueron predichos a su madre y a su padre en distintos momentos (Lucas 1:26-38). También está la historia del bebé de Isabel, el precursor de Jesús, que salta de alegría en presencia de María.
Este motivo de la luz también se utiliza ampliamente para describir la misión de Jesús (Juan 1:9; 8:12; 12:35-36; Lucas 2:32). En cuanto a Abrahán, los narradores bíblicos describieron cómo Abrahán, habiendo recibido nueva luz, abandonó Harán y su estilo de vida idólatra para seguir al único Dios verdadero. Desde el principio, Abraham está destinado a la grandeza: va a ser el padre de una gran nación y el destinatario del leal favor divino.
El motivo del rechazo y la peregrinación
Mahoma empezó a recibir la revelación del Corán hacia el año 610 de la era cristiana, cuando tenía 40 años. Un año después de la revelación comenzó su ministerio público, pero surgió una firme oposición a su mensaje por parte de la clase gobernante de La Meca, que lo consideraba cada vez más una amenaza para su modo de vida. Se sucedieron el rechazo, los ataques verbales, las sanciones comerciales y la violencia física, y sus seguidores fueron abandonando La Meca en busca de ciudades santuario.
Tras la muerte de su tío y líder del clan, Abū Ṭālib, en 619, Mahoma abandonó La Meca y encontró refugio en Medina. Este acontecimiento se conoce como la Hijra. Marcó una nueva época en el mundo islámico: en adelante, el tiempo se marcaría como AH (después de la Hijra), en comparación con AD (Anno Domini) o CE (Common Era) en el mundo occidental.
Los narradores bíblicos también hacen hincapié en los rechazos de Abraham y en sus peregrinaciones de Ur de los Caldeos a Canaán, de Canaán a Egipto y viceversa.
El mensaje de Jesús agitó enormemente al establishment religioso de su época, catalizando su asesinato y la persecución de sus seguidores. La biografía de Jesús incluye peregrinaciones en su relato: sus padres peregrinaron a Egipto inmediatamente después de su nacimiento, y Jesús también peregrinó a Jerusalén, lo que condujo a su arresto y posterior ejecución.
Milagros
Los narradores también incluyen lo sobrenatural para establecer la singularidad del protagonista. En un relato, Mahoma pidió a Dios que partiera la luna en dos mitades, y Dios realizó ese milagro en presencia de los Quraysh (una tribu gobernante en La Meca). Aún escépticos, los Quraysh preguntaron a los viajeros que llegaron días después si habían sido testigos del prodigio, a lo que respondieron afirmativamente.
En otra ocasión, en un mercado de Medina, unos 300 compañeros de Mahoma necesitaban agua para hacer sus oraciones. Mahoma pidió un cubo de agua, puso la mano sobre él y, de repente, empezó a manar agua de entre sus dedos.
Mahoma también luchó contra una confederación de tribus beduinas llamada Hawāzin. Su ejército contaba con 20.000 hombres. Mahoma los derrotó milagrosamente.
Otra historia cuenta que, en una incursión contra la tribu Ghatafan, Mahoma se retiró del frente para descansar bajo un árbol. Un ghatafán, de nombre Du’thur, se acercó sin ser visto, y Mahoma se despertó de repente y lo encontró de pie sobre él con una espada desenvainada. “¿No tienes miedo?” preguntó Du’thur, sorprendido por la calma de Mahoma. “Dios me bastará”, respondió el Profeta. De repente, un fuerte dolor de espalda golpeó a Du’thur. El dolor era tan intenso que dejó caer la espada y se desplomó. Mahoma recogió la espada y Du’thur, asombrado, abrazó el Islam en ese instante.
En la narración bíblica, Abraham, con un ejército de 318 hombres de su casa, luchó contra una coalición de cuatro reyes y sus tropas entrenadas que habían tomado cautivos a su sobrino y a su familia. Al tratar de dar sentido a la milagrosa victoria de Abraham contra una máquina de combate bien engrasada, algunos rabinos dijeron que Abraham tomó paja y polvo y los arrojó hacia el vasto ejército. Milagrosamente, el polvo se convirtió en lanzas y la paja en flechas, mientras que las flechas y lanzas del enemigo se convirtieron en paja y polvo (Bereshit Rabá 43:7).
Los milagros de Jesús son de sobra conocidos. Es interesante observar que, al igual que Mahoma, los enemigos de Jesús no tenían poder sobre él a menos que Dios lo permitiera.
El visionario social
Otra técnica que emplean los narradores es presentar a sus personajes como visionarios que vivieron por encima de las normas sociales, las desafiaron o las cambiaron. Los protagonistas, teniendo en cuenta su contexto cultural inmediato, se presentan a menudo como ejemplos de responsabilidad social.
Tomemos como ejemplo los matrimonios de Mahoma: los narradores lo presentan como un marido modelo porque sus matrimonios mostraban una moralidad social ejemplar para su época. Mahoma fue en contra de la conceptualización sexista de la guerra, en la que la masculinidad era típicamente una de las condiciones para participar en la yihad, al permitir la participación de las mujeres.
Las historias de Abraham y Jesús el Mesías muestran una técnica narrativa similar. Teniendo en cuenta su ubicación en el tiempo, la forma en que Abraham maneja los acontecimientos en torno a Sarai y Agar es ejemplar. Las escrituras hebreas lo celebran colocando a Ismael e Isaac, los hijos de Agar y Sarai, junto a la tumba de Abraham, lo que sugiere la estrecha relación que ambos mantuvieron durante la vida de su padre (Génesis 25:9).
Aunque Jesús nunca se casó, fue en contra de las normas sociales de su época al implicar a las mujeres en su misión: en los momentos cruciales de la vida y el ministerio de Jesús, las mujeres asumieron papeles importantes, como el anuncio de la resurrección por parte de una mujer, o la supuesta mujer de mala reputación que lo “ungió” para su muerte en un banquete público.
El punto de vista de los narradores
El análisis de este cuentacuentos no pretende faltar al respeto a las tradiciones religiosas, menoscabarlas o cuestionar su validez. Por el contrario, uno de sus objetivos es fomentar la comprensión y el aprecio ofreciéndonos una plataforma para hacernos preguntas que nos hagan reflexionar.
- ¿Por qué la fe, las tradiciones, las historias religiosas y las creencias de los demás siempre nos parecen increíbles, aunque nuestras propias historias utilicen técnicas narrativas similares?
- ¿Qué hay en mí y en mis sistemas de evaluación que hace que me resulte más fácil creer en mis historias fundacionales y despreciar y descalificar las de los demás?
- Leemos estas narraciones en una cultura en la que impera una noción “binaria de la verdad” -en la que una historia se considera verdadera o falsa- y nos limitamos a definiciones (jurídicas o científicas) de lo que significa que algo sea verdadero. ¿Tenían los antiguos narradores un criterio similar?
- ¿Tienen que ser históricamente exactos para que su mensaje sea auténtico? Cuando leemos “El traje nuevo del emperador” de Hans Christian Andersen o “La cabaña” de William P. Young, sus pretensiones de verdad no dependen de la historicidad de la narración. Así pues, en las historias de Mahoma, Abraham y Jesús, ¿qué pretensiones de verdad y afirmaciones de historicidad hacían los antiguos narradores?
Thandazani Mhlanga es un pastor, educador, orador y autor que ejerce su ministerio en la Columbia Británica. Thandazani y su esposa, Matilda, tienen tres niñas que son la alegría de sus vidas. Su sitio web es themscproject.com.