Las visiones y la interpretación de las Escrituras
La historia de los Adventistas del Séptimo Día no estaría completa sin el papel de Ellen White en sus doctrinas e instituciones. Ella apareció en escena siendo una adolescente, cuando su familia asistía a las reuniones milleritas.
El terremoto de Lisboa (1755), el Día Oscuro de Nueva Inglaterra (1780) y la caída de las estrellas (1833) se habían convertido en señales que apuntaban a una inminente Segunda Venida (El Conflicto de los Siglos, pp. 303-309, 333).
Luego, los cálculos de Guillermo Miller convencieron a muchos de que Cristo aparecería a más tardar el 22 de octubre de 1844. Cuando Cristo no había regresado al amanecer, Hiram Edson se dio cuenta de que el Santuario del que Miller había hablado estaba en el cielo y no en la tierra. Cristo aparecería después de su purificación. El “retraso” quedó así explicado (CS, 423). De este modo comenzó (con disculpas a J.R.R. Tolkien) una hermandad del Anillo de la Verdad.
Fueron afirmados en sus convicciones por la joven Ellen Harmon, que se casó con James White en 1846. No les pareció una mera coincidencia que esta joven vidente hubiera aparecido en medio de ellos. Creyendo que estaban en los últimos días y comprendiendo que el “remanente de su simiente” aparecía ilustrado en la última pieza de un rollo de tela, procedieron ahora a establecer sus credenciales como el remanente, o la última iglesia, pues uno de los suyos tenía el testimonio de Jesús, el espíritu de profecía[1].
La presencia viva de White exigía una presencia literaria póstuma. El actual presidente de la Asociación General (AG) iguala la Biblia y “el Espíritu de Profecía” -que, en la jerga adventista, significa “los escritos de Ellen G. White”. Sus escritos son una condición sine qua non.
No obstante, White dedicó gran parte de El Conflicto de los Siglos a la Reforma Protestante y a la importancia de la Biblia como el único fundamento de la doctrina cristiana.
En la actualidad los hombres se han alejado mucho de sus doctrinas y preceptos, y se hace muy necesario volver al gran principio protestante: la Biblia, únicamente la Biblia, como regla de la fe y del deber… La misma adhesión incondicional a la Palabra de Dios que se manifestó en los días tan críticos de la Reforma del siglo XVI, es la única esperanza de una reforma en nuestros días (El conflicto de los siglos, p. 188).
Los adventistas siguen afirmando que “Las Sagradas Escrituras son … el revelador definitivo de las doctrinas“. En este sentido, la Iglesia se considera continuadora del principio de la Reforma protestante de Sola Scriptura.
Sin embargo, en la práctica, White es la autoridad a la que se espera que se ajuste la exégesis.
Elena de White como intérprete
Este precedente fue establecido en la reunión sabática de Volney, Nueva York, en 1848. White, una asistente de 20 años de edad en ese momento, recordó más tarde que apenas dos estaban de acuerdo, en particular sobre el Milenio y los 144.000. En una visión, su ángel acompañante señaló la verdad e instó al grupo a unirse siguiendo al tercer ángel. “Nuestra reunión terminó victoriosamente. La verdad obtuvo la victoria” (Life Sketches, pp.110-111).
En ninguna de sus referencias a ese incidente, White dejó constancia de cómo se explicaron las Escrituras. Los puntos de vista cambiaron, no como resultado de un estudio más profundo, sino a causa de la visión.
Esta afirmación adquiere ahora un nuevo significado:
No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 10).
Así, sería natural preguntarse “¿Cómo nos ha conducido el Señor?”.
En sus escritos, White da advertencias acompañadas de reflexiones sobre su propia participación en el desarrollo de la doctrina adventista.
Hemos de afirmarnos en la fe, en la luz de la verdad que nos fué dada en nuestra primera experiencia.… El poder de Dios bajaba sobre mí, y yo recibía capacidad para definir claramente lo que es verdad y lo que es error.… Yo solía quedar arrobada en visión, y me eran dadas explicaciones. (Obreros evangélicos, p. 317).
Aquí se admite algo muy interesante. White no podía entender el razonamiento de los hermanos por sí misma; no podía comprender el significado de las Escrituras que estaban estudiando cuando no estaba en visión. Así que sus revelaciones fueron aceptadas como luz del cielo (Review & Herald, 25 de mayo de 1905).
Por otra parte, en 1890 ella fue clara al decir que si los individuos hicieran de la Palabra de Dios su estudio, no tendrían necesidad de los Testimonios. Debemos ir a las Escrituras por nosotros mismos, escudriñar la Palabra inspirada con corazones humildes, y dejar a un lado nuestras opiniones preconcebidas.
No afirmamos que en las doctrinas buscadas por quienes han estudiado la Palabra de verdad no pueda haber algún error, pues nadie que viva es infalible (Review & Herald, 25 de marzo de 1890).
Siendo así, el estudio de la Biblia debe ajustarse a las reglas aceptadas para la exégesis. Que la Biblia es su propio intérprete lo dejó claro Gerhard Hasel en la Conferencia Bíblica de la División de Australasia en 1978. Citó seis declaraciones de White, de las cuales la siguiente es un ejemplo representativo: “La Biblia es su propia expositora.” – La educación cristiana, p. 234. “El intérprete”, añadió Hasel, “tiene que silenciar sus deseos personales respecto al resultado de la interpretación”.
Diferencias de interpretación
Hay que admitir que, aunque el estudio de la Biblia puede dar lugar a interpretaciones que difieren de la de White, los adventistas a lo largo de su historia han preferido la suya. Por ejemplo, la interpretación de Daniel 8 respecto a la “purificación del santuario” difiere de la explicación de Gabriel.
Nuestra iglesia, desde sus comienzos, ha entendido la “purificación del santuario” como un proceso que debe ocurrir entre 1844 y el regreso de Cristo (GC 421-422). ¿Podría entonces la “demora” deberse a que el pueblo de Dios no ha completado una obra especial de purificación paralela, de expiación del pecado? (CG 425). ¿Podría deberse a que “los ángeles [pueden] necesitar un tiempo considerable para realizar las tareas que les han sido asignadas en el juicio”? [Y después de que hayan hecho su trabajo, ¿es posible que haya en el cielo comités de revisión o “tribunales superiores” para asegurarse de que cada caso ha sido tratado con justicia?].
Después de todo, White había dicho: “Cuando el juicio investigador haya concluido [la “purificación del santuario”], Cristo vendrá” (El conflicto de los siglos, p. 476).
La Biblia no lo confirma en ninguna parte, pero sí dice que el regreso de Cristo seguirá a la predicación del evangelio del reino a todo el mundo. La idea de un “retraso”, debido a la prolongación de los procedimientos celestiales o que depende de la madurez humana, es producto de la fijación del tiempo, ya sea de forma inocente o deliberada.
A la luz de una exégesis bíblica adecuada, en armonía con la regla de que la Biblia debe interpretarse a sí misma, ¿debe la Iglesia Adventista del Séptimo Día seguir ignorando las reglas de interpretación bíblica que defiende y promueve, o aceptar que White, aunque fomentaba el estudio de la Biblia, no era una autoridad en interpretación bíblica y cometió errores que cuesta reconocer?
¿Cuánta ficción?
Además, la investigación de Fred Veltman sobre las fuentes literarias usadas por Elena de White para El Deseado de todas las gentes, investigación autorizada por el entonces presidente de la Asociación General, Neal Wilson, reveló que algunas de sus fuentes eran obras de ficción. Veltman escribió que White tomó prestado de muchas novelas de ficción histórica que caían “bajo la categoría literaria de ‘vidas victorianas de Cristo’. Los libros de esta categoría nunca pretendieron ser biografías”.
Siendo ese el caso, y dado que El Deseado de todas las gentes es el tercer volumen de la serie que llegó a conocerse como “El Conflicto de los Siglos” y de la que El Conflicto de los Siglos es el quinto, está justificado preguntarse: “¿Cuánta ficción se ha incorporado a los otros volúmenes?”.
Se podría objetar que hay algo de ficción en las Escrituras. Y eso es un hecho. Una cosa es emplear la ficción, como hizo Jesús, para expresar un punto de vista, y otra es utilizarla para “completar” la historia bíblica. “Hemos visto su estrella”, capítulo 6 de El Deseado de todas las gentes, es claramente un embellecimiento de la breve narración bíblica. A pesar de los embellecimientos obvios, los adventistas a menudo citan sus narraciones como hechos históricos.
Una fe bíblica
Si la Iglesia comprende el problema, debe decidir qué hacer a partir de ahora.
- ¿Se debe animar a quedarse a los miembros que podrían sentirse inclinados a irse?
- ¿Debería animarse a todos los miembros a participar en debates y estudios bíblicos inteligentes, como hacían los bereanos, respetando estrictamente las reglas aceptadas para la exégesis?
- ¿Podría la Iglesia adoptar oficial y seriamente esa antigua confesión de fe cristiana conocida como el Credo de los Apóstoles como su declaración de enseñanzas fundamentales?
- ¿Podría la Iglesia incluso recopilar un conjunto de enseñanzas que reflejen mejor el enfoque de los reformadores protestantes sobre el evangelio de la salvación por la gracia, y sobre la Biblia como única fuente de fe y doctrina?
Así podría nacer un Adventismo del Séptimo Día desprovisto de la dependencia de las convicciones de cualquier individuo, una iglesia aún devota a Cristo, el producto de un estudio bíblico educado y continuo. El apóstol Pablo aconsejaba: “Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad.” (2 Timoteo 2:15)
O, citando a Elena de White, “La misma adhesión incondicional a la Palabra de Dios que se manifestó en los días tan críticos de la Reforma del siglo XVI, es la única esperanza de una reforma en nuestros días.”
- Se explican en Arthur E. Lickey, God Speaks to Modern Man (Washington, D.C.: Review and Herald, 1952), p.540, y F. M. Wilcox, The Testimony of Jesus (Takoma Park, Washington, D.C.: Review and Herald, 1934), pp.19,116
- Kenneth H. Wood, “The Message for Today” en Editor’s Viewpoint, Adventist Review: 19 de marzo de 1981.
Angus McPhee es un pastor adventista jubilado que ha dirigido varias iglesias en Nueva Zelanda (1966-1974, 2006) y Australia (1975-2004). Vive en Nueva Gales del Sur, Australia.