Las mentiras que hemos creído sobre el sexo
Desde el principio, los adventistas han tenido una relación problemática con el sexo. Quizás las personas que esperaron el regreso de Jesús en cualquier momento sintieron instintivamente que el placer de cualquier tipo era sospechoso. Y aún hoy, algunos adventistas insisten en que la demora, mientras esperamos el regreso de Jesús, debe considerarse como un período de duelo y tristeza. (¿Qué pasaría si Jesús apareciera en los cielos mientras “lo estás haciendo”? ¡Qué poco espiritual!)
Aunque Elena de White dio permiso para que las parejas disfrutaran de “todo privilegio de la relación matrimonial”,[1] su consejo siempre se vio ensombrecido por el temor de que el sexo en el matrimonio adquiriera un aspecto licencioso y escapara de los límites que la sociedad cristiana le impone.
Bajo el título de “Prácticas desmoralizadoras en el matrimonio”, ella escribió: “La sensualidad y las bajas costumbres en las relaciones matrimoniales forman la mente y el gusto moral para prácticas desmoralizadoras fuera del matrimonio”.[2] Ella no menciona estas prácticas desmoralizadoras y bajas, pero claramente acechaba un gran peligro espiritual, aun en el lecho matrimonial.
En ninguna otra parte su miedo al sexo es tan claro como en su consejo sobre la masturbación. Uno de los primeros libros de Elena de White fue An appeal to Mothers (Un llamado a las madres), que abordaba lo que ella llamó el “vicio solitario”. Sus descripciones del daño que causaba a los que practicaban el placer propio incluían “imbecilidad, enanismo, extremidades lisiadas, cabezas deformes y desfiguraciones de todo tipo”.[3]
En el caso de las mujeres, vio “catarro, hidropesía, dolor de cabeza, pérdida de la memoria y de la vista, gran debilidad en la espalda y en los órganos reproductivos, afecciones de la columna vertebral, [y] la cabeza a menudo se hunde hacia adentro. El humor canceroso, que permanecería durmiente en el sistema durante su vida, se inflama y comienza su trabajo devorador y destructivo. La mente a menudo se arruina por completo y se produce la locura”.[4]
Si las advertencias de Ellen White fueran ciertas, no quedaría casi ninguna persona cuerda en ninguna parte, y mucho menos una sin una cabeza o un cuerpo deformes, o alguien que no estuviera saturado de “tumores cancerosos”. El hecho de que no hay evidencia que respalde ninguna de estas afirmaciones absurdas no impidió que el médico temeroso del sexo John Harvey Kellogg, un amigo cercano y protegido de los White, empleara medidas tortuosas para frenar el “auto-abuso”.
Para los niños, Kellogg promovió la circuncisión sin anestesia, advirtiendo que el dolor resultante frenaría el hábito. Para los que tenían problemas especiales, recomendaba coser el prepucio con alambres de plata, lo que causaba dolor con cualquier erección. Para las niñas, recomendó la aplicación de ácido fénico en el clítoris como “un medio excelente para aliviar la excitación anormal”.[5]
A su lista de tratamientos horribles se agregaron la terapia de electroshock, el vendaje de las manos de los niños y la inmovilización de los genitales de un niño en una jaula estilo cinturón de castidad.
El ex decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Loma Linda, Harold Shryock, MD, señaló en su libro On Becoming a Woman (Sobre convertirse en mujer):
“Hay chicas adolescentes que, impulsadas por una curiosidad malsana o por el ejemplo de amigas sin escrúpulos, se han acostumbrado a manipular estos tejidos sensibles como medio de excitación. Este hábito se denomina masturbación. …Existe un factor anatómico que a veces provoca una irritación alrededor del clítoris y por lo tanto lleva a una manipulación de los delicados órganos reproductivos. … A menudo, el remedio para esta situación consiste en una operación quirúrgica menor llamada circuncisión. Esta operación no es peligrosa y es preferible a permitir que continúe esta condición de irritación”.[6]
Los efectos exagerados y las metodologías sádicas descritas anteriormente, aunque ahora no escuchamos mucho sobre ellos, merecen una disculpa propia. Lamentablemente, la enseñanza de la iglesia con respecto a la masturbación es solo el comienzo de las falsedades que la iglesia ha dicho, y creído, sobre el sexo.
La pureza
“Si eres virgen cuando te cases, ¡Dios bendecirá tu lecho matrimonial y tendrás el sexo más maravilloso que jamás haya existido!”
Cuando era joven y soltera, escuché este mensaje durante reuniones de jóvenes, eventos universitarios y clases de Biblia. Cada vez que se mencionaba el tema del sexo, esto se aseguraba. Yo soy, hasta la médula, una seguidora de los reglamentos, así que lo creí.
Pero, uy, ¡qué equivocados estaban!
A veces me pregunto: ¿esos pastores y maestros de la Biblia realmente creían eso? Como sólo los hombres lo dijeron, probablemente fue así. Me pregunto qué hubieran dicho sus esposas.
Esto no es sólo un problema de la iglesia. A las mujeres, a lo largo de la historia, se les ha enseñado que deben soportar el sexo: “cierra los ojos y piensa en Inglaterra”, (una referencia a soportar relaciones sexuales no deseadas o desagradables, como por un sentido del deber u obligación), lo cual no suena muy divertido ni satisfactorio. Pero la iglesia ha tomado este concepto sexista y lo ha solidificado en una teología. Los hombres son la cabeza del hogar. Las mujeres se deben someter a ellos. Las mujeres deben estar sexualmente disponibles para ellos en todo momento, sin importar las circunstancias.
No importa cómo lo mires, esta es una dinámica poco saludable. Predispone a las parejas jóvenes al trauma, a la angustia y al divorcio.
Llámame un hereje, pero creo que es una tontería hacer que los jóvenes se sientan culpables si no esperan hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales. Muchos jóvenes se casan porque no quieren “arder de lujuria”. ¡Qué terrible razón para casarse! La compatibilidad sexual es importante; es la segunda razón de los divorcios, justo después del dinero, que es la primera. ¿No prepararíamos a nuestros jóvenes para un mayor éxito al permitirles elegir unirse de por vida con alguien por mejores razones que esa? De por vida es mucho tiempo.
El hombre como la cabeza
El hombre como la cabeza (headship) es la noción de que los hombres existen para gobernar a las mujeres. Es la razón por la que las mujeres no pueden convertirse en pastoras ordenadas. Es por eso que los funcionarios de la iglesia, por póliza, deben ser hombres. Es la razón por la que las mujeres tienen dificultades para denunciar los abusos que han sufrido a manos del clero y de maestros; miles de mujeres jóvenes han sido abusadas por figuras de autoridad y no pudieron encontrar a nadie que las escuchara.[7]
El hombre como la cabeza (headship) es la razón por la que me enseñaron que las mujeres piadosas nunca deben decirles no a sus maridos, ni siquiera con respecto al sexo. Pero quitarle a alguien la capacidad de decir que no es una receta para el abuso y el trauma. Si un hombre cree que su esposa le debe sexo cuando él quiere, y que ella está violando la voluntad de Dios al negárselo, entonces él puede coaccionarla, o culparla, o en casos extremos, incluso violarla. Nunca puede haber una dinámica sexual saludable cuando una de las dos personas involucradas ya no puede elegir.
El matrimonio debe ser una sociedad igualitaria. Ambas partes deberían estar más o menos satisfechas, en un balance. Esto se aplica no sólo al sexo, sino también a muchas otras decisiones, incluidas las tareas del hogar, los niños y la iglesia. Esto toma tiempo, trabajo y muchas conversaciones de por vida. Cuando se hace bien, el matrimonio puede ser hermoso, divertido, incluso sagrado.
El problema LGBTQ+
Yo he visto, personalmente, la angustia que resulta cuando una persona gay, lesbiana o trans se da cuenta, después de años de matrimonio y de criar hijos, de que le es imposible sentir intimidad dentro de una relación heterosexual. No estoy segura de que la iglesia se dé cuenta de lo mucho que algunas de estas personas se han esforzado por ser algo que no son antes de finalmente abandonar su matrimonio y romper el corazón de su cónyuge. ¿No tendría más sentido aceptar a las personas LGBTQ+ abierta y honestamente desde el principio para evitar este triste final?
En esta edición de Adventist Today, contamos la historia de una de las cosas más dolorosas que la denominación ha hecho: enviar a adventistas LGBTQ+ a un programa de consejería no probado y sin supervisión dirigido por Colin Cook, un ex-pastor gay que no tenía capacitación profesional ni credenciales en consejería. Si bien afirmó que podía convertir a los hombres a los que aconsejaba en heterosexuales, Cook usó sus sesiones en profundidad con ellos para satisfacer sus propios deseos sexuales. La iglesia nunca se disculpó por esto, ni por recomendar su “ministerio”, incluso después de que Cook admitió haber abusado de sus aconsejados.
Sin embargo, algunos líderes de la iglesia aún defienden las terapias de cambio gay,[8] con la opción más “liberal” limitada a la aceptación de miembros LGBTQ+ sólo si son completamente célibes.[9] Si nuestra iglesia sigue una norma de “prohibido preguntar, prohibido decir” con respecto a la vida sexual de sus miembros heterosexuales solteros, entonces, ¿por qué exige el celibato completo de sus miembros homosexuales?
Creo que miles de personas LGBTQ+ estarían en nuestra iglesia hoy, miembros activos y comprometidos a largo plazo, si nuestra iglesia hubiera enseñado compasión y aceptación en lugar de exclusión.
La verdad sobre el sexo
La iglesia debe decir la verdad sobre el sexo: que es complicado y que no se puede controlar simplemente con reglas estrictas, o con la autoridad del hombre como la cabeza, o con la culpa o las descripciones ridículas de lo que te podría pasar si te tocas “ahí abajo”.
Al parecer los jóvenes cristianos aprenden sobre el sexo de dos fuentes primarias que no son sus pares: (1) los predicadores y los maestros temerosos del sexo que tratan de suprimir la actividad sexual usando la culpa, o (2) la pornografía.
¿Qué pasaría si, en cambio, le enseñáramos a los jóvenes a actuar de manera segura con respecto al sexo? No sólo físicamente hablando, manteniéndolos a salvo de enfermedades de transmisión sexual, o embarazos, o insinuaciones no deseadas por parte de figuras de autoridad, sino también enseñándoles a estar emocionalmente a salvo. El sexo complica las cosas, pero también ilumina las cosas. Las personas que no respetan los límites o el “no” de la otra persona en un entorno sexual advierten que tampoco respetarán los límites o el “no” en otros entornos.
El enseñar los componentes emocionales y físicos del sexo es la opción más saludable. Le permite a los jóvenes casarse cuando encuentran a la persona con la que realmente quieren pasar el resto de sus vidas, sin importar el tiempo que esto tome, en lugar de apresurarse a casarse para satisfacer su lujuria.
La hipocresía generalizada con respecto al sexo
La noción de la pureza es sacrosanta en la cultura cristiana moderna. Algunos pueden pensar que al recomendar actitudes más generosas y compasivas sobre la sexualidad, de hecho, estoy abogando por el “adulterio”. (Cabe destacar que, bíblicamente, el adulterio es específicamente el romper sexualmente los votos matrimoniales. La definición cristiana actual del adulterio acusaría a los patriarcas y reyes del Antiguo Testamento por su poligamia).
No, lo que pido es una simple honestidad sobre el sexo. Hemos sustituido hablar con la verdad y actuar con integridad en este asunto por un conjunto de juicios severos e hipocresía generalizada.
Debemos disculparnos por la trágica equivocación de Elena de White acerca de la masturbación. Debemos disculparnos por el silencio corporativo que ha permitido que tantos abusadores masculinos operen entre nosotros sin control y que, en algunos casos, les permite continuar con sus ministerios y abusos en otros lugares. Debemos explicar por qué las personas LGBTQ+ que aceptan a Jesús como su Señor y Salvador no son bienvenidas en las iglesias. Sobre todo, debemos disculparnos por menospreciar a las mujeres de tantas maneras bajo la bandera del cristianismo.
No estoy diciendo esto simplemente para causar revuelo. Lo digo porque las actitudes y enseñanzas de la iglesia sobre el sexo han arruinado muchas vidas. Hemos ahuyentado de la iglesia a las mismas personas por las que Cristo murió para salvar, en lugar de redimirlos para relaciones felices, o al menos más felices.
Es hora de re-pensar nuestro enfoque sobre el sexo y la sexualidad, en asuntos que van desde la masturbación hasta las personas solteras, hasta la homosexualidad y la idea del hombre como la cabeza (headship). A mí y a millones de mis hermanos y hermanas, solteros y casados, homosexuales y heterosexuales, se nos debe una disculpa por la crueldad, histórica y actual, de la iglesia con respecto al sexo.
[1] Elena G. de White, El Ministerio de Curación (1905).
[2] White, Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio (1989), pp. 99.
[3] White, An Appeal to Mothers (1864), pp. 17.
[4] White, An Appeal to Mothers (1864), pp. 27.
[5] John Harvey Kellogg, Treatment for Self-Abuse and Its Effects (1888), pp. 296.
[6] Harold Shryock, On Becoming a Woman (1951, 1968), pp. 38.
[7] The Hope of Survivors es una organización que aboga en nombre de las personas abusadas por figuras de autoridad.
[8] A partir del 2015, Wayne Blakely y otros de Coming Out Ministries hicieron varias presentaciones en las reuniones del Comité Ejecutivo de la Asociación General.
[9] “Declaración de la División Norteamericana sobre la sexualidad humana” (2 de noviembre del 2015).
Lindsey Abston Painter es asesora en formación de salud mental y vive en el norte de California. También es miembro del equipo editorial de Adventist Today. Es defensora de los derechos de las mujeres, la justicia social y le gusta la ciencia ficción. Es una madre orgullosa y tiene demasiados gatos y un perro muy tonto.