El fin del mundo en Newville: 1844
Así que estamos en otoño y, mires donde mires, parece que todo se está muriendo, así que debería ser un buen momento para hablar del fin del mundo. Eso es lo que pensaban en 1844, y no sólo pensaban y comentaban sobre esto, sino que se preparaban para hacerlo. Cuando amanecía el 22 de octubre, comenzaba el Último Día en la Tierra.
La gente se hacía trajes especiales para vestir en el último día de la historia: querían ir al Cielo con su mejor apariencia. Las mujeres de Newville vestían túnicas blancas porque suponían que ese era el aspecto que debían tener los ángeles. Los hombres de negocios de la ciudad no abrieron sus tiendas ese día, los agricultores no se molestaron en recoger sus cosechas y John Potter, de la escuela de Sand Hill, dijo a sus alumnos que no se presentaran porque él estaría en algún lugar del cielo.
Había una pequeña multitud de creyentes en Newville, unos 30, cuando comenzó la predicación y la amonestación, y casi el doble cuando llegó el día aterrador y glorioso. Todos empezaron sus viajes al Cielo como metodistas, luteranos y bautistas, pero en octubre de 1844, cuando llegó el momento de que les sellaran el boleto, todos eran conocidos como «milleritas».
Los cálculos
La bola empezó a rodar unos años antes en Nueva York, cuando Guillermo Miller estudiaba las Escrituras y calculaba las profecías -sumando años y reinados- y llegó a un sorprendente total que indicaba que el Día del Juicio Final iba a llegar en 1843.
Su libro se hizo popular y sus sermones por todo el noreste de Estados Unidos atrajeron a multitudes entusiastas. A medida que se acercaba la fecha señalada, sus nerviosos seguidores insistieron en que fuera más específico, por lo que la ventana de oportunidad para el regreso del Señor se fijó en un periodo comprendido entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844.
Cuando pasó ese plazo sin que se produjera ninguna señal del Apocalipsis, los milleritas reprogramaron un nuevo evento para el 22 de octubre. Esa fecha era sólo 11 días antes de las elecciones y fue algo bueno porque la gente en Newville estaba bastante segura de que Henry Clay iba a obtener la Presidencia, y si eso no era el fin del mundo en sí mismo, entonces la nación se iba directamente al infierno.
En las colinas de Newville, los Milleritas esperaban ansiosos el Apocalipsis. Su comprensión del acontecimiento vino de William Miller que dijo a un reportero, “En esa horrible mañana veré, en primer lugar, una pequeña luz brillante en el este; brillará más que mil soles: será la gloria de Dios. Luego se acercará una nube; sobre esa nube cabalgará Cristo. Vendrá entre esa luz y nosotros, y todo ojo lo verá».
El destino a lo largo de Clear Fork
Newville no era ajena al entusiasmo religioso. Varios predicadores famosos se subieron a los atriles de las iglesias de su pueblo durante los primeros años, entre ellos un hombre que poco después desempeñó un papel decisivo en el lanzamiento de la iglesia mormona.
Hubo quienes creyeron que Newville podría ser la Nueva Jerusalén, así que cuando la fiebre por el Fin del Mundo empezó a cobrar impulso, observaron con impaciencia los cielos del municipio de Worthington. Entonces el Gran Cometa de 1843 atravesó los cielos nocturnos en marzo de 1843, y era como si todas las Señales y Presagios estuvieran de acuerdo con los milleritas.
Revisión de la realidad
Antes de que usted se ilusione con el final de esta historia, permítame advertirle que la historia le ha dado un nombre a este evento de 1844: se llama « El Gran Chasco». Así que usted sabe de antemano, que en realidad ninguno de estos elegidos fue arrebatado fuera de Newville.
Este apasionado frenesí estaba ocurriendo en gran parte de los EE.UU.-la gente preparándose y empacando-y la histeria de ello era tan fuera de lo común que fue bien documentada. Pero aquí, en el municipio de Richland, nadie llevaba un diario de los acontecimientos porque no esperaban que hubiese ningún mañana. No se levanta acta si no va a haber otra reunión.
Los periódicos locales generalmente ignoraban a los creyentes, pero este aviso apareció en el Richland Shield & Banner: «Los milleritas han fijado el día de mañana para la catástrofe universal. Si el día no es bueno, la exposición, suponemos, será pospuesta».
Entonces, ¿cómo sabemos lo que pasó en Newville? Esa es la historia interesante. El oficio de predecir el fin del mundo lleva siglos, milenios, y ha habido profetas de «Prepárate» en todas las generaciones del planeta, desde que Juan escribió su Apocalipsis. Conduzca por la carretera 603 a la altura de la 39 y verá que el mensaje se sigue proclamando igual que en la Edad Media, antes de que existieran los relojes.
Pero esta vez, este particular fin del mundo en 1844 en Newville Ohio, fue testigo de una serie de circunstancias muy especiales y de un resultado memorable. Porque, en los meses previos al 22 de octubre, mientras todos sus vecinos terminaban sus asuntos terrenales, Lydia Stone se preparaba para tener un bebé.
El Adviento
Imagina la confusión y la consternación que causaría: el mundo está a punto de acabarse y la vida a punto de empezar. Lydia no sabía si tejer zapatitos o alas.
Así que se le ocurrió una solución muy práctica que satisfacía las exigencias de ambos posibles resultados: cosió para su bebé una sencilla bata pequeña que podría servir tanto para el bautizo en la iglesia de Newville como para saludar al Señor en las alturas.
Sin embargo, Lydia se mordía las uñas, esperando y orando para que su bebé llegara antes que Jesús, porque en realidad no quería enfrentarse a la perspectiva de ascender sintiéndose muy incómoda.
22 de octubre
Cuando amaneció el gran día, sus vecinos de Newville sonreían y se ponían sus túnicas para la ascensión. Harley Heck liberó a sus gallinas.
Prepararon una carreta para llevar a Lydia a las alturas de Clear Fork, donde todos se reunieron junto al río.
Pero Lydia nunca subió a la carreta, por mucho que lo deseara; el espíritu estaba dispuesto, pero el cuerpo estaba dando a luz.
23 de octubre
Naturalmente, los adventistas milleritas de Newville se sintieron bastante desanimados al día siguiente y, naturalmente, después de las despiadadas burlas que soportaron los años siguientes por parte de los metodistas y luteranos locales, no estaban muy dispuestos a recordar la fecha en que habían cometido su locura.
Sin embargo, la hija pequeña de Lydia sí. Ella celebró el día todos los años de su vida hasta que terminó en 1936. Se llamaba Addie y solía decir a sus amigos que era el diminutivo de Adelaide, pero su familia sabía que su verdadero nombre era Advent. Después de su infancia, pasó su vida lejos de Newville.
Cuando tenía 55 años, Addie tuvo una nieta y los padres amablemente llamaron a la niña Lydia. Cuando nació su nieta en 1899, Addie le compró a la niña una muñeca que probablemente era tan grande como el bebé… en realidad pretendía que fuera específicamente tan grande como un bebé, porque preparó para la muñeca una prenda especial, única por su significado personal, familiar e histórico: su túnica de ascensión de bebé de 1844.
Conocí a la nieta de Addie, que me contó esta historia, y una vez sostuve la muñeca que aún lleva la sencilla túnica blanca y angelical elaborada en 1844 para un bebé nonato con un pie en este mundo y otro en el venidero.
La pequeña túnica de la ascensión de Addie, cosida por su madre en 1844, la lleva ahora un muñeco bebé de principios de siglo. De su cuello cuelga un penique americano que también data del fin del mundo.
Hubo familias en Newville en 1844 que regalaron todas sus pertenencias anticipándose al fin del mundo millerita, y luego quedaron en la indigencia.
Varias de estas personas finalmente se reubicaron en poblaciones mormonas del oeste. Pocos años antes de esto, un grupo considerable de habitantes de Newville había abandonado el municipio de Worthington con los Santos de los Últimos Días para emigrar a su nueva Sión, y felizmente ayudaron a los desesperados milleritas a unirse a ellos.
Curiosamente, el pueblo de Newville fue finalmente destruido, aunque el final no se debió a la profecía bíblica, sino al Cuerpo de Ingenieros del Ejército, que necesitaba el espacio para controlar las inundaciones.
Este artículo ha sido traducido de Timothy Brian Mckee, “The End of the World in Newville: 1844”, Richland County History, 2021.