El desacuerdo es plan de Dios
Supongo que no estás de acuerdo con algunas de las cosas que dice o hace la Iglesia Adventista del Séptimo Día, o algunos de sus miembros.
Probablemente por eso estás leyendo Adventist Today.
A menudo vemos nuestros desacuerdos y opiniones diferentes como fracasos. Si realmente leyéramos la Biblia y realmente tomáramos nuestra fe en serio y realmente siguiéramos a Jesús, entonces todas nuestras opiniones diferentes desaparecerían, de acuerdo con nuestra lógica. A partir de ahí, el paso es corto para sustituir ‘nosotros’ por ‘ellos’, y comienza el juego de la culpa. ¡No estás tomando tu fe lo suficientemente en serio! ¡No estás usando el método correcto para interpretar la Biblia! ¡Estás usando el pasaje fuera de contexto! ¡Eres demasiado conservador/liberal! ¡Estás dejando que la cultura contemporánea te influya! ¡Estás ignorando la ciencia! ¡Estás produciendo una teología aberrante!
Pero, ¿es el desacuerdo un fracaso? ¿Qué pasa si el desacuerdo entre nosotros los creyentes es de hecho parte de un plan Divino?
La espada de dos filos
A través de la Biblia aprendemos acerca de Dios y Su plan de salvación. Pero eso no es todo. El autor de Hebreos escribió:
“Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos” (Hebreos 4:12, NTV, énfasis añadido)
¿Cómo puede la Palabra exponer nuestros pensamientos y deseos más íntimos? Permíteme ilustrarlo con un ejemplo.
Los cuatro Evangelios tienen relatos algo diferentes de lo que sucedió en la mañana de Pascua cuando Jesús resucitó de entre los muertos (Mateo 28:1-10; Marcos 16:1-8; Lucas 24:1-12; Juan 20:1-18). ¿Qué mujeres estaban exactamente en la tumba? ¿Cuántos hombres vestidos de blanco había? ¿En qué orden ocurrieron exactamente los hechos? Hay discrepancias en los relatos de los Evangelios, al menos en los detalles.
Alguien concluirá que estas discrepancias refutan la confiabilidad de la resurrección, mientras que alguien más concluirá que tales discrepancias son de esperar en relatos de testigos oculares auténticos y, por lo tanto, probarán su confiabilidad. ¡Ninguna cantidad de estudio sincero de la Biblia resolverá este problema! Mi conclusión dirá más sobre mí que sobre Dios. La espada de dos filos puede exponerme como un buscador de mente abierta o como un escéptico predeterminado.
Dios podría haberse asegurado de que los relatos de la resurrección en los cuatro evangelios fueran consistentes en cada detalle. Pero no lo hizo. Creo que Dios tenía un propósito con eso, uno de ellos era exponer “nuestros pensamientos y deseos más íntimos”.
Ahora, si eso es posible en el relato de la resurrección, ¿por qué no podría ser posible en otros lugares? Tal vez Dios tiene un propósito al no dar respuestas claras a todas las preguntas históricas, doctrinales o de comportamiento que se presenten. Quizás Dios está reteniendo intencionalmente algunas respuestas, para que la Palabra pueda revelar nuestros pensamientos y deseos más íntimos.
Permíteme traer esto un paso más cerca a cada uno de nosotros. Cuando la comprensión de la Biblia de otra persona está en desacuerdo con lo que pensamos, comenzamos a discutir. Esta discusión puede revelar algunas verdades sobre Dios o la Biblia, pero probablemente también revelará algunas verdades sobre mí. ¿Por qué no estoy de acuerdo? ¿Estoy tratando de esconder el prestigio personal detrás de una hoja de higuera de teología, ciencia o lógica? ¿Estoy abierto a la posibilidad de que Dios quiera darme nuevas ideas, o “ya sé” la respuesta? ¿Cómo me dirijo a mi oponente? ¿Qué suposiciones podría estar haciendo sobre la fe y los motivos de mi oponente? La forma en que participamos en la discusión puede revelar algo sobre nuestros pensamientos y deseos más íntimos. Ora para que le traiga gloria a Dios.
Un campo de entrenamiento para el amor
Pero, puede ser que haya algo más en el plan Divino del desacuerdo. El capítulo 14 de Romanos proporciona un caso práctico.
“Acepten a los creyentes que son débiles en la fe y no discutan acerca de lo que ellos consideran bueno o malo. Por ejemplo, un creyente piensa que está bien comer de todo; pero otro creyente, con una conciencia sensible, come sólo verduras” (Romanos 14:1-2, NTV)
La Roma Antigua era una cultura politeísta. Sacrificaban animales a los dioses paganos en los templos romanos. A veces, los sacrificios se comían en el templo en el culto pagano, posiblemente en conjunto con la prostitución y otras prácticas abominables. Y después de eso, parte de la carne sacrificada podía terminar en el mercado local de alimentos.
Ahora imagina a la Sra. Laura Liberal, miembro de la iglesia cristiana en Roma, yendo al mercado a comprar la carne para la cena. Parte de la carne venía de los templos paganos, otra no, y no podías saber cuál era cuál. Mientras la Sra. Laura Liberal se acerca para tomar un buen filete, la Sra. Silvia Estricta, también miembro de la iglesia en Roma, pasa caminando. “¿Vas a comprar esa carne? ¡Ni siquiera lo pienses!” ella exclama. “Pero es sólo carne. ¿Cuál es el problema?” pregunta la Sra. Liberal. “¡Por supuesto que es un problema! No puedes comer carne que ha sido sacrificada a dioses paganos. ¡Ningún verdadero seguidor de Dios puede hacer eso!” dice la Sra. Estricta en voz alta. “Oh, vamos, no seas tan exigente”, responde Laura Liberal. “¿Creemos en esos dioses paganos? No. ¿Existen siquiera? No. ¿Estamos en su templo adorándolos? No. ¡Es sólo carne!”
Usa tu imaginación para descubrir cómo continuó el debate y cómo afectó las reuniones de la junta directiva de la escuela sabática y de la iglesia en Roma. Esta no era una cuestión filosófica menor. Afectó la vida cotidiana. Se podría argumentar que se trataba de adoración y obediencia al primer mandamiento. ¡Este, en todo caso, fue un problema que hubiera requerido la creación de un Grupo de Trabajo sobre Carnes Adecuadas, o por lo menos una declaración votada después de una oración por el comité ejecutivo!
Pero Pablo no pide un Concilio de Jerusalén II. (En una nota al margen, parece ignorar al menos parte de la decisión que dio el primer Concilio de Jerusalén en Hechos 15:29). Es como si se encogiera de hombros y dijera “ambos tienen razón”
“Acepten a los creyentes que son débiles en la fe y no discutan acerca de lo que ellos consideran bueno o malo. Por ejemplo, un creyente piensa que está bien comer de todo; pero otro creyente, con una conciencia sensible, come sólo verduras…
[…] Los que adoran al Señor un día en particular lo hacen para honrarlo a él. Los que comen toda clase de alimentos lo hacen para honrar al Señor, ya que le dan gracias a Dios antes de comer. Y los que se niegan a comer ciertos alimentos también quieren agradar al Señor y le dan gracias a Dios” (Romanos 14:1-2,6, NTV)
Pablo no resuelve esto por la doctrina, sino por el comportamiento y la actitud. Mira lo que dice:
“Los que se sienten libres para comer de todo no deben menospreciar a los que no sienten la misma libertad; y los que no comen determinados alimentos no deben juzgar a los que sí los comen, porque a esos hermanos Dios los ha aceptado” (Rom 14:3, NTV, énfasis añadido)
Pablo toca un punto sensible aquí. “No menosprecies”, le dice a la señora Laura Liberal. Y me dice eso a mí, mientras me inclino hacia el lado progresivo en la escala adventista. Es tan fácil para mí menospreciar a aquellos que son estrictos y conservadores.
Y a la Sra. Estricta y a sus compañeros conservadores, Pablo les dice: “No juzguen”. Sé que el apóstol toca un punto delicado allí también, porque la condena es lo que nosotros, los progresistas, recibimos de vez en cuando de parte de algunos de nuestros hermanos y hermanas conservadores.
El amor, en el sentido bíblico, no son emociones blandas para sentirnos bien, sino trabajo y actitud. El amor puede crecer a través del entrenamiento y la práctica. En muchos lugares de las Escrituras se nos exhorta a amarnos unos a otros.
“Sobre todo, vístanse de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía” (Col 3:14, NTV)
“Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce” (1 Juan 4:7, NVI)
En última instancia, según el mismo Jesús, el amor es la característica que define a sus seguidores.
“Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13: 34-35, NVI)
Dado que el amor es de tanta importancia para Dios, no debería sorprendernos que Dios prefiera el comportamiento amoroso a la homogeneidad. Tampoco nos debería sorprender que Dios use estas situaciones, quizás incluso las provea, para que crezcamos en el amor. Por lo tanto, podemos ver nuestras diferencias no como fracasos, sino como un campo de entrenamiento divino para crecer en el amor.
La universidad de la vida
Nuestras diferencias pueden ser la forma en que Dios revela algo sobre nosotros mismos, y tener que manejar nuestras diferencias puede ser una oportunidad dada por Dios para crecer en el amor. Pero tal vez Dios usa nuestras diferencias de una manera más: para ayudarnos a crecer en humildad.
La humildad puede no estar en la lista de los Top Ten en la sociedad actual, pero ciertamente debería caracterizar a los seguidores de Cristo.
“Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia” (Col 3:12, NVI)
“En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes” (1 Pedro 3:8, NVI)
Nuestras diferentes opiniones no son necesariamente el resultado de una teología aberrante, o de adaptar la Biblia a nuestras preferencias personales, o de falta de compromiso o fe, o de algunas de las otras malas prácticas de las que nos acusamos unos a otros. A menudo, son causados por nuestro conocimiento limitado, pero en lugar de reconocer estos límites, seguimos discutiendo.
¿Jesús poseía la naturaleza humana de antes de la caída o de después? ¿Qué está haciendo Cristo en el cielo como nuestro sumo sacerdote? ¿Por qué Jesús tuvo que morir? ¿Cómo funciona la inspiración? ¿Cómo debemos entender e interpretar a Daniel y al Apocalipsis? Es posible que tengamos opiniones firmes y diferentes sobre estas y otras mil preguntas, pero seamos honestos por un momento: no lo sabemos con certeza. Puedo preferir A sobre B. Puedo opinar que el caso de A es más fuerte que el de B, pero al final no lo sé. Tal vez nos vendría bien hacer nuestras las palabras de Job:
“…hablaba de cosas sobre las que no sabía nada, cosas demasiado maravillosas para mí… Hasta ahora solo había oído de ti, pero ahora te he visto con mis propios ojos. Me retracto de todo lo que dije, y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento” (Job 42: 3, 5-6, NTV)
Lo opuesto a la humildad es la arrogancia. La suposición de que tenemos (casi) todas las respuestas nos hace arrogantes, o como dice Pablo, “El conocimiento envanece” (1 Cor. 8:1, NVI), mientras que el camino del amor nos obliga a admitir “Todo lo que ahora conozco es parcial e incompleto” (1 Cor. 13:12, NTV). Admitir que no sabemos no es un fracaso, al contrario. Quizás Dios quiere que reconozcamos y aceptemos los límites de nuestro conocimiento, para que crezcamos en la humildad.
¿Plan o perspectiva?
Titulé a este ensayo “El desacuerdo es plan de Dios”. No sé si Dios tiene tal plan, y estoy aún menos seguro de si mi resumen le hace justicia. Dejo abierto al debate si Dios, en dicho caso, causaría activamente, o usaría pasivamente, nuestros desacuerdos. Solo quería captar tu atención y compartir una perspectiva sobre las diferencias dentro de nuestra comunidad de fe.
Podrías pensar que soy un pos-modernista sin arreglo y que estoy relativizando toda la verdad. No lo soy. Creo firmemente que hay verdades absolutas. Creo en un Dios amoroso, la creación, la caída, la muerte y la resurrección de Jesucristo, y que Él vendrá de nuevo. Creo que Jesús es el camino y la verdad (Juan 14:6). Pero subordinadas a estas verdades grandes y absolutas, hay muchas cosas más pequeñas que llamamos verdades. Usamos estas verdades menores para trazar fronteras espirituales y denominacionales. Tal vez nosotros, como humanos, necesitemos tal estructura, pero en ese caso dejemos que estas fronteras sean más descriptivas y menos exclusivas, abrazando la visión del Apóstol Pablo:
“Pues el reino de Dios no se trata de lo que comemos o bebemos, sino de llevar una vida de bondad, paz y alegría en el Espíritu Santo. Si tú sirves a Cristo con esa actitud, agradarás a Dios y también tendrás la aprobación de los demás. Por lo tanto, procuremos que haya armonía en la iglesia y tratemos de edificarnos unos a otros” (Romanos 14:17-19, NTV).
Paul Annala escribe desde Linköping, Suecia. Está casado, tiene dos hijos, trabaja como diseñador de software en Ericsson y participa activamente en su iglesia local.