Editorial: Nuestra única seguridad
Al igual que muchos adventistas, fui educada para no hacer preguntas.
En mi familia éramos 9 personas. Se suponía que teníamos que hacer lo que nos dijeran para que aquella gran casa siguiera funcionando: callar, obedecer y mantener la paz.
Nuestra iglesia tenía un grupo de jóvenes, pero no se nos permitía participar: eran demasiado liberales. Así que nuestra familia creció en su propia burbuja. Esto formaba parte de nuestra misión, decían mis padres: presumiblemente, la gente de nuestro entorno podría ver que éramos diferentes y quizá sentir curiosidad por lo que creíamos.
Hay una auténtica seguridad en saber en qué creer, en aferrarse a respuestas en blanco y negro para cada pregunta, y en permanecer a salvo dentro de los muros de tu fe. Parece como si seguir una lista de lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer te asegurara la salvación.
Pero no nos enseñaron a pensar por nosotros mismos ni a cuestionar la autoridad sin riesgo.
Con el tiempo, la progresión natural de la vida te lleva fuera de los muros seguros de la familia y la iglesia. Cuando éramos adolescentes, las normas empezaron a parecernos rígidas. Al final, cada uno tiene que crear su propia lista de verificación y encontrar por sí mismo las respuestas a las preguntas de la vida.
Confieso que leer artículos publicados en Adventist Today que cuestionan esas viejas suposiciones seguras a veces me sacude. Por un momento, quiero volver a la seguridad de mi niñez, a las respuestas en blanco y negro. Quiero marcar las casillas de la lista de salvación, que entonces me hacía sentir tan segura.
Y entonces me acuerdo de Marcos 12:30-31: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. La segunda es ésta: Ama a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento más grande que éstos”.
La seguridad de la salvación está en Jesús, no en las doctrinas, ni en las iglesias, ni en las normas, ni en lo que se debe y no se debe hacer, por muy sencillas y sólidas que parezcan. Al final es Jesús, y sólo Jesús.
Annet Johnston
Directora de Operaciones de AT