El espiritismo ¿es real?, la Revista Adventista si lo cree
En una edición reciente de la revista Adventist Review, el autor Adam Ramdim escribió sobre su visita a uno de los sitios históricos del espiritismo:
“En los Estados Unidos y en Europa occidental el nacimiento del espiritismo moderno está vinculado a las hermanas Fox del estado de Nueva York. En su casa se escuchaban misteriosos golpes, que muchos decían que eran el resultado de fuerzas sobrenaturales… Cuando visité la casa de las hermanas Fox… conocí al marido de la administradora del lugar, quien me dijo claramente que todo era real”
Me pareció interesante que tomara como verdad el testimonio de un espiritista moderno, pero no las retractaciones y confesiones de los propios espiritistas originales.
Las hermanas Fox
Aunque las hermanas Fox obtuvieron una gran publicidad en ese momento, el espiritismo no fue tan popular ni duradero como la mayoría de los adventistas suponen basados en todos los escritos y conversaciones que hemos hecho al respecto.
Primero, en 1888 las hermanas Fox confesaron que habían inventado todo. Admitieron que habían contado una historia sobre el espíritu de una persona muerta, y que los ruidos provenían de mover las articulaciones de los pies y de una manzana atada a un dedo del pie. Aunque una de las hermanas, al crecer y quedarse sin dinero, se retractó de su “confesión”, las personas sabias se dieron cuenta de que el asunto había terminado: era un engaño.
La otra razón es que no todos en aquel entonces eran tan crédulos como suponemos. Ya en 1850, algunos de los que asistieron a sus sesiones notaron que el “golpeteo” provenía de debajo de las faldas de las jóvenes. Alguna persona inteligente insistió en que lo intentaran con los pies sobre cojines y, he aquí, ¡los “espíritus” no se podían comunicar!
Cuando las sesiones se hicieron populares, los espías encendían luces en medio de la sesión (que siempre se llevaban a cabo en completa oscuridad) para exponer finos cables que sostenían trompetas parlantes, rosas o abanicos pintados con fósforo. Se demostró que las infames mesas móviles eran accionadas por rodillas o algún dispositivo mecánico.
Uno de los desmitificadores no fue otro que el famoso mago Harry Houdini, que era un experto en engañar a la gente. “Esto que llaman espiritismo, en el que un médium se comunica con los muertos”, dijo en una audiencia en el Congreso en 1926, “es un fraude de principio a fin”.
Independientemente de lo que crea la revista Adventist Review, lo que pasa por manifestación espiritista (creo que siempre, aunque algunos no estarán de acuerdo conmigo) es engaño combinado con sugestión psicológica y clientes susceptibles. La gente va al médium anhelando saber de la abuela y, por eso, están dispuestas a creer que es así. Agrega un poco de espectáculo (algunas voces diferentes, un escenario espeluznante, un poco de prestidigitación que crea la ilusión de que algo inusual está sucediendo) y se van a casa satisfechos.
¿Por qué defender el espiritismo?
Para Elena de White era importante que creyéramos que había verdaderos “ángeles malignos” haciendo estas cosas. Ella sostiene que
“Muchos tratan de explicar las manifestaciones espiritistas atribuyéndolas por completo al fraude y a juego de manos de los médiums… Los llamamientos misteriosos con que empezó el espiritismo moderno no fueron resultado de la superchería o de la astucia humana, sino obra directa de ángeles malos, que introdujeron así uno de los engaños más eficaces para la destrucción de las almas. Muchos hombres serán entrampados por la creencia de que el espiritismo es tan solo una impostura humana; pero cuando sean puestos en presencia de manifestaciones cuyo carácter sobrenatural no pueda negarse, serán seducidos y obligados a aceptarlas como revelación del poder divino.” (El conflicto de los siglos, p. 541).
En resumen, si la gente cree que las manifestaciones espiritistas son meros trucos, ¡se engañarán cuando el diablo realmente aparezca! Nuestros periodistas en Silver Spring piensan lo mismo: quieren hacernos creer que las “señales y maravillas” de los espiritistas son necesariamente satánicas.
Sin embargo, me parece que hay más peligro en esta creencia que en la otra. El peligro es que los creyentes ingenuos en poderes sobrenaturales, cuando tienen a mano explicaciones perfectamente racionales, se conviertan en incautos temerosos y crédulos. No podrán o no querrán creer en explicaciones sensatas para cosas que no entienden y, en cambio, verán manifestaciones sobrenaturales en cada esquina.
Quizás la razón por la que tantos adventistas del séptimo día caen en las conspiraciones más ridículas es que Elena de White les advirtió que si no comprenden rápidamente lo que está sucediendo, probablemente esté más allá de su comprensión racional. No hay ningún incentivo para profundizar más, ningún deseo de desacreditar ficciones apasionantes. Por lo tanto, muchos de nosotros, asumimos que las mentiras absurdas sobre los jesuitas infiltrados en Silver Spring y los microchips en las vacunas también son verdad.
El verdadero peligro
Alguien podría pensar que estoy diciendo que no hay nada que temer al incursionar en estas cosas. ¡Para nada! Son muy peligrosos, pero no por las razones que crees.
Son peligrosos porque explotan las debilidades (como un virus cibernético, en lenguaje de software) de la mente humana. Los abanicos flotantes, las rosas brillantes y las tablillas Ouija en movimiento no son sobrenaturales. Son meros trucos. Lo mismo ocurre con los lectores de la palma de la mano, los adivinos con bolas de cristal, los lectores de cartas del tarot y el tipo que dice que escucha las voces de sus parientes muertos. El componente satánico son esos individuos astutos que están dispuestos a desplumar a personas débiles y vulnerables mediante manipulación psicológica, trucos y mentiras para enriquecerse. Unos pocos resultados convincentes atraen a los crédulos a profundizar más, hasta que creen que han encontrado una nueva verdad, cuando no es más que una astuta tontería.
Quizás ayudaría a ilustrar este punto el considerar que no sólo los médiums espiritistas son los que llevan a las personas a creer que algo maravilloso les está sucediendo por medios sobrenaturales. Por ejemplo:
Se pueden hacer cosas sobrenaturales falsas en el nombre de Dios. Si alguna vez fuiste o viste en la televisión un servicio de sanidad pentecostal donde el evangelista le dice a la mujer que se acerca lo que Dios le está revelando acerca de ella, y luego le asegura que su cáncer ha desaparecido cuando el predicador grita nombre de Jesús y la golpea en la frente, has visto tanto engaños (los asistentes juntan información de la gente vulnerable antes de la reunión y se la transmiten al sanador) como hábil manipulación psicológica en un ambiente controlado.
Después está el encantador miembro de la iglesia que cita las Escrituras y que te mira directamente a los ojos y te ofrece una inversión demasiado buena para dejarla pasar (“De verdad, hermana, ¿no quiere Dios que los creyentes también prosperen?”) y en quién te inclinas a confiar porque es un “hermano en Cristo”.
Y sí, esas artimañas son malas incluso cuando las hace un hombre que sostiene una Biblia y pronuncia el nombre de Jesús. El pecado de las hermanas Fox no fue que hablaran con los espíritus, porque no lo hacían; fue que eran mentirosas, tramposas y engañadoras.
En cuanto a nuestra narrativa
¿Por qué los adventistas continúan defendiendo la “verdad” del espiritismo? Porque lo necesitamos. Nuestra historia fundacional es que hay una guerra sobrenatural a nuestro alrededor. Si existe un Dios bueno, debemos proporcionarle un oponente inusualmente poderoso y fácilmente identificable. He escuchado a adventistas llegar al extremo de decir que les encantaría ver un ejemplo flagrante del poder de Satanás, ¡porque eso les demostraría que hay un Dios!
No sé sobre el satanismo, pero el mal es bastante común. Y el mayor peligro no está en las sesiones. La ira, la deshonestidad, la violencia y las trampas causan mucha más miseria que las tablas Ouija. El pecado aparece en nuestras familias rotas, nuestras adicciones, nuestra soledad e infelicidad.
Lo vemos en la iglesia cada vez que defender la doctrina y salvar la organización se vuelve más importante que preocuparse por las personas. Cuando el fin justifica los medios para presionar a las personas a bautizarse. Cuando la pureza doctrinal y comer los alimentos correctos hace que la gente odie a quienes no están de acuerdo con ellos.
Creo que puedo decir con cierta seguridad que la mayoría de los cristianos no se perderán porque intentaron hablar con su abuelo muerto o jugaron con una tabla Ouija; pocos de nosotros nos sentimos siquiera tentados por esas cosas. Si la gente se pierde, será porque fueron codiciosos, orgullosos, lujuriosos u odiosos, y no querían ser transformados para ser como Jesús.
Elena de White y los otros primeros adventistas hicieron bien al sospechar de las hermanas Fox y sus parientes espiritualistas. Pero se equivocaron al disuadir a la gente de exponerlo como trampas y engaños. Porque eso es lo que es. Cientos de miles de jóvenes adventistas del séptimo día se habrían ahorrado mucho terror adolescente si tan sólo sus maestros les hubieran dicho que Satanás tiene poco que ganar si los asustan, y en lugar de eso les hubieran enseñado a deconstruir de manera racional y sensata las mentiras y los fraudes.
Porque la “prueba” de Dios no es que exista un Satánas que mueva objetos livianos en la oscuridad, sino que hay personas que, a través del poder del Cristo que habita en nosotros, encarnan el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio.
Loren Seibold es el Editor Ejecutivo de Adventist Today.