Editorial: Lo bueno y lo malo del sectarismo
No hace mucho, en una conversación con una amiga, me referí a los adventistas como «sectarios». Ella me preguntó qué significaba eso. Por si tú tampoco lo sabes, permíteme que intente explicártelo.
En cuanto a doctrinas, los adventistas del Séptimo Día compartimos muchas cosas con la mayoría de los demás cristianos. Pero tenemos un tipo de identidad bastante diferente. La cualidad importante del sectarismo es el sentimiento de ser especial, y si uno es especial tiene que separarse de los demás para mantener su pureza; por eso los adventistas hemos tenido dificultades durante mucho tiempo para mezclarnos con los que no pertenecen a nuestra fe.
Las iglesias suelen empezar como sectas. Con el paso de los años, la mayoría de las sectas maduran y se convierten en iglesias, con un mensaje más amplio y más intermedio. Las iglesias dejan de decir que sólo nosotros conocemos a Dios, o que sólo nosotros podemos salvarnos.
Pero algunas intentan mantener el equilibrio al límite: organizadas como iglesia pero con una identidad sectaria. Así ha ocurrido con las tres principales sectas estadounidenses: Santos de los Últimos Días, Testigos de Jehová y Adventistas del Séptimo Día. Las tres nos hemos aferrado a esa identidad especial y separada, sobre todo por dos factores: distintivos de estilo de vida (en nuestro caso, cuándo celebramos el culto, cómo nos vestimos y qué comemos y bebemos) y una autoridad extrabíblica (para nosotros, Ellen White).
Estas cosas contribuyen a una «buena vida», pero para muchos de nosotros la buena vida iba acompañada de normas estrictas, miedo, culpabilidad, prejuicios y esa siempre presente línea divisoria entre el interior y el exterior.
Las sectas están a un paso de convertirse en cultos, y una parte de nuestra comunidad se inclina hacia un tipo de religión sectaria: legalismos extraños, negación de los hechos científicos, aislamiento, autoritarismo, intolerancia ante las preguntas o las críticas, conspiraciones temerosas y líderes manipuladores.
Me gustaría que fuéramos más tolerantes y abiertos. Pero el hecho de que Jesús no haya regresado cuando esperábamos nos está presionando dolorosamente entre la esperanza y la realidad. Eso aumenta nuestra ansiedad colectiva y hace que algunos de nosotros seamos menos tolerantes con los demás.
Será interesante ver quiénes seremos dentro de 20 años.
Loren Seibold
Executive Editor, Adventist Today Magazine & Website
22 March 2025